Fabrizio De André - Plegaria de enero
Publicado: Dom, 24 Nov 2024 10:19
Deja que florezca
su camino Señor,
cuando tengas su alma
y el mundo su recuerdo,
habrá que volver
a entregarla
¿Cuándo llegará a tu Cielo?
Allí donde brillan
las estrellas
a plena luz del día.
¿Cuándo cruzará
el último puente viejo?
Les dirás a los suicidas,
besándolos en la frente
que vayan al Paraíso
donde yo voy también
porque no hay infierno
en el mundo del buen Dios
(Variación - Francisco Enrique León)
Luigi Tenco, a pesar de su juventud, era una realidad consolidada en el panorama esplendoroso de la canción italiana de los sesenta, se suicidó de un disparo en un hotel. Según cuenta la leyenda, poco creíble desde mi punto de vista, la causa fue su fracaso en el festival de San Remo, Luigi acababa de romper con su novia de siempre y paseaba, aparentemente feliz, con la desdichada Dalida a quien le unió una amistad, nunca un romance aireado por la prensa rosa. Presentó en el festival una buena canción romántica a la manera de las que le habían llevado al éxito. Pero estaba ebrio mientras la defendía y se fue de tono varias veces. El jurado no permitió que superara la primera criba.
Fabrizio De André se sentía muy ligado a él, los dos eran originarios de provincias del Nordeste italiano, aunque el entonces joven Fabrizio, ya estaba orientado a canciones pocos convencionales, de difícil digestión, y alejadas de la corriente reinante en aquellos días en la que Luigi se integraba plenamente, aunque no renunciaba a un izquierdismo que le hiciera escribir auténticas canciones protesta.
La elegía para despedir a su amigo, de todas formas, se cuenta entre los grandes logros de la canción italiana, en ella Fabrizio habla a un Dios en el que no creía, por respeto a Luigi que era católico. La injusta falta de popularidad del cantante, casi absoluta fuera de Italia, es un ejemplo más de lo abrupto que está siendo crear una conciencia sin fronteras nacionalistas dentro de Europa; tanto en la música como en la letra o en las versiones de Cohen, Dylan y Brassens fue un artista de primer orden. A pesar de ser acusado de un excesivo apego a su Génova natal (cantó un álbum entero en dialecto genovés) y al atavismo sempiterno de Cerdeña que le costó un secuestro a manos de los independentistas sardos, junto a su mujer de entonces, angustia que reflejó en su mejor canción: Hotel Supramonte. Habló de problemas permanentes en el hombre, y de Cristo, como lo hizo Pasolini, teniendo, en su caso, como referencia los Evangelios Apócrifos.
El reconocimiento que más le hubiera turbado es que varios versos suyos se han convertido en eslóganes en las manifestaciones, cuando se pide justicia y se duda de la imparcialidad de los jueces.
17 de noviembre de 2018