Es a Rafel, porque creo que, a pesar de ciertas controversias en las que me he visto envuelto, y que considero que todo se puede resolver con humildad, (fabricando palabras en otra dirección) recuerdo y tengo presente que no todo ha sido malo, sino que aquí en este foro, he aprendido mucho, aunque no todo lo ponga en práctica. Y he de decir que en ciertos momentos eché en falta algún apoyo o alguna mano amiga, pero también reconozco que a veces voy a ráfagas, y que soy chungo de tratar, y eso se trabaja solo con conocimiento de uno mismo, buscando dentro, no fuera. Y después de buscar mucho, rescato los buenos momentos, y este poema va con todo mi respeto, algo que ya tenía pendiente, y en otras ocasiones no fui capaz de hacerlo, porque no estaba realmente convencido. En fin, espero que sea de vuestro agrado, y sobretodo, que corresponda la labor y el trato para conmigo que ha habido en este foro, por parte de la Administración y l@s compañer@s. Gracias, por todo.
Había un gato negro,
debajo de la luna, con su séptima vida,
y un alma desquiciada gruñía
entre mis sábanas,
llevándose el insomnio a su terreno,
adonde lo que amo me hace anochecer.
Poco a poco disparo mi sombra,
de puerta en puerta,
sobre los adoquines,
no veo que yo sea el horizonte
de la noche,
pero se acabará en mis ojos,
como todas las cosas que enamoran,
y que no se planean.
Como la muerte, el tiempo que nos queda,
pertenece a los hombres,
pedimos,
sabemos lo que existe,
porque le damos vida.
Qué pasará si la palabra se vuelve contra mí,
¿le daré la importancia que merece?
O quizá por orgullo no la borre de las pautas;
ciego,
todo estaría más que emborronado…
Nadie me sustituye más que mi identidad
si estoy fuera de mí.
Permanece,
se acopla,
a la lista de errores
que encabeza la soledad
en bandada,
multitud,
soledad
en la expresión.
El sentimiento es mutuo…
Siempre…
El silencio no puede disfrazarse…
De nada…
Vuelve.
debajo de la luna, con su séptima vida,
y un alma desquiciada gruñía
entre mis sábanas,
llevándose el insomnio a su terreno,
adonde lo que amo me hace anochecer.
Poco a poco disparo mi sombra,
de puerta en puerta,
sobre los adoquines,
no veo que yo sea el horizonte
de la noche,
pero se acabará en mis ojos,
como todas las cosas que enamoran,
y que no se planean.
Como la muerte, el tiempo que nos queda,
pertenece a los hombres,
pedimos,
sabemos lo que existe,
porque le damos vida.
Qué pasará si la palabra se vuelve contra mí,
¿le daré la importancia que merece?
O quizá por orgullo no la borre de las pautas;
ciego,
todo estaría más que emborronado…
Nadie me sustituye más que mi identidad
si estoy fuera de mí.
Permanece,
se acopla,
a la lista de errores
que encabeza la soledad
en bandada,
multitud,
soledad
en la expresión.
El sentimiento es mutuo…
Siempre…
El silencio no puede disfrazarse…
De nada…
Vuelve.
