Editorial Alaire

Ana García escribió: ↑Dom, 24 Nov 2024 20:44

Ojalá que esta noche te colme de mis amadas estrellas. Y así fue como lograste sacarme una sonrisa tan necesaria para seguir aportando. Tus palabras de ánimo ayudan cuando el hermoso éter se acerca y te estrangula. ¡Gracias, amigo mío!

No era prudente seguir hasta el final de la galaxia.
Nuestra aceleración superaba la fórmula prevista,
la ley última de velocidad
por luz igual a atomización.
El mundo exterior poblado estaba de luces voladoras
—ninguna como la tuya—
que cruzaban al azar frente a nosotros.
Detener el motor en estos casos
—según se dice en el oportuno manual vital—
es muy efectivo.
Nunca lo hicimos. No paramos.
El límite eran las cosas y nosotros.
Yo descendí primero y comprobé la soledad del cero.
Conecté la leyenda del beso
y bebí hasta el final el trago de aire.

No había luz
—ceguera espacial—
solo recuerdos.

Alcancé a adivinar posibilidad de hombre
y al extender las manos recogí el don,
el precioso don del negro éter.

Azul era la noche allá en la tierra
cuando era posible nuestro amor.
Hoy me encontraba condenada a eternidad.

Cerca de mí surgieron las luces fugitivas
y preferí volver al hogar volador
donde nada es posible, sino rodar una y otra vez,
en busca de una tierra más feliz e inhumana.

Julio Bonal escribió: ↑Mar, 26 Nov 2024 15:39 Madnífico texto, que no necesita de ninguna ornamentación retórica para decir en los justos quantums de luz (=ben trobar, en llengua d'oc) cómo nos atraviesan esos sentimientos abismales, cósmicos u oceánicos que son lo más auténtico y vivo entre nosotros y los otros, lo que rompe lo gris y su inercia y nos lleva, ni que por momentos sea, a verdaderamente ser. Esta forma de poetizar, clara, directa, sin barroquismos baldíos, es de justificada envidia.

Una abraçada.

Alejandro Costa escribió: ↑Mié, 27 Nov 2024 19:30 Te sigo comentando lo que siempre he dicho. Tu escritura es muy fresca, muy clara, muy natural, y me gusta.

Lástima no ser invitado a ese viaje junto a tu dulce piel, serenata de estrellas.

Gracias, cariñito por invitarme a su lectura.

Un abrazo, y un beso de paz, que alivien aquellos instantes no deseables.

Me ha gustado.

Salud, paz y felicidad.

E. R. Aristy escribió: ↑Mié, 27 Nov 2024 19:42

Ana García escribió: ↑Dom, 24 Nov 2024 20:44

Sentimientos profundos encienden este cosmos poético, Ana. El halo de tristeza sobre la tierra, me hace sentir que es un poema que no se limita al amor romántico, pero a la falta de amor en todos los ámbitos de nuestra infelicidad. Un poema que vuela alto. Abrazos

Exacto, es el Amor con mayúsculas. Muy bien visto, Era.
Gracias por tu atenta lectura.
Un abrazo.

Ramón Castro Méndez escribió: ↑Jue, 28 Nov 2024 15:40 Un hermoso poema romántico, cósmico, espiritual. Encuentro en él una belleza mística: luces voladoras y fugitivas y esa condena a eternidad. Me ha gustado mucho el poema. Enhorabuena.

Un abrazo grande.

Julio Gonzalez Alonso escribió: ↑Jue, 28 Nov 2024 21:58 Todo el simbolismo que encierran las imágenes con que vistes el poema me trasportan a ámbitos imaginados, soñados, tal vez a experiencias que han dejado el surco de su reja en el alma, no sé. Gracias por la compañía siempre sensible e inteligente de tus versos. Abrazo y salud.

Pilar Morte escribió: ↑Vie, 29 Nov 2024 0:16 Me gustó el poema, la forma de poetizar sobre el amor que, al final, es la vida. El cierre es genial, me dejó pensando.
Un abrazo grande y felicidad

Julio Arroba escribió: ↑Vie, 29 Nov 2024 4:10 Por alguna razón me he acordado, al leerte este poema, de unos versos de la Commedia:

«e però, prima che tu più t'inlei,
rimira in giù, e vedi quanto mondo
sotto li piedi già esser ti fei».
(Paradiso, XXII, 127-129).

Estas son palabras que Beatriz le dirige a Dante haciendo un recuento de lo que ambos llevan visto. Los dos se han elevado a los cielos y desde allí contemplan lejanías inconcebibles para la vista humana.

Creo que el poema admite, acaso, una doble lectura, aunque el destino de fondo no parezca variar: parece que puede irse de delante hacia atrás —en un eterno recordar— y viceversa.

Un delicioso aire lúdico aviva las primeras estrofas. Bajo ellas corre el elemento más resistente de todo amor, su parte río-sedimento: el juego.

Después, todo desemboca en fatalidad, separación y nostalgia; se da, pues, el aire que oprime pero también, por encima de este, la quieta luz de la noche jugando al desliz, al barrunto, al desvarío; al heroísmo de un último beso inolvidable.