Vi luz y entré

[Francesch Vicent]

Repasando mi historia,
no había una luna redonda
por el camino ese día.
¡Qué silencio!
Con el rostro cárdeno
y el pecho vacío y los huesos
como flautas blancas
tocando una sinfonía fúnebre,
mi cuerpo deshecho de noche
no pudo encontrar
el calor que se bebe de los labios.
Sin árbol era un fruto caído
en tierra amarga,
que a lo lejos veía espejismos
de leves deslumbramientos.

Vi luz y entré.
Era una sombra torpe,
fracasando entera y golpeándose
con las cuatro paredes,
que huía de la noche y entré.
Nada buscaba, si acaso el olvido
- ¡qué sustancia más dulce
muriendo cada día en la memoria! -,
aunque fuese por un instante,
de la sangre ardiente
que brotaba de mi herida
recalando, como una suave necesidad
de ser, en el regazo
de una palabra de aliento
capaz de llenar el aire de música.

Allí me dormí sin saberlo
soñando que soñaba
menos que una limosna,
menos que nada
y me pareció suficiente.
Me fui, sintiendo el sol aún niño,
con la naciente firmeza
de no alimentarme de muerte.
El mundo bajo mis pies
era un pájaro
volando sobre las nubes.
No era un rumor o un delirio,
de nuevo respiraba
y el viento como una mano amorosa
acariciaba mi rostro,
antes un pesado lastre y ahora
brillando con su deslumbradora sonrisa.

Porque ya no era una máscara
y conocía la medida de mi angustia,
nunca más la esperanza sería asesinada
por los ángeles como cuchillos.
Seguía lloviendo en mi almohada
y no había luna redonda,
pero su uña rasgando el cielo
alegraba mis pasos cansados
hacia la luz plata y esmeralda
del ocaso donde se amaban
la nieve y la joven primavera.
Yo, que no esperaba nada, hallé
la palabra preciosa en el jardín inaccesible.

[Marisa Peral]

He leído tu poema, Franceschy me ha parecido un sueño inquietante en el que, finalmente, encuentras la luz.
Me gusta leerte e imaginar lo que cuentas.
Gracias y felicidades.

Aprovecho para desearte unas Felices Fiestas junto a los que quieres.

Un abrazo.