Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
- Julio Arroba
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Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Antes de nada, no me tenga muy en cuenta el tono elegíaco de esta carta que ahora le escribo, y que ya le debía.
Me pregunta si faltan poetas en estas tierras olvidadas de la mano de Dios. La realidad es que, según he podido consultar por mediación de algunos amigos funcionarios, apenas si quedan espacios para individuos de otras ocupaciones.
Los poetas hemos sido nómadas desde los ya lejanos —vale decir: irremontables— tiempos de Orfeo. A usted le dejo el completar la prueba de esta afirmación mía mediante su propia experiencia. De nada valdría que yo esgrimiera alguna de mi cosecha, pues no es materia ésta en la que la fuerza del argumento descanse en, digamos, una superposición de su carne con la mía, sino del fuego que le es inherente a cada uno, amén de que, como por largos años llené mis sentidos con sólo un teatro conocido por mí, apenas podría señalarle nada de provecho.
Le aseguro, en fin, que aquí no se está mal del todo. La inquina que se tiene contra esta oscura planicie allá arriba no admite más justificación que la que un astrólogo podría argüir para proclamarse filósofo. Aunque esto último fuera, de hecho, lo corriente en el pasado, cuando sus presagios equivalían en exactitud a nuestros modernos partes meteorológicos.
Absténgase, se lo suplico, de pensar en mí con medrosos ojos. No me eleve, cuando alguna lejana tierra la incite a leerme, a la condición de lenguaje. Le prometo que es esa la única traducción impracticable; con todas las otras, en cambio, estaría dispuesto a hacer alguna concesión.
Suyo, desde el vapor a lo sólido,
F.»
- Ana García
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Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
No hace mucho yo hablaba con S. sobre el perdido tiempo y de cada uno de los instantes que fueron impulso y dieron pie a la posterior creación de humildes poemas y cuentos. Tarea compleja y no pocas veces confusa.
Ocios de la juventud, los titulaban viejos poetas ya extintos.
Todavía hoy, y con la salud mermada, las mismas coordenadas me son fieles y constantes.
¡Qué joven era y cuánta cuartilla destrozada al lado de la lima de uñas!
Me observo a mí misma evadiéndome en el cuento durante el fatigoso y obligatorio rosario de las tardes de costura en el colegio de monjas.
Mi adolescencia y la imaginación han sido más que un tópico literario, una solución. Lo fue. Usted, mi buen amigo, lo sabe: duelos esproncedianos.
Tal y como le dije a Saramago se lo transmito a usted:
La poesía ha sido, es y será la otra vida libre, la más apasionante y arriesgada libertad del hombre en sus palabras.
He dicho.
- Julio Arroba
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Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Apreciada amiga:
Sabrá entonces que quien desdeña su imaginación pierde de vista su única cualidad arcana: la de hacerse una con aquellos átomos de que hablara Epicuro, gran maestro de poetas.
No soy yo, deje que le diga, partidario de consuelos. La belleza de un recuerdo depende grandemente de todo eso que no encierran sus límites; de delicias apuntadas —de hecho, apuradas— por un placer o un dolor vigente.
Cierto poeta italiano observó que las evocaciones resultan a algunos fatales. Pero, aunque usted no me lo crea, no está mi ánimo tan constreñido por estas tortuosas vías que no siga creyendo en el carácter único de cada vuelta al sol —una sola equivale a todo un año, bien visto.
Llámelo usted como quiera; es un estado que, así lo creo, me sobrepasa. De mí en vida solían brotar hombres como de Carrara las visiones del escultor. Solo ahora, no estando arriba, puedo afirmar esto sin vanidad: tantos fui que, perdida pronto la cuenta de su número, me dispersé sin vuelta atrás entre aquellos que habitan las azoteas y los adoquines de Lisboa.
Quizá la evasión poética lo sea menos que todas las otras. Poemas y cuentos nos remontan a hombres y mujeres ya vividos, pero de algún modo aún actuales. Leyéndolos los replicamos como un eco sin fondo, como flechas en sentido inverso; en ellos somos su sensualidad, su cobardía, su magnanimidad, sus enfermedades, sus viajes, sus quebraderos.
Sobre su última frase, tan acertada en mi sentir, alguno le reprocharía que «vivir en las palabras» no deja de ser, en el mejor de los casos, un oxímoron. Desconoce ese que solo existen excesos de gramática. Ya habrá visto usted que la poesía es a la vida lo que una protolengua a sus ramas.
Un abrazo de su sincero amigo,
F.
P. S. Desde su llegada, S. no ha dejado de acicatearme con preguntas. Le he pedido que me dé noticias de usted cuando proceda. Con ello quiere, ironías de la vida, regatear».
-
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Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Solo un minuto para deciros que este post es un tesoro. Paso de puntillas por su grandeza. No me respondáis, por favor; seguid, seguid con este ejercicio de sensibilidad y talento.
Os leo con auténtico fervor.
- Ana García
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Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Mi estimado:
La tristeza, compañera y amarga, invade como el mar mis ojeras.
Anoche me dormí recordando una flor de fuego y su casa en ruinas.
Amalgama de recuerdos. El brillo de sus ojos cuando me contaba, imitando a Sócrates, que los poetas debiéramos ser castigados por los dioses: “Nada más contradictorio y menos sensato que esa cofradía”. “La palabra escrita es un pésimo vehículo para la comunicación”. “Los hombres públicos deben prohibir la escritura”.
Para que luego hablen de su seriedad. ¡Me río yo!
Extraño terriblemente esas tardes de otoño.
Quiero contarle un extraño sueño que me ha acosado esta noche:
Se abre el enorme portón de su casa y un grupo de jinetes hemos penetrado enarbolando como bandera una botella de vino rojo. Yo iba en cabeza, ¡No me iba a perder la fiesta! Llevaba un grito levemente inclinado al alarido.
La escena es algo confusa puesto que mi interés principal era salvar ese horrible espejo veneciano que a usted tanto le gusta y que a mí me espanta.
En ese momento le veo que toma unas flores del jarrón de la entrada y se las ha ofrecido a mi caballo que intentaba mordisquearle su chaqueta.
Me he bajado del caballo y he observado al poeta que vive dentro de mí, refugiarse, buscando un rincón entre la lámpara de pie y un montón de libros, donde pasar desapercibido. Ha sido entonces cuando he visto avanzar, muy lentamente, las manecillas del reloj.
Estaba ausente, casi vacío, mientras el poeta —no yo— desplegaba su heroica sonrisa y tomaba un clavel.
Una sombra, que yo creo que fue S., me susurraba al oído que alguien estaba fumando marihuana.
Pero veía al poeta con su clavel y su mano cerrándose y la sombra irritada levantando la voz.
Vi los ojos de Saramago en la oscuridad, emergiendo. Había llegado en avión para reclamar su cosecha o su pan o quién sabe.
Así que armándome de valor he pasado entre los jinetes y le he hablado así:
Ella te va a acariciar las nalgas.
Ella te va a tomar de la mano.
Ella nos recibe de noche siempre.
Nos toma delicadamente hasta hundirnos para siempre en el olvido, terrible, cruel y gélida muerte.
Lentamente los alaridos se han convertido en música lejana. Los caballos han permanecido estáticos. Ha soplado la brisa y he abierto una ventana que daba al campo.
No hay mucho más que recordar. Recuerdo. En mi memoria hay un gallo mañanero y unos gigantes de pino que desde el bosque les veíamos.
Y recuerdo sus ojos llenos de desasosiego.
Espero que pueda darme la clave de este sueño.
Suya hasta el treinta de cualquier febrero.
- Julio Arroba
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Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Apreciada amiga:
Le confieso que he leído su última carta con asombro desacostumbrado.
Cada vez que yo sueño —como ve, no es esta actividad una condición privativa del hombre vivo—, recurro a la ayuda de un librito en dos tomos («Forschung über den unnachahmlichen Nullpunkt», Gotinga, 1642) que me proporcionara, hace tiempo, cierto colega alemán de nombre impronunciable a cambio de unas odas.
Reproduzco algunas citas textuales:
«La botella de vino rojo representa, desde los años del magisterio de Caleirodonte Medo, una bonanza acechante de aquellas que no consisten en la abundancia del gran metal, sino en la suerte del que mira al sol con casco victorioso». (I, 2, vv. 669-675).
«El espejo, injustamente vilipendiado por cierto sabio bairés, garantiza nuevos ciclos de descubrimientos para todos los que nutren el planeta; aquel que repudie su naturaleza no se sabrá con espalda sino muy tarde». (I, 12, vv. 1200-1206).
«De todos, es el caballo el animal más noble. Soñar con que se monta a un buen ejemplar significa que derroteros felices esperan en la albura, del otro lado del río. Sugerimos, antes o después de dicha circunstancia, elevar algún voto al Báquida». (II, 5, vv. 47-52).
Si el sentido de algunas de estas oraciones le ha parecido oscuro, acháquelo a mi alemán de bolsillo, más provisto de cortesías que de discursos.
En cuanto a la presunta implicación de Saramago en su soñar, no podría yo descartarla ni aún queriéndolo. Es éste un ser capaz de todo, si me lo pregunta, como por otra parte le podría probar a viva voz el doctor Ricardo Reis, que aún no se siente como en casa en estos dominios.
Suyo con afecto estrellado,
F.
P. S. Me comunica el anciano que, en esa tal muerte a la que usted se refiere, hay mucho más de Muerte que de sustantivo; que ella esconde hábitos, contraseñas, deseos, amores, canciones y pasos favoritos propios; que, si se la conjura, los hombres llegarán a la edad de Titono, gravísimo inconveniente que se encargó de ilustrar en cierta novelita suya.
- Marisa Peral
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Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Os sigo con mucho placer.
Abrazos.
Marisa Peral Sánchez
¡Nunca te dejes poner
el tornillo que te falta.
Corre y se feliz!
—-
- Ana García
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Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Inicio esta nota con su postdata. La gran Muerte, la podríamos llamar.
Romper el núcleo del “yo” y avanzar hasta el “nosotros” puede que sea la gran empresa que huye de la muerte más adjetiva. Es peor sentirse muerta que estarlo, o eso creo.
Y tal vez ese intento se resuelva escribiendo poemas de amor que es lo que me pasa últimamente. Solo aparece en mi horizonte cierto aire romántico.
La realidad es algo contradictorio, querido amigo. El realismo en mi estado actual es una palabra mágica. Pero como tal magia resulta peligrosa. Mojarte en ella es fácil pero meter las manos es lo difícil.
¡Qué difícil es esta lucha mía! Porque se escapa del tema literario, y me pilla a calzón quitado y llorando en el lugar más insospechado.
El mismo anciano me dijo una vez —con una juvenil violencia—: “Los malos poetas, los embaucadores de la palabra, los payasos ilusionistas han atendido más a cómo hay que decir las cosas que a las cosas mismas”.
¡Ese es el gran engaño que nos comemos con patatas!
Las relaciones han cambiado, pero ellos siguen repitiendo con hermosas y difíciles palabras los conceptos que del amor, la muerte y la vida que ya tenían los perros de antaño.
Los sentimientos eternos: el amor y la angustia. He aquí todo.
En estos tiempos es muy útil el manejo de una lengua artificiosa, elaborada con trampas y arte.
Menos mal que aún quedan poetas y personas como usted que se alejan de este mundo y no desconfían de la belleza clásica y viven con pasión el descubrimiento de todo arte vital.
De esa forma no se está muerto en vida.
Bella esta noche que me inspira una nueva carta. Veremos que fibras toca en la hora bruja.
P.D.: en una imagen se aprecia un buen libro de lectura: Madrid, 1987.
- Julio Arroba
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Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Apreciada amiga:
No se equivoca usted en sus averiguaciones.
Tengo dicho en alguna parte —mi memoria está siendo, a este respecto, esquiva— que las ideas no superan en sustancia a los más humildes telares.
Hay, por ejemplo, en el amor de Dante por Beatriz, un componente auténtico y otro acaso puramente heredado del pasado: el primero le viene de hallar a aquella en la inmensidad de los cielos nocturnos —«Chiaro mi fu allor come ogne dove / in cielo è paradiso»—; el otro, de significarla como alguna otra cosa, de introducir en su existencia un hálito que no es de aire.
Pudiéramos, aún más, remontarnos a griegos y romanos. Unos y otros se situaron ante sus vidas procediendo como quienes están destinados a estructurar una realidad completa, pero inacabada. Sus conquistas militares, cuantiosas y de no poco heroísmo, los indujeron a tomarse por hacedores alentados por dioses.
No conocieron a sus otros. Empecinados en su determinación de ser los primeros en todo, no conocieron a quienes eran sus iguales; tan fue así que no las sospecharon siquiera como posibilidad. Al racionalizar la vida que tenían delante de sí, se autoproclamaron sujetos a una perfección por lo demás inexistente.
(Por esto soy de los que opinan que quienes repiten tales ideas tarde o temprano tropezarán con la sombra de Homero, primera pieza en aquel cíclico dominó).
S. ha tenido a bien discutir conmigo sobre la significancia de su Muerte. Ella es la desdeñada por los otros siglos, la verdaderamente amante. Su nombre permea todos los nombres —todos ellos, incluidos el suyo y el mío, no son más que de la arena—, pero no como categoría filosófica ni como rótulo antropológico, sino como memoria hecha de la luna imantada en la carne, de consunciones y polifonías en los cuerpos.
Hágase, pues, una con lo romántico. Húndase, toda, en su extraña materia. Tenga muy en cuenta que el llanto no es —no puede ser— anomalía; y vuélvase a su corazón como un mito al oído.
Suyo, desde muchas noches,
F.
- Ana García
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- Registrado: Lun, 08 Abr 2019 22:58
Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Y yo me paré en seco. Ellos tienen más miedo que yo.
Hoy, sin querer, me puse a recordar y a demostrar los viejos juegos de niños y no pensé en mi falta de equilibrio actual.
Por un momento me olvidé de mi yo y una enorme sonrisa apareció en mi cara. ¡Qué feliz he sido por unos minutos! Y cómo se rompe todo por una simple frase. Palabras, palabras, palabras...
Hay, por ejemplo, en el amor de Dante por Beatriz, un componente auténtico y otro acaso puramente heredado del pasado: el primero le viene de hallar a aquella en la inmensidad de los cielos nocturnos —«Chiaro mi fu allor come ogne dove / in cielo è paradiso»—; el otro, de significarla como alguna otra cosa, de introducir en su existencia un hálito que no es de aire.
Estos dos se hubieran evitado mucho sufrimiento si hubieran mirado dentro de una llama.
Recuerdas un cuento en el que una niña llegaba a la felicidad mirando el resplandor de sus cerillas. Entonces parece que esa fantasía de Andersen puede cobrar vida en mí, que me convierto en una pequeña cerillera y las llamas de las velas son las cerillas de mi vida, que se van agotando poco a poco.
Hay algo extraño en la noche de hoy. Las velas son como personitas, y el tiempo parece que no existe. O, si existe, está detenido, porque las velas parecen pintadas en un cuadro, como linternas, no se mueven las llamas. Me miran, y casi parece que quisieran tener bracitos para decirme "ven, dame la mano. Vamos a jugar al corro". Parecen un pequeño ejército dispuesto a que les cuenten cuentos. Pequeñas almas en busca de un autor.
Debería estar borracha para que este momento fuera mágico de verdad.
Esta noche no me puedo caer porque te estoy contando un cuento F.
Si ahora me pusiera a releer esa leyenda de Bécquer -"El monte de las ánimas"-, creo que podría llegar mucho más allá de donde casi nadie vuelve. Y podría decir que he estado allí aunque todo el mundo pensaría que es una alucinación. Menos tú, que no piensas en mi locura. No vas a volver nunca pero, estás muy vivo en estas cartas. ¡Qué cosas tiene la no-vida!
¡Si pudieras encontrarte, a propósito, con Bécquer podrías decirle que ya no creo en el amor. Que sus poemas, aunque maravillosos, ya no me salvan de las llamas!
Una noche cualquiera.
- Julio Arroba
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- Registrado: Dom, 28 Jul 2024 2:00
Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Apreciada amiga:
No sé yo si de la consideración de mis experiencias mundanas pueda extraer para usted, en esta carta, alguna luz valedera. Sabe que tratándose de amor me siento incapaz de obrar en cualquiera de las direcciones sugeridas por la ciencia de la mente; pero, con todo, me arrojaré a la arena como el gladiador que no soy, ya que me puede su afecto.
No se trata, como acaso piense que le diré, de hundir los pies en las aguas del Leteo. Ahora que con los míos anduve hace algún tiempo por ahí, movido por una curiosidad un tanto ajena a mis ansias de límites, deje que le cuente que las historias antiguas exageraban harto sus virtudes.
Los más de ochenta hombres que fui, más alguna mujer agraciada que modeló mi sueño en un delirio, siguieron interpolándose sobre mi sombra como es habitual, indiferentes a mis deseos de separar mi humanidad de ellos.
Puede que a eso se refiera usted cuando me habla, relatándome un cuento bien traído, del efecto de una llama reflejada. Quizás, si es que estoy aquí, si es que no estoy hecho de meras impresiones proyectadas por una red de máquinas, mi ser no conste de otra cosa que de simple fuego liberado.
Si tal fuera el caso, ¡enhorabuena por esta constitución dotada de brazos, cabeza, piernas, pigmentos, órganos dromedarios y metas falaces! De éstas últimas habría que recordar que las traemos a modo de anacronismos, de caracteres mayormente inútiles que alguna vez, entre amenazas, definieron al animal escurridizo morador de nuestras ambiciones.
Mas líbrese usted, amiga entrañable, de no creer inflexiblemente en el amor. Me animo a aconsejárselo, sí, contra mi historial, tan decidor por otra parte, de timideces y ausencias. Inclínese, sonriéndose como una oceánide en su fuente, a tomarme por un insensato por esta pretensión mía de persuadirla de decidir con alguna libertad; de cierto sé tan solo que no puedo dejar de recomendarle que proceda, en las cosas del amor, como no sabiendo.
Suyo, desde la misma noche redondeada,
F.
- Ana García
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- Registrado: Lun, 08 Abr 2019 22:58
Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Gracias por permitirme entrar en tu rinconcito sin pedirte permiso.
Tus conocimientos sobre tus lecturas y tú amplio vocabulario me superan con creces.
He disfrutado un montón con estas idas y venidas. Los escritores que hemos nombrado estarán sonriendo desde sus tumbas.
Muchas gracias, de nuevo. Ha sido todo un placer.
Un fuerte abrazo.
- Julio Arroba
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- Registrado: Dom, 28 Jul 2024 2:00
Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Es maravilloso que la ficción nos permita estas aproximaciones a vidas que ya fueron, a vidas de algún modo tan próximas.
Pessoa el ortónimo siempre andaba con el pasado de todos los hombres en la espalda. Pero él sabía oscuramente que era mucho más que lo que otros hicieron y pensaron, y así fue.
Muchas gracias por este regalo. A ti y a quienes nos han estado leyendo.
Un fuerte abrazo de vuelta.
-
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- Registrado: Mié, 16 Mar 2011 16:36
Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Una abraçada.
- Julio Arroba
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- Registrado: Dom, 28 Jul 2024 2:00
Re: Carta lisboeta hallada en el fondo de un morral
Estas bellísimas palabras tuyas las recibo con una inmensa sonrisa, estimado Julio.Julio Bonal escribió: ↑Mar, 04 Mar 2025 18:56 Lástima el cierre de esta notabilísima relación epistolar abierta, saturada de decir creativo e imaginería hermosa: intensa la palabra de Ana; elgantísima la emoción y el mostrarse de la de Julio. Habéis cruzado, a mi entender y al menos en Alaire, un umbral. Este lector ha metido, no sólo las manos, sino el cuerpo entero en las letras.
Una abraçada.
Gracias por estar. ¡Un abrazo grande!