Viento

[Alejandro Costa]

Desde que te quise la espuma de las flores fue más sedosa,
como esa espina de rosa que daña con una caricia,
esa flor sin malicia, que te endulza el alma,
para acaramelar el vacío del corazón.

Ya no hay razón para despertar los ojos con la luz del nuevo día,
no existe ninguna alegría que ofrezca el corazón,
al viento no le importa el viento,
y los recuerdos se atrincheran en tu respirar exiliado.

Los inviernos son fríos como el crepúsculo enfermo del verano,
aún me tiemblan las manos desde un ayer que aún perdura,
y es tanta la amargura que mi piel posee
como secos están los labios que aún a los tuyos buscan.

La miel cae del panal dejando un reguero brillante,
mientras lágrimas humedecen el dolor y llenan su cauce,
tengo tus letras guardadas en la huida de la mente,
en el papel que la llama de la vida quemó sin remedio.

Todo a mi alrededor es tedio, silencio y fuego,
y en la hoguera yacen los días sin calendario,
las noches sin tu cuerpo a mi lado,
y el vacío que poseo en mi mundo solitario.

Te quise, como el árbol quiere a su fruto,
como la luna reclama las estrellas,
como el cielo se embriaga de nubes,
y el aire, ¡ah, el aire! demanda la brisa de la primavera.

Y ante mi presencia, mi corazón está desencajado,
el alma henchida de dolor,
la palabra amor abandonada en un rincón de la vida,
mientras el viento precipita las tibias gotas de lluvia en los cristales.

Al final, todo se parece al viento, todo es viento,
como tus promesas incumplidas que arrastró con la fuerza de la pena,
las gotas de llanto desde que te marchaste,
y el sinónimo de fina lluvia salpicando con sus gotas los cristales.

[Julio Gonzalez Alonso]

Adelante con este viento de la memoria que a veces es vendaval. Un abrazo, Alejandro. Salud.