Editorial Alaire

Todo indica que el mundo es un teatro.
Salimos a la calle y sonreímos,
aunque por dentro duela
la herida de la pérdida.

Abrazamos a un niño
y le decimos siempre que no es nada,
aunque cada minuto
temblemos con el pánico
de una guerra siniestra en las trincheras.

Saltamos por los charcos
y al mismo tiempo vemos que la lluvia
nos mantiene expectantes por las noches.

Hablamos de canciones del ayer
y descubrimos siempre
que hace años
las cosas eran simples.

Amamos en fisuras de la infancia
alguna melodía de tinieblas.

Tenemos unas máscaras de plomo:
para poder sentir sin emociones
para poder mirar a las serpientes.

Somos como los árboles nocturnos,
destacamos en nubes de poliéster.

Somos la hipocresía diseñada
en las tardes de arena y de penumbra.

Un instinto que sabe a despedida
nos dice que hace años la belleza
nos tocaba con humo de utopía
en los consejos de otros sueños.

A veces la verdad está escondida
en los pliegues de voz
que silencian las plazas del dolor.

Todos vamos cubriendo nuestro abismo
con palabras hermosas, de autoayuda.

Como si pronto hubiera un conciliábulo
para guardar oculto nuestro miedo.

Vamos disimulando sin tapujos
diciendo que la vida es muy bonita,
cuando todos sabemos que al final
la muerte nos espera sin excusas.


Ana Muela Sopeña

Esto no es un poema, Ana.
Es un mazazo.
O mejor dicho, es un poema magnífico, que solo puede lograrse así, con esos versos, que son justamente eso, un tremendo golpe de maza, de cruda verdad sin anestesia.
Con admiración, mi abrazo fraterno.

Lisandro

PD: Tal vez la muerte que nos espera sea lo de menos. Incluso, tal vez sea algo bueno.

¡ Con lo fácil que es vivir Ana, ¿verdad? Y vamos andando la vida a trompicones, buscando senderos en tinieblas teniendo tan cerca la hierba fresca.
Con tu particular estilo, das en la diana.
Un fuerte abrazo mediterráneo.