Ciudad iluminada

[Ana Muela Sopeña]

La gente avanza alegre
por la ciudad de luces navideñas.

Se respira esperanza
en los escaparates
donde los maniquíes se emborrachan.

La sonrisa de un niño que nos mira
dentro de los recuerdos de la infancia.

Se escuchan villancicos cada hora
en la plaza Moyua.
Comparto con personas nunca vistas
el pequeño espectáculo del cono
que cambia sus colores con la música.

Contemplo ojos de asombro en transeúntes
y voces expectantes de ilusiones.

Una voz en la sombra
me susurra al oído
que todo es un teatro de cartón,

como un circo de lluvia
sumergido en la máquina del tiempo.

Hay grutas con letreros luminosos
en aceras que vuelven a ser dulces.

Deambulo por las calles de Bilbao
y percibo en los árboles
una complicidad en el silencio.

El ritmo de diciembre se delata
en turrones antiguos
de las pastelerías del pasado.

Este invierno es de frío, viento y lluvia,
nos tiene capturados con sus códigos
que habitan en las páginas de un libro.

La Gran Vía se ha vuelto azul cobalto,
porque todas sus ramas
se han vestido con luces de la noche.

Hay un río de adornos en las plazas,
guirnaldas consagradas a lo bello
y un camión de regalos escondidos.

Los bares están llenos.
Hay cenas de trabajo
en los restaurantes sugeridos.

Todo brilla en los parques infinitos.

Las farolas parecen más pequeñas
al contraste con bombillas de las fiestas.

Semáforos que buscan
a los solitarios de los sueños.

Cada hora nocturna es un obsequio
para los caminantes de la nada.


Ana Muela Sopeña

[Ramón Carballal]

Has hecho una lúcida radiografía poética de tu ciudad iluminada por las luces de la Navidad. Tienes una habilidad especial para convertir la capacidad de observación en buena poesía. Un gusto leerte. Te deseo felices fiestas.

[Ana Muela Sopeña]

Gracias, Ramón, me alegra que te gusten estos versos.

Un fuerte abrazo
Ana

[Armilo Brotón]

¡Qué envidia me das querida Ana! Genial esta forma de versificar con tanto ritmo y buen hacer, los pasajes urbanos.
Un beso y que pases un gran día

[Ana Muela Sopeña]

Es un lujo tenerte como lector, Armilo:

Un placer saber que te ha gustado...

Un beso enorme
Ana

[Ana García]

Y tú estás ahí para contarlo. Eres la fotógrafa de la poesía urbanita. Nos permites ver lo que tus ojos recogen. Un caleidoscopio de estampas. Bilbao se viste de gala como todas las demás ciudades.
Caminas dando vida a las farolas.
Un beso y un abrazo enorme por llevarme de la mano por tu ciudad.

[xaime oroza carballo]

Todo se desencadena en los últimos siete versos, como canción del salto de agua, contrapunteando la efímera luz de las alas transparentes de las ninfas.
Gracias, Ana.

Bicos.

[Hallie Hernández Alfaro]

La gente avanza alegre
por la ciudad de luces navideñas.

Se respira esperanza
en los escaparates
donde los maniquíes se emborrachan.

La sonrisa de un niño que nos mira
dentro de los recuerdos de la infancia.

Se escuchan villancicos cada hora
en la plaza Moyua.
Comparto con personas nunca vistas
el pequeño espectáculo del cono
que cambia sus colores con la música.

Contemplo ojos de asombro en transeúntes
y voces expectantes de ilusiones.

Una voz en la sombra
me susurra al oído
que todo es un teatro de cartón,

como un circo de lluvia
sumergido en la máquina del tiempo.

Hay grutas con letreros luminosos
en aceras que vuelven a ser dulces.

Deambulo por las calles de Bilbao
y percibo en los árboles
una complicidad en el silencio.

El ritmo de diciembre se delata
en turrones antiguos
de las pastelerías del pasado.

Este invierno es de frío, viento y lluvia,
nos tiene capturados con sus códigos
que habitan en las páginas de un libro.

La Gran Vía se ha vuelto azul cobalto,
porque todas sus ramas
se han vestido con luces de la noche.

Hay un río de adornos en las plazas,
guirnaldas consagradas a lo bello
y un camión de regalos escondidos.

Los bares están llenos.
Hay cenas de trabajo
en los restaurantes sugeridos.

Todo brilla en los parques infinitos.

Las farolas parecen más pequeñas
al contraste con bombillas de las fiestas.

Semáforos que buscan
a los solitarios de los sueños.

Cada hora nocturna es un obsequio
para los caminantes de la nada.


Ana Muela Sopeña

Intenso y hermoso, queria Anita.
Todo converge en la sangre de la poeta, en la magia bilbaína, en su derroche de interioridad luminosa.

Me ha emocionado, lo confieso.
Besos y, gracias mil por estar.

[Ana Muela Sopeña]

Agradezco tus palabras, Ana:

Un beso enorme
Ana

[E. R. Aristy]

La gente avanza alegre
por la ciudad de luces navideñas.

Se respira esperanza
en los escaparates
donde los maniquíes se emborrachan.

La sonrisa de un niño que nos mira
dentro de los recuerdos de la infancia.

Se escuchan villancicos cada hora
en la plaza Moyua.
Comparto con personas nunca vistas
el pequeño espectáculo del cono
que cambia sus colores con la música.

Contemplo ojos de asombro en transeúntes
y voces expectantes de ilusiones.

Una voz en la sombra
me susurra al oído
que todo es un teatro de cartón,

como un circo de lluvia
sumergido en la máquina del tiempo.

Hay grutas con letreros luminosos
en aceras que vuelven a ser dulces.

Deambulo por las calles de Bilbao
y percibo en los árboles
una complicidad en el silencio.

El ritmo de diciembre se delata
en turrones antiguos
de las pastelerías del pasado.

Este invierno es de frío, viento y lluvia,
nos tiene capturados con sus códigos
que habitan en las páginas de un libro.

La Gran Vía se ha vuelto azul cobalto,
porque todas sus ramas
se han vestido con luces de la noche.

Hay un río de adornos en las plazas,
guirnaldas consagradas a lo bello
y un camión de regalos escondidos.

Los bares están llenos.
Hay cenas de trabajo
en los restaurantes sugeridos.

Todo brilla en los parques infinitos.

Las farolas parecen más pequeñas
al contraste con bombillas de las fiestas.

Semáforos que buscan
a los solitarios de los sueños.

Cada hora nocturna es un obsequio
para los caminantes de la nada.


Ana Muela Sopeña

Hay un chiste rodando por la Internet que le habla directo a los decoradores navideños, parafraseo: oye, chico, pero si el niño nació en Belén, no en Las Vegas.

Tu sensible observación es cierta, Ana. Todo es así, no solamente en lo urbano. Todo esto me recuerda a Eduardo Galeano y sus observaciones sobre la sociedad y "la cultura del envase". Aprecio tu sensible corazón y sensible intelecto. Abrazos

[Ana Muela Sopeña]

Muchas gracias, Xaime, por venir y brindarme tus palabras.

Un beso
Ana

[Ana Muela Sopeña]

Un placer verte entre mis versos, Hallie:

Un beso grande
Ana

[Francisco Lobo]

La gente avanza alegre
por la ciudad de luces navideñas.

Se respira esperanza
en los escaparates
donde los maniquíes se emborrachan.

La sonrisa de un niño que nos mira
dentro de los recuerdos de la infancia.

Se escuchan villancicos cada hora
en la plaza Moyua.
Comparto con personas nunca vistas
el pequeño espectáculo del cono
que cambia sus colores con la música.

Contemplo ojos de asombro en transeúntes
y voces expectantes de ilusiones.

Una voz en la sombra
me susurra al oído
que todo es un teatro de cartón,

como un circo de lluvia
sumergido en la máquina del tiempo.

Hay grutas con letreros luminosos
en aceras que vuelven a ser dulces.

Deambulo por las calles de Bilbao
y percibo en los árboles
una complicidad en el silencio.

El ritmo de diciembre se delata
en turrones antiguos
de las pastelerías del pasado.

Este invierno es de frío, viento y lluvia,
nos tiene capturados con sus códigos
que habitan en las páginas de un libro.

La Gran Vía se ha vuelto azul cobalto,
porque todas sus ramas
se han vestido con luces de la noche.

Hay un río de adornos en las plazas,
guirnaldas consagradas a lo bello
y un camión de regalos escondidos.

Los bares están llenos.
Hay cenas de trabajo
en los restaurantes sugeridos.

Todo brilla en los parques infinitos.

Las farolas parecen más pequeñas
al contraste con bombillas de las fiestas.

Semáforos que buscan
a los solitarios de los sueños.

Cada hora nocturna es un obsequio
para los caminantes de la nada.


Ana Muela Sopeña

Ay! , Ana, que sentí a ese niño que aún me habita, soñando en aquellos días de la abundancia y el ensueño, cuando íbamos de casa en casa cantando villancicos en busca de algún caramelo
Un abrazo.

[Ana Muela Sopeña]

Efectivamente, Era:

He querido reflejar 3 aspectos a la vez. La belleza de la iluminación navideña, el recuerdo de las Navidades felices de la infancia y la soledad que se respira en las calles cuando a las diez u once de la noche se apagan las luces. Entonces viene la otra cara de las fiestas. Soledad, oscuridad, frío, incertidumbre...

Un beso grande
Gracias por venir
Ana

[Alejandro Costa]

He paseado entre tus versos, si como realmente lo estuviera haciendo por cualquier avenida de la ciudad.

Lo has detallado de maravilla y has creado un bello escrito.

Un beso.

Feliz Año Nuevo.

Salud, paz y felicidad.