Retrato
Publicado: Jue, 24 Jul 2025 11:47
Era como uno de esos retratos familiares que siempre hay en todas las casas. Las dos hermanas juntas, lo que era extraño. La más joven de pie rodeando a la mayor, sentada, con sus brazos. Aunque pretendía ser un cuadro feliz, no lo era. Sus ojos no demostraban felicidad en ninguna de las dos. Era ese momento, querían hablar, y aún quieren, porque siguen teniendo esa expresión de tristeza con una pizca de orgullo, que se notaba más en la boca de la muchacha de pie, con los labios apretados. Ya no sólo de orgullo, sino pensando “He de cerrar la boca, no he de hablar, he de parecer feliz”. Aunque sus ojos no decían eso, eran ojos de sufrimiento, de no querer ver nada, de melancolía oculta.
—Marta, anda, ponte detrás —dijo la hermana mayor, y Marta obedeció humildemente, así como era ella.
—¿Quieres que ponga las manos sobre tus hombros, Clara? —preguntó mientras pensaba: “Te tengo que decir una cosa”.
—Vale —y en su cabeza una voz “Así permaneceremos más unidas”.
El fotógrafo volvió con el fondo azul para que diera más vida al cuadro y pareciera uno de esos que hay en todas las casas.
—Venga, señoritas, sonrían un poquito, que quiero ver sus hermosas sonrisas. Venga, usted, levante la cara. Bien, oiga, la que está de pie…
—Marta —replicó.
—Sí, señorita Marta, póngase más recta, por favor, sonría.
—Venga, Marta sonríe —le aconsejó Clara. “Creo que debería disculparme”. Pensó seguidamente.
—Sí, ya lo hago —replicó. “Pero hay cosas que no se pueden ocultar”.
—Señoritas, a ver esas sonrisas, miren al pajarito. Muy bien, ya está.
—Marta —”Se lo voy a decir ya”.
—¿Qué? —”Tengo que decirle la verdad”.
—¿Te parece si nos vamos? —”Soy una cobarde”.
—Sí, seguro que en casa ya están preocupados —”Es imposible, nunca me atreveré”.
Y en el ambiente se huele la culpa, la traición. Huele a amistad rota por las mentiras, y es que siempre termina así, con ese olor a día de lluvia que gusta tanto y que, en definitiva, fastidia. Huele a niebla oculta, huele a por qué, a duda. Huele a culpa, a traición.
Mientras el fotógrafo, ajeno al olor, piensa para sí:
Me gusta retratar a mis amigos, pero me cuesta que encajen al meterles en el cuadro.
—Marta, anda, ponte detrás —dijo la hermana mayor, y Marta obedeció humildemente, así como era ella.
—¿Quieres que ponga las manos sobre tus hombros, Clara? —preguntó mientras pensaba: “Te tengo que decir una cosa”.
—Vale —y en su cabeza una voz “Así permaneceremos más unidas”.
El fotógrafo volvió con el fondo azul para que diera más vida al cuadro y pareciera uno de esos que hay en todas las casas.
—Venga, señoritas, sonrían un poquito, que quiero ver sus hermosas sonrisas. Venga, usted, levante la cara. Bien, oiga, la que está de pie…
—Marta —replicó.
—Sí, señorita Marta, póngase más recta, por favor, sonría.
—Venga, Marta sonríe —le aconsejó Clara. “Creo que debería disculparme”. Pensó seguidamente.
—Sí, ya lo hago —replicó. “Pero hay cosas que no se pueden ocultar”.
—Señoritas, a ver esas sonrisas, miren al pajarito. Muy bien, ya está.
—Marta —”Se lo voy a decir ya”.
—¿Qué? —”Tengo que decirle la verdad”.
—¿Te parece si nos vamos? —”Soy una cobarde”.
—Sí, seguro que en casa ya están preocupados —”Es imposible, nunca me atreveré”.
Y en el ambiente se huele la culpa, la traición. Huele a amistad rota por las mentiras, y es que siempre termina así, con ese olor a día de lluvia que gusta tanto y que, en definitiva, fastidia. Huele a niebla oculta, huele a por qué, a duda. Huele a culpa, a traición.
Mientras el fotógrafo, ajeno al olor, piensa para sí:
Me gusta retratar a mis amigos, pero me cuesta que encajen al meterles en el cuadro.