La purificación de los ojos

[Alejandro Costa]

Dame el agua que derramas por los rincones de los dedos.

Hay encinas que no saben leer el tiempo,
cuando la tarde ya se cobija y se viste lentamente de noche,
cuando no sabes que la hierba no está fresca,
no refresca la escarcha de los días,
ni las arañas se sienten amenazadas por la humedad.

Hay puertas que continúan cerradas
con las bisagras desnudas y el óxido incrustado en su historia,
lugares que a pesar de su vejez aún se encuentran en pie;
hay paredes que se arrugan dándoles miedo el futuro,
a pesar de que un tragaluz astillado ya no filtra la luz,
pero le deja romper la opacidad del cristal desgastado.

No hay vientres que sientan placer,
porque el placer se quedó encerrado en las miserias del recuerdo,
como el oro que subsistió a la carne podrida,
y hoy, tan solo es herida de muchos vientos de otoño,
no queda mar capaz de limpiar un fondo al que la lluvia no pudo llegar.

Ayer no es más que un día pasajero,
ceniza de un brasero que calentó nuestro sumiso cuerpo,
dibujó brasas con esqueletos de árboles,
abrigó la frialdad de la mente
para dejarnos ver el desorden dantesco,
que, en procesión infinita,
arrastró cadenas sin conocer el rumbo que tomar.

Dame el agua que derramas,
que necesito purificar los ojos del miedo.

Deja que los rincones de los dedos se llenen de tierra,
mientras escarbas el hoyo
donde esconder los cuerpos callados.

[xaime oroza carballo]

Dame el agua que derramas por los rincones de los dedos.

Hay encinas que no saben leer el tiempo,
cuando la tarde ya se cobija y se viste lentamente de noche,
cuando no sabes que la hierba no está fresca,
no refresca la escarcha de los días,
ni las arañas se sienten amenazadas por la humedad.

Hay puertas que continúan cerradas
con las bisagras desnudas y el óxido incrustado en su historia,
lugares que a pesar de su vejez aún se encuentran en pie;
hay paredes que se arrugan dándoles miedo el futuro,
a pesar de que un tragaluz astillado ya no filtra la luz,
pero le deja romper la opacidad del cristal desgastado.

No hay vientres que sientan placer,
porque el placer se quedó encerrado en las miserias del recuerdo,
como el oro que subsistió a la carne podrida,
y hoy, tan solo es herida de muchos vientos de otoño,
no queda mar capaz de limpiar un fondo al que la lluvia no pudo llegar.

Ayer no es más que un día pasajero,
ceniza de un brasero que calentó nuestro sumiso cuerpo,
dibujó brasas con esqueletos de árboles,
abrigó la frialdad de la mente
para dejarnos ver el desorden dantesco,
que, en procesión infinita,
arrastró cadenas sin conocer el rumbo que tomar.

Dame el agua que derramas,
que necesito purificar los ojos del miedo.

Deja que los rincones de los dedos se llenen de tierra,
mientras escarbas el hoyo
donde esconder los cuerpos callados.

Me ha encandilado el bello ritmo del aliento que transmite tu verso largo. Gracias, compañero.
Saúde e unha aperta.

[Ana Muela Sopeña]

Un poema profundo que apetece volver a leer, Alejandro:

Me lleva por lugares psicológicos muy interesantes. Todo lo que cuentas es de mucha sensibilidad y sabiduría.

Felicitaciones
Un beso
Ana

[Alejandro Costa]

Dame el agua que derramas por los rincones de los dedos.

Hay encinas que no saben leer el tiempo,
cuando la tarde ya se cobija y se viste lentamente de noche,
cuando no sabes que la hierba no está fresca,
no refresca la escarcha de los días,
ni las arañas se sienten amenazadas por la humedad.

Hay puertas que continúan cerradas
con las bisagras desnudas y el óxido incrustado en su historia,
lugares que a pesar de su vejez aún se encuentran en pie;
hay paredes que se arrugan dándoles miedo el futuro,
a pesar de que un tragaluz astillado ya no filtra la luz,
pero le deja romper la opacidad del cristal desgastado.

No hay vientres que sientan placer,
porque el placer se quedó encerrado en las miserias del recuerdo,
como el oro que subsistió a la carne podrida,
y hoy, tan solo es herida de muchos vientos de otoño,
no queda mar capaz de limpiar un fondo al que la lluvia no pudo llegar.

Ayer no es más que un día pasajero,
ceniza de un brasero que calentó nuestro sumiso cuerpo,
dibujó brasas con esqueletos de árboles,
abrigó la frialdad de la mente
para dejarnos ver el desorden dantesco,
que, en procesión infinita,
arrastró cadenas sin conocer el rumbo que tomar.

Dame el agua que derramas,
que necesito purificar los ojos del miedo.

Deja que los rincones de los dedos se llenen de tierra,
mientras escarbas el hoyo
donde esconder los cuerpos callados.

Me ha encandilado el bello ritmo del aliento que transmite tu verso largo. Gracias, compañero.
Saúde e unha aperta.

Gracias siempre a ti.

Me alegra que así lo vieras.

Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Acabó de leer varios buenos poemas antes de llegar al tuyo. Continúa la fiesta de la poesía al llegar a tus versos. Un lujo la lectura. Abrazos.

[Pilar Morte]

Me gustó mucho adentrarme en tus versos que rezuman sensibilidad y belleza. Felicidades.
Un abrazo grande y salud

[E. R. Aristy]

Dame el agua que derramas por los rincones de los dedos.

Hay encinas que no saben leer el tiempo,
cuando la tarde ya se cobija y se viste lentamente de noche,
cuando no sabes que la hierba no está fresca,
no refresca la escarcha de los días,
ni las arañas se sienten amenazadas por la humedad.

Hay puertas que continúan cerradas
con las bisagras desnudas y el óxido incrustado en su historia,
lugares que a pesar de su vejez aún se encuentran en pie;
hay paredes que se arrugan dándoles miedo el futuro,
a pesar de que un tragaluz astillado ya no filtra la luz,
pero le deja romper la opacidad del cristal desgastado.

No hay vientres que sientan placer,
porque el placer se quedó encerrado en las miserias del recuerdo,
como el oro que subsistió a la carne podrida,
y hoy, tan solo es herida de muchos vientos de otoño,
no queda mar capaz de limpiar un fondo al que la lluvia no pudo llegar.

Ayer no es más que un día pasajero,
ceniza de un brasero que calentó nuestro sumiso cuerpo,
dibujó brasas con esqueletos de árboles,
abrigó la frialdad de la mente
para dejarnos ver el desorden dantesco,
que, en procesión infinita,
arrastró cadenas sin conocer el rumbo que tomar.

Dame el agua que derramas,
que necesito purificar los ojos del miedo.

Deja que los rincones de los dedos se llenen de tierra,
mientras escarbas el hoyo
donde esconder los cuerpos callados.

Espléndido poema a la visión que podemos contemplar y que requiere que el ojo esté limpio de la malevolencia , la malicia. En cuanto te fue obvio que hay corrupción, empezaste a ver la realidad superior; la invidente visión de La Belleza misma. Un abrazo grande, Alejandro.

[Ricardo López Castro]

Buen poema, me ha gustado.
Sigues en una línea buenísima.
Parece que conozcas los atajos.
Sigamos aprendiendo pues.
Abrazos y felicidad.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Sin duda alguna uno de tus grandes poemas, amigo Alejandro, con un lenguaje poético con garra y imaginería muy depurada.

Todo un placer de lectura, querido amigo.

Un abrazo.

[Marisa Peral]

Sin duda, Alejandro, otro de tus grandes poemas, me alegro de encontrarlo hoy y te felicito de todo corazón.

Un beso.

[Alejandro Costa]

Un poema profundo que apetece volver a leer, Alejandro:

Me lleva por lugares psicológicos muy interesantes. Todo lo que cuentas es de mucha sensibilidad y sabiduría.

Felicitaciones
Un beso
Ana

Gracias, Ana.

Me alegra que así lo vieras.

Un beso.

[Alejandro Costa]

Acabó de leer varios buenos poemas antes de llegar al tuyo. Continúa la fiesta de la poesía al llegar a tus versos. Un lujo la lectura. Abrazos.

Gracias, Ramón.

Aprecio mucho tu comentario.

Un abrazo.

[Alejandro Costa]

Me gustó mucho adentrarme en tus versos que rezuman sensibilidad y belleza. Felicidades.
Un abrazo grande y salud

Gracias, Pilar.

Me alegra saberlo.

Un beso.

[Alejandro Costa]

Dame el agua que derramas por los rincones de los dedos.

Hay encinas que no saben leer el tiempo,
cuando la tarde ya se cobija y se viste lentamente de noche,
cuando no sabes que la hierba no está fresca,
no refresca la escarcha de los días,
ni las arañas se sienten amenazadas por la humedad.

Hay puertas que continúan cerradas
con las bisagras desnudas y el óxido incrustado en su historia,
lugares que a pesar de su vejez aún se encuentran en pie;
hay paredes que se arrugan dándoles miedo el futuro,
a pesar de que un tragaluz astillado ya no filtra la luz,
pero le deja romper la opacidad del cristal desgastado.

No hay vientres que sientan placer,
porque el placer se quedó encerrado en las miserias del recuerdo,
como el oro que subsistió a la carne podrida,
y hoy, tan solo es herida de muchos vientos de otoño,
no queda mar capaz de limpiar un fondo al que la lluvia no pudo llegar.

Ayer no es más que un día pasajero,
ceniza de un brasero que calentó nuestro sumiso cuerpo,
dibujó brasas con esqueletos de árboles,
abrigó la frialdad de la mente
para dejarnos ver el desorden dantesco,
que, en procesión infinita,
arrastró cadenas sin conocer el rumbo que tomar.

Dame el agua que derramas,
que necesito purificar los ojos del miedo.

Deja que los rincones de los dedos se llenen de tierra,
mientras escarbas el hoyo
donde esconder los cuerpos callados.

Espléndido poema a la visión que podemos contemplar y que requiere que el ojo esté limpio de la malevolencia , la malicia. En cuanto te fue obvio que hay corrupción, empezaste a ver la realidad superior; la invidente visión de La Belleza misma. Un abrazo grande, Alejandro.

Eres muy amable, Roxanne.

Tus valoraciones las guardo como un tesoro. Son muy importantes para mí.

Un beso.

[Alejandro Costa]

Buen poema, me ha gustado.
Sigues en una línea buenísima.
Parece que conozcas los atajos.
Sigamos aprendiendo pues.
Abrazos y felicidad.

Gracias, allá donde te encuentres.

Saludos.