Surfeando enero
Publicado: Lun, 31 Mar 2025 15:38
Un niño pone en marcha el mundo,
aún suena lento el bronce de las campanas,
torpes los pies, fugaz un recuerdo.
Él ve más allá de la montaña,
de la caldera de los vientos, y enero
comienza a batir sus alas
llenando de su tiempo este errático silencio
de vuelo detenido, de herida transparencia.
El fuego transita en la morada de los astros,
el corazón nevado del bosque tiembla a la luz
de las estrellas.
Enero con el sol extramuros, el fulgor
de una promesa y su quebranto, el frenesí
suicida de las aguas, un invierno de rosas
petrificadas. El mar a la orilla de mis ojos
desbordado en su estatura. La galerna alfarería
de espumas. Un faro del que gotea una arteria de luz.
Enero como un paisaje derruido
que lleva en cada sombra de nube
el corazón helado de los pájaros.
Esa música de números con su geometría
de ángulos agudos que se eleva hasta el instante
mismo de la consagración de la tierra y el viento.
Un invierno de vino verde en la pupila, salvaje
e inocente, jirones ya sin flor de un viejo tronco
sobre el que alguien grabó un nombre y una fecha
que el tiempo ya no reconoce.
Enero un pedazo del álgebra de la vida y su sintáxis
de criaturas calladas, hogar e intemperie
de tantas voces sin eco, pero como una fábrica
de infinitos. Todo se vuelve olvido o misterio
sin porvenir. Una noche hizo de ti un nudo de estrellas
colgando de una cornisa en lontananza. Un sollozo
con niebla en la garganta, tibia raíz sin otra materia
que puedan esculpir mis manos.
El cielo un ave fría desplomándose en el atardecer
sobre estos níveos campos de luto. La luna que duerme
sobre cristales rotos. El viento que profana
la tierra no conoce otra lengua que la del extranjero.
Enero se sucede de continuo en la memoria de la lluvia,
rumor de vértebras y restos de alas.
aún suena lento el bronce de las campanas,
torpes los pies, fugaz un recuerdo.
Él ve más allá de la montaña,
de la caldera de los vientos, y enero
comienza a batir sus alas
llenando de su tiempo este errático silencio
de vuelo detenido, de herida transparencia.
El fuego transita en la morada de los astros,
el corazón nevado del bosque tiembla a la luz
de las estrellas.
Enero con el sol extramuros, el fulgor
de una promesa y su quebranto, el frenesí
suicida de las aguas, un invierno de rosas
petrificadas. El mar a la orilla de mis ojos
desbordado en su estatura. La galerna alfarería
de espumas. Un faro del que gotea una arteria de luz.
Enero como un paisaje derruido
que lleva en cada sombra de nube
el corazón helado de los pájaros.
Esa música de números con su geometría
de ángulos agudos que se eleva hasta el instante
mismo de la consagración de la tierra y el viento.
Un invierno de vino verde en la pupila, salvaje
e inocente, jirones ya sin flor de un viejo tronco
sobre el que alguien grabó un nombre y una fecha
que el tiempo ya no reconoce.
Enero un pedazo del álgebra de la vida y su sintáxis
de criaturas calladas, hogar e intemperie
de tantas voces sin eco, pero como una fábrica
de infinitos. Todo se vuelve olvido o misterio
sin porvenir. Una noche hizo de ti un nudo de estrellas
colgando de una cornisa en lontananza. Un sollozo
con niebla en la garganta, tibia raíz sin otra materia
que puedan esculpir mis manos.
El cielo un ave fría desplomándose en el atardecer
sobre estos níveos campos de luto. La luna que duerme
sobre cristales rotos. El viento que profana
la tierra no conoce otra lengua que la del extranjero.
Enero se sucede de continuo en la memoria de la lluvia,
rumor de vértebras y restos de alas.