Crítica literaria a El terrorista, de Ramón Carballal

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Rafel Calle
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Crítica literaria a El terrorista, de Ramón Carballal

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EL TERRORISTA, DE RAMÓN CARBALLAL

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Ramón Carballal en El terrorista, propone un estremecedor monólogo lírico que encarna la voz interior de un suicida yihadista a punto de cometer su atentado. Lejos de ser un panfleto o un poema de denuncia explícita, es un retrato introspectivo, profundamente humano y literariamente refinado, del pensamiento fanático que germina en la mente de quien ha abrazado la violencia como forma de trascendencia.

Desde el primer verso —“He orado antes del amanecer tras la llamada del muecín”— el poema nos sitúa en una atmósfera ritual, de fe fervorosa y dogmática. La voz poética es el propio terrorista, lo que introduce un tono confesional que provoca en el lector una mezcla de rechazo y turbadora compasión. No se glorifica el acto, sino que se desnuda el proceso mental que lleva a justificar lo injustificable. En este sentido, Ramón demuestra un extraordinario dominio de la empatía rítmico-literaria.

Formalmente, el poema es un verso libre de ataduras métricas (lo que yo llamo verso multimétrico), que se sostiene en un ritmo casi hipnótico, como si reflejara la letanía obsesiva que inunda el pensamiento del protagonista. La combinación de imágenes místicas y cotidianas —“ángeles del infierno visten trajes de oro, automóviles de cristal”— es uno de los aciertos estilísticos: contrapone lo sagrado con lo moderno, el delirio religioso con el escenario urbano contemporáneo. A destacar los encabalgamientos que, si bien en el verso multimétrico no tienen mayor dificultad, sí representan visualmente un argumento estilístico de primera magnitud, sobre todo si el lector respeta la pausa versal y efectúa la preceptiva detención —siempre obligatoria— al final de cada verso.

Uno de los ejes simbólicos más potentes es el de la pureza a través del sacrificio —“la sangre, la pureza, son el precio de la verdad”—, que condensa la lógica perversa que guía al fanatismo: redención mediante la muerte ajena y propia. Así mismo, el poema está atravesado por el mito del Paraíso —“un coro de huríes me acompañará”—, lo que subraya la dimensión trágicamente infantil y manipulada de la mente radicalizada.

El tratamiento del paisaje también es magistral: los rascacielos, los trenes al alba, los cafés de moda —lugares anónimos del mundo globalizado— se convierten en el telón de fondo donde la tragedia va a irrumpir. La elección de estas imágenes urbanas genera una inquietud sorda: la amenaza está en lo cotidiano.

Quizá el fragmento más demoledor es el clímax visionario: “moriré entre despojos, / gritos, pedazos de hombría cercenados, bebés que estallaron / en el vientre de sus madres…”
Y es que el horror se expone sin eufemismos, con una crudeza que no pretende una estética de la violencia, sino mostrar su inhumanidad brutal. La voz del terrorista describe la masacre con una extraña frialdad y aceptación, reflejando hasta qué punto ha sido despojado de su empatía. El lector no puede salir ileso de esta imagen.

El poema se cierra con la resignada convicción: “Por fin marcharé camino al paraíso.”
Ese “por fin” es particularmente significativo: revela no solo la entrega fanática, sino también el cansancio existencial que suele subyacer en estos perfiles radicalizados. En ello, Ramón aporta una visión compleja: no hay aquí monstruos planos, sino seres humanos atrapados en su propia desolación.

En fin, El terrorista es un poema valiente, lúcido y rítmico-literariamente notable. Asume el riesgo de habitar una voz infame sin caer en la apología ni en el morbo. Su fuerza radica en la capacidad de confrontar al lector con la psicología del fanatismo, desde una escritura de gran calidad estética. Vale decir que Ramón Carballal demuestra, una vez más, su madurez poética y su compromiso con la literatura que interpela a la conciencia.

Mi más efusiva enhorabuena, Ramón, por esta obra que no nos deja mirar hacia otro lado: nos obliga a contemplar, cara a cara, el abismo del odio humano vestido de fe.

Un fuerte abrazo.
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