AYER
María es la muchacha del vestido a cuadros,
de los zapatos bajos,
de las leves respuestas a los ojos castaños
de su novio.
María es la muchacha que trabaja
en la casa de los ricos del lugar.
María en su ciudad con su madre,
—un padre muerto a destiempo—
hermanos y su novio,
que la besa en el cine
y le compra bombones pretendiendo algo más.
María con su novela rosa en el bolso amarillo
y su vida, falseada y organizada
por nuestra vieja sociedad.
Desamparada,
a veces se mantiene,
de tanto desamparo,
sin dormir
y sin saber por qué quiere huir
—decentemente, claro—
a la extraña aventura,
cuando su corazón se admira de tanta posible realidad
que ella nunca llegará a tocar.
VOZ EN OFF
Descendientes de una vieja tradición, paternalmente repletos de tragedias, de sombras, de misteriosas voces que reclaman odio, venganzas, llantos, acusaciones, amaneceres trágicos. Madres que poblaron una tierra dura, despoblada, violenta, de olivos, naranjos, avellanos y trigos de meseta. Hijos abandonados al nacer, al viento y a los perros.
Crecieron en el llanto, se fortalecieron en el odio, reclamaron justicia y murieron sin distinción.
¿AYER?
Se amaban. En la oscuridad sus cuerpos
parecían fantasmas. Se amaban y en el cuarto
sus vestidos vacíos eran como los árboles
desnudos del jardín en un día de niebla.
Pero ellos se amaban.
Habían encendido un cigarrillo
y fumaban los dos, cuidando siempre
de colocar los labios en el hueco
que dejaban los labios, así como besándose.
Inventaban una nueva razón para existir.
Sus bocas respiraban con el nuevo compás
—dientes ansiosos encontrando la carne del otro—
y estallaban las luces en la pared del fondo.
Lo real era el cuarto, con sus sillas al fondo,
un espejo en el techo
Y un reloj que marcaba siempre la hora de llegada.
Se amaban. Todo estaba muy claro. Sobre el mundo,
por todo,
se seguían amando.
El amor no está mal si es presente y concreto.
MAÑANA…