Ramón Carballal escribió:
No es un anuncio, es la miel de una sombra,
las pisadas de un gong que no teme el crepúsculo,
la noche o la duda.
A través de los cristales de un río,
conmovida por los surcos de un viaje
al dolor.
Así, tú, tan parecida a una lágrima abierta
sobre los nenúfares del tiempo.
¿Qué es lo que claudica cuando las alas
ejercen su nombre? No lo pienses,
aquí estamos en el centro del misterio,
pisando playas, en medio de un puente llamado Carlos,
casi en el sur, entre fresas y calles sin labios,
junto a los bosques que aún sangran
como madres de la tierra.
Sí, acompáñame a los canales, tan perfectos,
con su soga de luces, París como una frente traicionada
-allí el episodio de los restaurantes inútiles,
salidas o entradas, palabras cuya geometría se vació en tejados,
después las crines que una isla puso en su féretro,
el azul cansado de perder pupilas-.
Nuestra libertad paga un precio de relojes sin alma,
volvamos a las plazas que nos nombran,
al sueño imposible de las aceras,
tengo en la mano un vaso de ceniza
y en él te reflejas, inmensa
como la noche.
Magnífico poema. Siempre es un deleite leerte, Ramón. Los tres últimos versos son la apoteosis. Me ha encantado la expresión "nenúfares del tiempo".
Saludos.