Viernes
Publicado: Lun, 05 May 2025 20:28
Es viernes envuelto en bufanda de hielo,
con el mundo calcinado a los pies del polvo,
el dolor enajenado abrazado a un frío carámbano,
las ramas dormidas envueltas en un blanco inmaculado,
y un horizonte ebrio con sus senos helados.
Es lejano el ardor de las nubes oscuras,
violenta la lengua de un viento que rompe la lentitud del misterio,
busco la sangre que a mis venas riega,
el bosque sin calor que se ahoga en la miseria,
aquellos cristales en donde las miradas se agrietaban
mientras rezaban las aves perturbadas por no poder volar.
Y en los recovecos de la llanura
no sabe la naturaleza buscar un remedio,
nada parece tener solución para las astillas húmedas,
ni aquel pasaje, bello y tranquilo, que me leía el abuelo,
pudo superar el recuerdo, para quedar amarrado al olvido.
El consuelo murió con la languidez del otoño,
no pudo encontrar el camino de después,
perdido está el germen del trigo por cambiar de color
y las flores olvidan su pigmento para fenecer
bajo un manto blanco y un techo de oscura insolencia.
Es viernes, desde la mirada más cercana
a la mayor de las lejanías,
es viernes, vida mía, y la aurora está callada,
el silencio abrazado a la faz de la montaña,
y las astillas de mi piel, sajadas en la carne,
henchidas de dolor y enredadas en la garganta.
Todo sigue girando alrededor,
dominado por la ausencia de un ayer sin hoy,
acosado por el sentimiento que las horas derrite,
sigo enamorado a pesar del veneno de la agonía,
la brisa que no se cansa de voltear tu voz,
la luz que se atormenta en la lontananza de tu ausencia.
En este viernes tan solo llueven guirnaldas negras,
con la desierta paz de la desnudez de tu alma.
Viernes,
la ribera del río llora en su margen sereno.
con el mundo calcinado a los pies del polvo,
el dolor enajenado abrazado a un frío carámbano,
las ramas dormidas envueltas en un blanco inmaculado,
y un horizonte ebrio con sus senos helados.
Es lejano el ardor de las nubes oscuras,
violenta la lengua de un viento que rompe la lentitud del misterio,
busco la sangre que a mis venas riega,
el bosque sin calor que se ahoga en la miseria,
aquellos cristales en donde las miradas se agrietaban
mientras rezaban las aves perturbadas por no poder volar.
Y en los recovecos de la llanura
no sabe la naturaleza buscar un remedio,
nada parece tener solución para las astillas húmedas,
ni aquel pasaje, bello y tranquilo, que me leía el abuelo,
pudo superar el recuerdo, para quedar amarrado al olvido.
El consuelo murió con la languidez del otoño,
no pudo encontrar el camino de después,
perdido está el germen del trigo por cambiar de color
y las flores olvidan su pigmento para fenecer
bajo un manto blanco y un techo de oscura insolencia.
Es viernes, desde la mirada más cercana
a la mayor de las lejanías,
es viernes, vida mía, y la aurora está callada,
el silencio abrazado a la faz de la montaña,
y las astillas de mi piel, sajadas en la carne,
henchidas de dolor y enredadas en la garganta.
Todo sigue girando alrededor,
dominado por la ausencia de un ayer sin hoy,
acosado por el sentimiento que las horas derrite,
sigo enamorado a pesar del veneno de la agonía,
la brisa que no se cansa de voltear tu voz,
la luz que se atormenta en la lontananza de tu ausencia.
En este viernes tan solo llueven guirnaldas negras,
con la desierta paz de la desnudez de tu alma.
Viernes,
la ribera del río llora en su margen sereno.