Elegía
Publicado: Lun, 09 Jun 2025 1:07
La muerte, amigo mío,
siempre anda merodeando
al lado de la vida,
pareciera incluso que está más viva
y no discrimina,
llevándose por delante a obispos,
papas, multimillonarios,
dictadores, corruptos
y desgraciadamente a ti,
que con tus manos
desenredabas un mundo
donde por ti crecían las escuelas
y los barrios
y abarcaban cuanto hay de vida
hasta en las sombras;
que luchabas sin descanso
contra la ceguera sanguinaria
y el árbol lleno de garras y el iracundo
y el forajido con la envidia a cuestas;
que fuiste rojo, republicano,
obrero, pobre y comunista cuya palabra
era la semilla
que incendiaba la escarcha y el eco
disipando la niebla del tirano silencio.
Podemos concluir entonces,
querido amigo, que la fría muerte
es igualitaria
y pone a cada cual en su sitio
(es decir, bajo tierra)
y lo devuelve de nuevo a la nada,
pero con una salvedad en tu caso,
pues tu recuerdo
perdurará en el tiempo,
ya que fuiste azul
en un cielo oscurecido por el cemento
y verdor
en una tierra seca, pero sana
según la heráldica local.
Aquí, mi buen amigo,
donde los nostálgicos
de tiempos ominosos
hacen de la mentira un estandarte
que emponzoña el aire,
da la sensación
de que igual todo se sucede,
dado que la vida pareciera seguir
el afán del agua
hasta perderse anónima en el mar;
pero hay verdades que se imponen,
que no son espejismos,
porque anunciada por el almendro florido
ha comenzado la primavera
y el poeta,
respirando nostalgia de ti
y delante de tus amigos y camaradas,
se entristece
y, a la vez, se alegra
mientras un perfume mojado
impregna el aire, recordándote.
siempre anda merodeando
al lado de la vida,
pareciera incluso que está más viva
y no discrimina,
llevándose por delante a obispos,
papas, multimillonarios,
dictadores, corruptos
y desgraciadamente a ti,
que con tus manos
desenredabas un mundo
donde por ti crecían las escuelas
y los barrios
y abarcaban cuanto hay de vida
hasta en las sombras;
que luchabas sin descanso
contra la ceguera sanguinaria
y el árbol lleno de garras y el iracundo
y el forajido con la envidia a cuestas;
que fuiste rojo, republicano,
obrero, pobre y comunista cuya palabra
era la semilla
que incendiaba la escarcha y el eco
disipando la niebla del tirano silencio.
Podemos concluir entonces,
querido amigo, que la fría muerte
es igualitaria
y pone a cada cual en su sitio
(es decir, bajo tierra)
y lo devuelve de nuevo a la nada,
pero con una salvedad en tu caso,
pues tu recuerdo
perdurará en el tiempo,
ya que fuiste azul
en un cielo oscurecido por el cemento
y verdor
en una tierra seca, pero sana
según la heráldica local.
Aquí, mi buen amigo,
donde los nostálgicos
de tiempos ominosos
hacen de la mentira un estandarte
que emponzoña el aire,
da la sensación
de que igual todo se sucede,
dado que la vida pareciera seguir
el afán del agua
hasta perderse anónima en el mar;
pero hay verdades que se imponen,
que no son espejismos,
porque anunciada por el almendro florido
ha comenzado la primavera
y el poeta,
respirando nostalgia de ti
y delante de tus amigos y camaradas,
se entristece
y, a la vez, se alegra
mientras un perfume mojado
impregna el aire, recordándote.