Los dioses también se extinguieron

[Francisco]

El alarido, aun silencioso y sordo,
escapa con atronador desgarro

¡Y, a qué dios le importa!

Sólo fantasmas y demonios le prestan algo de atención e,
insidiosos, juegan al corro la patata a su alrededor

¡Está derrotado y triste! ¡Tan y tan derrotado y triste!

Reclama su derecho a la cobardía.
Aunque nunca se hable bien de él
y su tumba se la termine comiendo el olvido

Abomina de su valor.
Esa heroicidad vana, reportadora de tantas hostias,
que condujeran al alma a poner pies en polvorosa.

Ahora es un desalmado más: cuestión de mimetismo

¡Y, a qué dios le importa!

[Óscar Distéfano]

Permíteme, Francisco, darte la bienvenida a este recinto.
Te vienes con un poema bastante escéptico, casi misántropo,
diría yo, donde la vida, el hombre, ¡y hasta los dioses!, son
soldaditos de plomo que juegan a la del caos cósmico.

Te saludo en espera de próximos posteos.
Un abrazo.
Óscar

[Sara Castelar Lorca]

Bienvenido Francisco, nos dejas un poema muy interesante para empezar a conocerte. Espero que te sientas a gusto entre nosotros.

Un abrazo

Sara

[Francisco]

Muchas gracias, Sara (la dama primero) y Óscar, por vuestra amable bienvenida.
Es la primera vez que publico algo mío y agradezco que me hayáis permitido hacerlo.
Reconozco que es un poema bastante desesperanzador; pero, era lo que sentía en el momento de escribirlo. Confío en tener la moral más alta la próxima vez.

Un abrazo, Óscar
Un abrazo, Sara
Francisco