Tan solo, una sonrisa
Publicado: Mié, 12 Feb 2025 19:40
Hemos dado por perdida la vida.
Y en un carnet hemos fijado las fechas,
nada se reparte, nada repasa los días,
tan solo el volcán que irradia la sangre,
el fuego de nuestro cuerpo deteriorado
y la sumisión que voluntariamente hemos aceptado.
Da igual si eres adinerado,
si el viento te da frío,
o si el estómago te muerde en su vacío,
no somos felices porque no sabemos vivir.
Unos dan por perdida la vida
porque no saben administrar aquello que tienen,
les parece poco, o les sobra en abundancia.
Otros la dan por perdida
al darse cuenta que su lucha nunca gana batalla,
que su guerra está perdida
y su adiós nunca recibe un hasta luego.
Más está aquel que su pan es una corteza dura,
su agua, una botella sucia y atolondrada
que se llena en el grifo de una gasolinera,
su comida, la del gourmet del desecho de un cubo de basura,
o ese panecillo con una lata de paté
del sueldo de un plato de plástico en la puerta de un supermercado.
Pero a veces, este es el más feliz.
Le cubre el mismo cielo,
le ilumina el mismo sol,
le moja la misma lluvia
y respira el mismo oxígeno.
Tal vez, cuando se acueste en cualquier rincón,
en cualquier callejuela oscura y fría,
no tenga colchón, no posea manta y tenga frío.
Pero es posible, que mañana, nos regale una sonrisa,
con los ojos cansados, en silencio,
y dando gracias al cielo de que vuelva a cubrir su cuerpo.
Deberíamos aprender,
que la vida, la auténtica vida,
parte de una sonrisa.
Y en un carnet hemos fijado las fechas,
nada se reparte, nada repasa los días,
tan solo el volcán que irradia la sangre,
el fuego de nuestro cuerpo deteriorado
y la sumisión que voluntariamente hemos aceptado.
Da igual si eres adinerado,
si el viento te da frío,
o si el estómago te muerde en su vacío,
no somos felices porque no sabemos vivir.
Unos dan por perdida la vida
porque no saben administrar aquello que tienen,
les parece poco, o les sobra en abundancia.
Otros la dan por perdida
al darse cuenta que su lucha nunca gana batalla,
que su guerra está perdida
y su adiós nunca recibe un hasta luego.
Más está aquel que su pan es una corteza dura,
su agua, una botella sucia y atolondrada
que se llena en el grifo de una gasolinera,
su comida, la del gourmet del desecho de un cubo de basura,
o ese panecillo con una lata de paté
del sueldo de un plato de plástico en la puerta de un supermercado.
Pero a veces, este es el más feliz.
Le cubre el mismo cielo,
le ilumina el mismo sol,
le moja la misma lluvia
y respira el mismo oxígeno.
Tal vez, cuando se acueste en cualquier rincón,
en cualquier callejuela oscura y fría,
no tenga colchón, no posea manta y tenga frío.
Pero es posible, que mañana, nos regale una sonrisa,
con los ojos cansados, en silencio,
y dando gracias al cielo de que vuelva a cubrir su cuerpo.
Deberíamos aprender,
que la vida, la auténtica vida,
parte de una sonrisa.