Editorial Alaire

Había escuchado otras versiones, muchas, del propio Cabral, y de otros (de Cafrune, nada menos), pero a esta no la había escuchado nunca. Me gustó más que todas las otras. Hasta tiene alguna mínima pero trascendente variación en la letra (reemplazando "las malas señoras" por "la guitarra española") que me parece un acierto mayúsculo (siempre en la opinión de este insignificante amante de las buenas canciones).

Yo casi no escucho otra música que no sea lo que aquí llamamos "música folklórica argentina" (definición un tanto problemática, pero que, de tan usada ya, nos resulta práctica). El repertorio de Cabral no entra en ese marco. Aunque se lleva muy bien con él. Pero su destino era hacer algo menos local, más universal. ¡Y la pucha que lo hizo!

Es un cantautor personalísimo. Y a su vez, su obra les ha sido familiar hasta la médula a infinidad de personas en los más inesperados rincones del mundo. Digo "es", porque por supuesto, está vivo, porque es inmortal. Siempre fu un loco, un loco lindo, un loco imprescindible.

Gracias, F. Enrique, por tu sensibilidad al rescatar y compartir esta joya.

Mi abrazo fraternal.

Lisandro