
Quise escribirte un poema. Lo intenté,
tomé papel y garrapateé tu nombre.
Mirando a través de la ventana, me distraje.
Al volver... miré a las aves
que saltaban en el agua de la fuente.
Retomé la hoja, escribí otra vez tu nombre
y unos vocablos tiernos que no recuerdo.
Tachoné de estrellas el escrito.
Después rompí la hoja,
luminarias que terminaron en un cesto.
El calor apretaba. Ni una nube, ni una idea en el esplendido azul.
Desde mi ventana miré las flores en el jardín
y a un colibrí aleteando.
Sonó el teléfono, el identificador señaló que llamabas tú.
Nunca antes, nadie, fue tan oportuna. Sin contestar…
me olvidé de ti, del poema y salí a la vida.
¡Cómo disfrute de la primavera!