Geografía íntima de un hogar sempiterno
Publicado: Sab, 24 May 2025 9:03
¿Y si aún vives en el mapamundi del sueño
con tu corola de estuco, las molduras al aire
como rosas blancas de yeso?
Las figuras de las grecas como un ajedrez de mármol
y tu ritmo de cristales que el viento agita en los ríos del invierno
con al aire marino en medio del circunloquio hostil de la lluvia.
Tú, dorada igual que un pétalo de ámbar,
espejos de plata que fulgen en la faz del pasillo,
paredes de arrugas sin pulir, las habitaciones
como un panal de risas, sin melancolía las tardes,
sin negrura las mañanas incendiadas de luz,
los zócalos mordidos por el vigor de los zapatos
si la deriva de un balón se escabulle antes de recibir el golpe
con la punta infantil de un borceguí ajado.
Suena el teléfono, es un gran insecto de carcasa negra,
repica en la memoria familiar, cómplice de las largas palabras
que mudan en los labios- clandestinidad y un hilo de secretos
que arropo con mis manos gráciles de adolescente-.
Tantas esquinas, y el rumor del agua vertiéndose
por el canal del olvido, pasos mudos al alba,
pisadas insomnes que cruzan la madrugada con preguntas viejas,
la música que golpea los alféizares como si fuese el diluvio de un canto
que moja las entrañas de vida.
Cuadros sin vergel porque no son paisajes sino rostros,
filigrana de fantasmas en el valle omnisciente del páramo,
sin luna, sin la serenidad de un mar envejecido, sin la piedad
religiosa del mártir, sin la virgen ni el duelo ni la delirante
paloma en el pretil solitario.
Muebles enmohecidos por el ropaje persistente de un abril lluvioso
en la piel desportillada, la algarabía es un rosal oculto
por las voces sin tregua de la candidez.
Y en navidad la ceremonia del amor fraterno,
y en agosto mi piel se extiende por playas azules,
y en septiembre la luz del otoño que llega siempre tarde
al corazón de la dicha, y en mayo mi edad que cumple
con el ritual de crecer a la sombra de un árbol
que ya comienza a declinar...
Todo, todo madura en mis pupilas igual que un mapa inviolable,
fluyen en él los recuerdos con su canción viva,
fluye este río que calma mis latidos con la voz de los nombres
que nunca dejaran de sonar en las lágrimas que regresan
al descubrir lo que ya no existe salvo en el fugaz retorno
de una memoria siempre alerta.
con tu corola de estuco, las molduras al aire
como rosas blancas de yeso?
Las figuras de las grecas como un ajedrez de mármol
y tu ritmo de cristales que el viento agita en los ríos del invierno
con al aire marino en medio del circunloquio hostil de la lluvia.
Tú, dorada igual que un pétalo de ámbar,
espejos de plata que fulgen en la faz del pasillo,
paredes de arrugas sin pulir, las habitaciones
como un panal de risas, sin melancolía las tardes,
sin negrura las mañanas incendiadas de luz,
los zócalos mordidos por el vigor de los zapatos
si la deriva de un balón se escabulle antes de recibir el golpe
con la punta infantil de un borceguí ajado.
Suena el teléfono, es un gran insecto de carcasa negra,
repica en la memoria familiar, cómplice de las largas palabras
que mudan en los labios- clandestinidad y un hilo de secretos
que arropo con mis manos gráciles de adolescente-.
Tantas esquinas, y el rumor del agua vertiéndose
por el canal del olvido, pasos mudos al alba,
pisadas insomnes que cruzan la madrugada con preguntas viejas,
la música que golpea los alféizares como si fuese el diluvio de un canto
que moja las entrañas de vida.
Cuadros sin vergel porque no son paisajes sino rostros,
filigrana de fantasmas en el valle omnisciente del páramo,
sin luna, sin la serenidad de un mar envejecido, sin la piedad
religiosa del mártir, sin la virgen ni el duelo ni la delirante
paloma en el pretil solitario.
Muebles enmohecidos por el ropaje persistente de un abril lluvioso
en la piel desportillada, la algarabía es un rosal oculto
por las voces sin tregua de la candidez.
Y en navidad la ceremonia del amor fraterno,
y en agosto mi piel se extiende por playas azules,
y en septiembre la luz del otoño que llega siempre tarde
al corazón de la dicha, y en mayo mi edad que cumple
con el ritual de crecer a la sombra de un árbol
que ya comienza a declinar...
Todo, todo madura en mis pupilas igual que un mapa inviolable,
fluyen en él los recuerdos con su canción viva,
fluye este río que calma mis latidos con la voz de los nombres
que nunca dejaran de sonar en las lágrimas que regresan
al descubrir lo que ya no existe salvo en el fugaz retorno
de una memoria siempre alerta.