Matinal
Publicado: Mié, 19 Nov 2008 2:10
[RIGHT]A Sara[/RIGHT]
I[RIGHT].[/RIGHT]Amo lo matinal de tus trayectos, la curva y la milicia de tus bragas, el lacio amanecer de tu peinado. Amo la voluntad de tu lenguaje que dobla su mutismo y arde como el día. Amo el vocálico desnudo de tus pliegues, el árbol y la siembra, lo yámbico del grito, el río en el descenso. Amo tu corazón y su contorno, el rumbo de la flecha que te cruza y que te nombra, la sed disuelta en animales del amor que yacen en lo oscuro. Amo la tónica rotunda de tu nombre, el fruto y la pureza de su rastro, lo célico inicial de los abecedarios que rasgan su postura. Amo lo que la roca o la jauría escribe, la estampa y el derrame, la tibia irradiación, los surcos y la espiga, tu cuerpo y la labranza de su luz. Amo el estanque ardiente y su fluido, el campo de tu aroma, la ciega gravedad de nuestra noche, la forma de la tierra y su derrumbe que enhebra en sílabas de amor la piel de nuestro cuerpo. [RIGHT].[/RIGHT][RIGHT].[/RIGHT]II[RIGHT].[/RIGHT]Hierve el acero en mí, el matinal sonido de tu nombre, la pulcritud exacta de tu sombra. Surgen lo animales y ronda el frío; la forma y el cincel en tu belleza nombra mi corazón, el tacto de la luz que al mundo precipita. De la fertilidad crecen las manos, los ritos en pureza del amor que anuncia el día, su nombre en el silencio. Y yo te habito como un puente, en la espesura de las aguas, en el estanque del zorzal herido, en lo interior de las vocales que arrojan su jauría. Nombro tu desnudez como la sílaba y el hambre, bajo las alas del invierno que cruje en la insistencia, en la raíz del musgo y tus pezones, en el aceite agónico del alba...III[RIGHT].[/RIGHT]Lo matinal se inicia en tu palabra, en la primera imagen de tu sombra: hay líquidos poblándose en tus patios, crepúsculos que cruzan y te aluden. Hay una habitación de musgos y rebaños que pastan, lazos del corazón que inscribe su verdad. Hay signos y cortinas que se rompen, los límites del aire y la impureza, el ruedo de los siglos bajo el agua. Está mi soledad y los volcanes, el ácido que irrumpe, la luz con sus mitades envolventes. Está la orilla fértil de la música y tu secreto lirio. Está el aroma púbico del viento, los últimos cuchillos en los labios, y el canto victorioso de la tregua. Están las médulas que caen, y están tus venas en mi edad: tu rastro al fin ardiendo en la agonía. [RIGHT].[/RIGHT][RIGHT].[/RIGHT]IV[RIGHT].[/RIGHT]Lanzo en los puentes toda la humedad. Hay musicales números, el aire matinal y la ceniza, el ruido y tu contorno en desnudez. Las hélices del día asoman: terrenos, pequeños habitáculos de ti cruzando la ciudad, abriendo el corazón y toda carne. Oigo las militares fuentes, la cálida espesura del abismo, el agua, las alas de esta luz y tus caderas. No digo ya del mundo, sino el sustento celestial. Así es la desnudez: tres sílabas y yo, pendiendo de la flora que transcurre. [RIGHT].[/RIGHT][RIGHT].[/RIGHT]
I[RIGHT].[/RIGHT]Amo lo matinal de tus trayectos, la curva y la milicia de tus bragas, el lacio amanecer de tu peinado. Amo la voluntad de tu lenguaje que dobla su mutismo y arde como el día. Amo el vocálico desnudo de tus pliegues, el árbol y la siembra, lo yámbico del grito, el río en el descenso. Amo tu corazón y su contorno, el rumbo de la flecha que te cruza y que te nombra, la sed disuelta en animales del amor que yacen en lo oscuro. Amo la tónica rotunda de tu nombre, el fruto y la pureza de su rastro, lo célico inicial de los abecedarios que rasgan su postura. Amo lo que la roca o la jauría escribe, la estampa y el derrame, la tibia irradiación, los surcos y la espiga, tu cuerpo y la labranza de su luz. Amo el estanque ardiente y su fluido, el campo de tu aroma, la ciega gravedad de nuestra noche, la forma de la tierra y su derrumbe que enhebra en sílabas de amor la piel de nuestro cuerpo. [RIGHT].[/RIGHT][RIGHT].[/RIGHT]II[RIGHT].[/RIGHT]Hierve el acero en mí, el matinal sonido de tu nombre, la pulcritud exacta de tu sombra. Surgen lo animales y ronda el frío; la forma y el cincel en tu belleza nombra mi corazón, el tacto de la luz que al mundo precipita. De la fertilidad crecen las manos, los ritos en pureza del amor que anuncia el día, su nombre en el silencio. Y yo te habito como un puente, en la espesura de las aguas, en el estanque del zorzal herido, en lo interior de las vocales que arrojan su jauría. Nombro tu desnudez como la sílaba y el hambre, bajo las alas del invierno que cruje en la insistencia, en la raíz del musgo y tus pezones, en el aceite agónico del alba...III[RIGHT].[/RIGHT]Lo matinal se inicia en tu palabra, en la primera imagen de tu sombra: hay líquidos poblándose en tus patios, crepúsculos que cruzan y te aluden. Hay una habitación de musgos y rebaños que pastan, lazos del corazón que inscribe su verdad. Hay signos y cortinas que se rompen, los límites del aire y la impureza, el ruedo de los siglos bajo el agua. Está mi soledad y los volcanes, el ácido que irrumpe, la luz con sus mitades envolventes. Está la orilla fértil de la música y tu secreto lirio. Está el aroma púbico del viento, los últimos cuchillos en los labios, y el canto victorioso de la tregua. Están las médulas que caen, y están tus venas en mi edad: tu rastro al fin ardiendo en la agonía. [RIGHT].[/RIGHT][RIGHT].[/RIGHT]IV[RIGHT].[/RIGHT]Lanzo en los puentes toda la humedad. Hay musicales números, el aire matinal y la ceniza, el ruido y tu contorno en desnudez. Las hélices del día asoman: terrenos, pequeños habitáculos de ti cruzando la ciudad, abriendo el corazón y toda carne. Oigo las militares fuentes, la cálida espesura del abismo, el agua, las alas de esta luz y tus caderas. No digo ya del mundo, sino el sustento celestial. Así es la desnudez: tres sílabas y yo, pendiendo de la flora que transcurre. [RIGHT].[/RIGHT][RIGHT].[/RIGHT]