Inmersión
Publicado: Jue, 06 Feb 2025 23:50
INMERSIÓN
Escuela Experimental República de Guatemala Benigno Filomeno de Rojas
1966, Grado 4.º.
I. Santo Domingo.
Esa mañana el desayuno fue liviano y un par de horas más tarde que de costumbre. Lucían muy guapos. Poco antes de retirarse de la mesa, tía me llamó aparte:"Hoy, después de misa, vamos a almorzar con unos familiares de César que no conoces". "En mi ausencia no abras la puerta,no mires por las persianas,no abras la nevera". No cuestioné la hora de su regreso, no cuestioné mi tiempo ni mi lugar, ni mis huesos.Al cuarto domingo de ese mes, en la prima noche, se presentó Doña Carmen, la vecina de al lado. Tía abrió y vimos desde la sala que le hacía el gesto de 'ven' desde la galería.Con la puerta entreabierta, se escucharon algunas palabras: susto, tremenda, peligro, locura. Me lo presentía porque horas antes, en un instante en medio de mi salto— se escuchó una voz espantosamente gritar: "Ah, Dios mío".
II. Ósmosis.
¿Qué misterio de lluvia recogía el tanque? Me trepé en refajo y me quedé momentáneamente sobre el borde: una pierna primero, una risa tonta, un escalofrío tambaleándome, un sonido blanco me envolvió de pronto, y me zambullí, y las aguas se fueron templando. Conteniendo la respiración hasta abrir los ojos: ¡qué verde luminiscencia era su fondo! Me empiné a ratos a oler su musk tranquilo y descubriendo en la superficie una flota de indefensos gusanos. Me sumergí nuevamente en sus aguas suaves a hacer piruetas y contorsiones; no hubo nada que me sacara de mí. Para jugar con las emanaciones había que también gotear. Al buen rato subí hasta el lavadero y, para sorpresa mía, mis palmas y mis plantas eran como papel mojado. ¿Cómo se traza la felicidad en líquidas arrugas? Mi jirón de niebla, mi risa tonta.
III. Ousía.
Luego de mi descamación, trepé a la azotea desde el lavadero y mis tripas. Tendida, no miento, sobre un gigantesco papel de lija, aquel asfalto áspero que, de no haberlo sido, simplemente me hubiera quedado dormida. Arriba, el círculo del cielo, las formas tornadizas de las nubes, y... repentinamente oí atravesar mi pensamiento: entre Dios y yo solo hay un velo ardiente.
IV. Parkour: L'Art du Déplacement.
Regla #1: No abrir la puerta.Regla #2: No mirar por las persianas. Regla #3 y decisiva: No abrir la nevera. Se me ocurrió llegar hasta el patio de mi escuela; ¡ cuántos árboles frutales daban su fruto de gratis! Ya mirando en esa dirección, me acerqué al borde de la azotea y salté al otro techo, y al otro techo, al cuarto techo; frente a mí estaba el amplio patio de mi escuela. Oh, oh. Miré hacia abajo y vi el muro alto, pero que no alcanzaba la altura del techo. Haciendo esquina al muro, más alto que todos los techos, erguido y aleteando sus densas ramas, estaba el árbol de limoncillo, graciosamente cargado de ramilletes. Fue crítico si intentar aterrizar sobre el arco de un bloque de cemento o si lanzarme sobre las verdes y vaporosas ramas,y salté como saltan los monos. De caída fui agarrándome de blandas ramificaciones, y claro, de por lo menos un ramillete de limoncillos. Mi descenso fue tan rápido y mi hambre tan larga que, no bien me encontré en el suelo con los dientes, abrí el agridulce sabor. Hasta que no sentí mi estómago lleno de algodón,solo moví la boca. Ahora me tocaba subir y descubrir que el tronco del limoncillo era a prueba de algo, ya que su corteza estaba cubierta de espinas. Unos cuántos arañazos después,sobre una rama vibrante perdí la memoria y francamente no sé cómo regresé a casa de tía; hay un lapso dentro de otro lapso donde mi memoria no persiste. Obviamente, llegué, me desenredé el pelo, me puse ropa y la puerta de la calle se abrió justo a tiempo. Ellos reaparecieron por la puerta de enfrente,pero en sí no fueron ellos los que confirmaron mi presencia.
E. R. Aristy
Escuela Experimental República de Guatemala Benigno Filomeno de Rojas
1966, Grado 4.º.
I. Santo Domingo.
Esa mañana el desayuno fue liviano y un par de horas más tarde que de costumbre. Lucían muy guapos. Poco antes de retirarse de la mesa, tía me llamó aparte:"Hoy, después de misa, vamos a almorzar con unos familiares de César que no conoces". "En mi ausencia no abras la puerta,no mires por las persianas,no abras la nevera". No cuestioné la hora de su regreso, no cuestioné mi tiempo ni mi lugar, ni mis huesos.Al cuarto domingo de ese mes, en la prima noche, se presentó Doña Carmen, la vecina de al lado. Tía abrió y vimos desde la sala que le hacía el gesto de 'ven' desde la galería.Con la puerta entreabierta, se escucharon algunas palabras: susto, tremenda, peligro, locura. Me lo presentía porque horas antes, en un instante en medio de mi salto— se escuchó una voz espantosamente gritar: "Ah, Dios mío".
II. Ósmosis.
¿Qué misterio de lluvia recogía el tanque? Me trepé en refajo y me quedé momentáneamente sobre el borde: una pierna primero, una risa tonta, un escalofrío tambaleándome, un sonido blanco me envolvió de pronto, y me zambullí, y las aguas se fueron templando. Conteniendo la respiración hasta abrir los ojos: ¡qué verde luminiscencia era su fondo! Me empiné a ratos a oler su musk tranquilo y descubriendo en la superficie una flota de indefensos gusanos. Me sumergí nuevamente en sus aguas suaves a hacer piruetas y contorsiones; no hubo nada que me sacara de mí. Para jugar con las emanaciones había que también gotear. Al buen rato subí hasta el lavadero y, para sorpresa mía, mis palmas y mis plantas eran como papel mojado. ¿Cómo se traza la felicidad en líquidas arrugas? Mi jirón de niebla, mi risa tonta.
III. Ousía.
Luego de mi descamación, trepé a la azotea desde el lavadero y mis tripas. Tendida, no miento, sobre un gigantesco papel de lija, aquel asfalto áspero que, de no haberlo sido, simplemente me hubiera quedado dormida. Arriba, el círculo del cielo, las formas tornadizas de las nubes, y... repentinamente oí atravesar mi pensamiento: entre Dios y yo solo hay un velo ardiente.
IV. Parkour: L'Art du Déplacement.
Regla #1: No abrir la puerta.Regla #2: No mirar por las persianas. Regla #3 y decisiva: No abrir la nevera. Se me ocurrió llegar hasta el patio de mi escuela; ¡ cuántos árboles frutales daban su fruto de gratis! Ya mirando en esa dirección, me acerqué al borde de la azotea y salté al otro techo, y al otro techo, al cuarto techo; frente a mí estaba el amplio patio de mi escuela. Oh, oh. Miré hacia abajo y vi el muro alto, pero que no alcanzaba la altura del techo. Haciendo esquina al muro, más alto que todos los techos, erguido y aleteando sus densas ramas, estaba el árbol de limoncillo, graciosamente cargado de ramilletes. Fue crítico si intentar aterrizar sobre el arco de un bloque de cemento o si lanzarme sobre las verdes y vaporosas ramas,y salté como saltan los monos. De caída fui agarrándome de blandas ramificaciones, y claro, de por lo menos un ramillete de limoncillos. Mi descenso fue tan rápido y mi hambre tan larga que, no bien me encontré en el suelo con los dientes, abrí el agridulce sabor. Hasta que no sentí mi estómago lleno de algodón,solo moví la boca. Ahora me tocaba subir y descubrir que el tronco del limoncillo era a prueba de algo, ya que su corteza estaba cubierta de espinas. Unos cuántos arañazos después,sobre una rama vibrante perdí la memoria y francamente no sé cómo regresé a casa de tía; hay un lapso dentro de otro lapso donde mi memoria no persiste. Obviamente, llegué, me desenredé el pelo, me puse ropa y la puerta de la calle se abrió justo a tiempo. Ellos reaparecieron por la puerta de enfrente,pero en sí no fueron ellos los que confirmaron mi presencia.
E. R. Aristy