Virutas de luna
Publicado: Mar, 08 Jul 2025 20:21
I.
Con voz de río la mañana
llegó hasta mi orilla,
con lentos pasos hacia el sur,
más hermosa que la tintura
de las nubes.
Se abrió como una flor
que se abandona al primer rayo de sol,
que halla en la tierra la huella de su hondura
y en el cielo el fiel reflejo de su múltiplo.
El viento me acerca al quejido de los pinos,
luego escucho el ronquido del remo
entre el tolete y el estrobo
cuando se hunde la pala en el agua
y se inicia la boga lenta y larga.
Y la multitud indefensa como un paisaje agotado,
el despertar verde y ocre de las ranas
que habitan en algún charco que ha dejado la lluvia nocturna,
la ciega impaciencia en la caricia de las madres,
la soledad de las cumbres.
II.
En el atardecer he visto el faro de la última tormenta.
He escuchado el nómada repicar de una campana de difuntos.
He sentido en mi redor el aire viciado de un exilio.
¿Dónde se va aquello que mi tacto no sostiene?
¿Por qué en la noche los árboles se vuelven transparentes?
¿Por qué esta repentina caligrafía de adioses?
En el quicio de la noche y a su norte hay un liquen de ausencia.
Algunas horas son aves migratorias.
Tan solo unas virutas de luna hasta llegar al alba.
Con voz de río la mañana
llegó hasta mi orilla,
con lentos pasos hacia el sur,
más hermosa que la tintura
de las nubes.
Se abrió como una flor
que se abandona al primer rayo de sol,
que halla en la tierra la huella de su hondura
y en el cielo el fiel reflejo de su múltiplo.
El viento me acerca al quejido de los pinos,
luego escucho el ronquido del remo
entre el tolete y el estrobo
cuando se hunde la pala en el agua
y se inicia la boga lenta y larga.
Y la multitud indefensa como un paisaje agotado,
el despertar verde y ocre de las ranas
que habitan en algún charco que ha dejado la lluvia nocturna,
la ciega impaciencia en la caricia de las madres,
la soledad de las cumbres.
II.
En el atardecer he visto el faro de la última tormenta.
He escuchado el nómada repicar de una campana de difuntos.
He sentido en mi redor el aire viciado de un exilio.
¿Dónde se va aquello que mi tacto no sostiene?
¿Por qué en la noche los árboles se vuelven transparentes?
¿Por qué esta repentina caligrafía de adioses?
En el quicio de la noche y a su norte hay un liquen de ausencia.
Algunas horas son aves migratorias.
Tan solo unas virutas de luna hasta llegar al alba.