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Crítica literaria a "Blues para un orgasmo feroz", de Ana García

Publicado: Mar, 10 Jun 2025 8:25
por Rafel Calle
BLUES PARA UN ORGASMO FEROZ, DE ANA GARCÍA

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El poema que nos propone Ana García, con ese título tan potente —Blues para un orgasmo feroz—, es desde el primer verso una descarnada confesión emocional que se desliza entre el deseo, la pérdida y la autodestrucción. Se trata de un trabajo cargado de imágenes intensas, con un lenguaje vivo y desgarrado, que logra arrastrar al lector a la atmósfera nocturna y turbia que plantea.

El tono es netamente urbano, como un blues de madrugada, y el propio ritmo del poema —con frases cortas, interrupciones, cambios de tono— refuerza ese aire de canción desgarrada. Así, Ana logra crear un espacio emocional donde el erotismo, la ansiedad y la soledad se confunden.

El primer verso ya nos marca la línea estética: “Hago florecer el verso / como un algo agrio / que me aflora al paladar”. No es un florecer dulce ni sereno: es agrio, es físico, casi violento. El poema huye del lirismo complaciente y opta por la crudeza de la experiencia vivida.

El núcleo emocional es un amor que desborda: “Así quiero quererte —excesivamente— / hasta que me sea imposible amarte”. Esta paradoja del amar hasta el aborrecimiento está muy bien construida y remite a un arquetipo clásico del amor destructivo. La fuerza con que Ana lo expone resulta muy eficaz, porque no hay máscara ni artificio: el yo poético se muestra vulnerable, impulsivo, ferozmente humano.

Otro gran acierto es la imaginería urbana y decadente del segundo tramo: “Las noches callejeras / con su cola de ladrido / y pedrada”. Aquí la poeta sintoniza con la estética de un auténtico blues: calles vacías, humo de taberna, noches perdidas. La imagen de la niña “perdida entre dos madres” es particularmente poderosa y ambigua, cargada de simbolismo: entre dos afectos, dos destinos, dos mundos.

El estilo de “Blues para un orgasmo feroz” conecta claramente con la tradición de la poesía urbana y existencial, en la línea de los poetas beatniks como Diane di Prima o Jack Kerouac, donde la noche, el deseo y la marginalidad construyen un universo lírico propio. También resuena el eco de los blues literarios de Langston Hughes, donde la música y la experiencia emocional se entretejen. En el ámbito hispano, el tono recuerda a veces a la poesía más descarnada de Ana Rossetti o ciertos poemas urbanos de Luis García Montero. Es posible que Ana García beba de dichas fuentes pero es indiscutible que aporta una voz muy personal, femenina y contemporánea, que hace que su blues suene auténtico, fresco, y cargado de vida.

El cierre es demoledor: “Otro nuevo despertar / con las manos manchadas de soledad”. Es una de las imágenes más logradas del poema. Ese despertar con las manos manchadas es símbolo de la culpa, del vacío, de una búsqueda fallida. La carcajada “colgada del cuello” añade un matiz de cinismo existencial que redondea el tono bluesístico.

El poema fluye en verso sin ataduras métricas, con un ritmo sincopado y cortes abruptos que refuerzan la ansiedad del yo lírico. La repetición anafórica de “así quiero quererte” funciona como estribillo emocional, en perfecta sintonía con la idea de un blues.

En cuanto al lenguaje, destaca la mezcla de imágenes físicas (al paladar, los huesos, el aliento) con un campo léxico de la noche marginal (ladrido, taberna, humos, callejeras), lo cual da mucha fuerza plástica al conjunto rítmico-literario.

En fin, Ana García firma aquí un poema de gran intensidad emocional, valiente en su exposición de los sentimientos más oscuros y contradictorios. Su lenguaje, crudo y sensorial, y su cuidada atmósfera nocturna convierten este blues en una obra que resuena en el lector, que deja poso.

No es un poema de belleza convencional: es un poema vibrante, roto, con alma de madrugada, como el mejor blues. Y eso es, sin duda, un mérito literario considerable.

Mi más efusiva enhorabuena, querida amiga Ana, por esta muestra, una más, de tu desbordante creatividad rítmico-literaria.

Un fuerte abrazo.