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Las monedas

Publicado: Vie, 22 Nov 2024 3:46
por Julio Arroba
LAS MONEDAS

Llamó a una gitana que casualmente pasaba por la calle y, llevándola al mesón, la retrató en actitud de decir la buena ventura, como suelen hacer estas mujeres de raza egipcia...
—GASPARE MURTOLA.

—Ya les mostraré a esos ganapanes y petrimetres de qué va verdaderamente el arte —se dijo a sí, apretando en un puño la paga, el labio mordiéndose con ira asesina.
Estaba indignado. Los de la Piazza acababan de injuriarlo por el precio al que tuvo que vender aquel Muchacho, por el que tantas desgracias había pasado.
Era del mes de septiembre aquel día. Las calles de Roma estaban, entonces, de continuo atravesadas por carretas acarreando hortalizas de insólitos tamaños, oriundas la mayor parte del norte.
Se oían risas inmisericordes del otro lado de las tiendas. Su rostro palideció ante la idea de que fueran las de aquellos papagayos insolentes. Y volvió a morderse el labio herido, como si esperase una sangría.
Pero se detuvo, excitado. Pensó que sería inútil darle de tajos al Sena. Su mirada, soñolienta aún, se posó sobre un grupo de mendicantes exhaustos, extranjeros a lo que veía. Estos aireaban sus cabezas a la sombra de un ciprés.
Oyó de pronto un gran tumulto, desde más allá de donde estaba el grupo. Un mozo vestido a la moda daba alaridos por el camino diciendo que se le había perdido el anillo.
—«¿El cuál?» —repetía junto a él, con malicia, un guardia entrado en años, imitándolo en todo. Los que por allí pasaban rieron nerviosamente.
—Por las glorias de mi ancestro que esta ciudad cada vez va a peor... —reflexionó, con la resaca ardiéndole, el pintor—. Pero ya les mostraré a esos bastardos de qué va el arte. —Y miró a su alrededor con expresión cavilosa.
No lejos de él, pegada a un muro, había de pie una joven contando impaciente algunas monedas. Por atuendo no aparentaba llevar más que un manto de aquellos usados por el vulgo, similar al de los franciscanos. Una ajorca de fantasía, de color carmesí, le adornaba el pie izquierdo, descalzo y magullado.
—¡Tú! —exclamó el pintor con voz imperativa, acercándose con prisas a ella—. Eudicea me han dicho que te llamas. —Ella asintió, confundida—. ¿Me ayudarías a arruinar a un puñado de homúnculos de por aquí? Te daré buena paga por tu tiempo. —Y observó de refilón el anillo que pendía de su collar—. No hay más que ser tú durante algunas horas, y estará hecho.
Una luz de fondo los tiñó de un ocre olvidado.

Re: Las monedas

Publicado: Dom, 24 Nov 2024 18:38
por Ana García
Esto ha de ser el comienzo de algo más grande. No puedes dejarnos en ascuas.
Es una escena muy cinematográfica. He imaginado la plaza, los vendedores en las escaleras de alguna catedral. Las vestimentas de época y los charcos en la calle, y alguien diciendo:
— ¡Agua va!
Aroma a pueblo de época.
Has cuidado hasta el último detalle, sobre todo en los diálogos. ¡Gracias! Me horrorizan los que veo en otras ocasiones.
La gitana y el pintor. Sigue contando como se unen esas vidas. ¿La calle se comerá al artista?

Entresaco dos frases que me han parecido muy originales:

Pensó que sería inútil darle de tajos al Sena, y
Estos aireaban sus cabezas a la sombra de un ciprés


Muy, muy bueno.
Un abrazo.

Re: Las monedas

Publicado: Mar, 26 Nov 2024 11:21
por Julio Arroba
¡Hola, Ana!

La verdad es que este texto lo he escrito pensando en el arte de dos de mis cuentistas favoritos: Marcel Schwob y Saki, famosos por la concisión de sus relatos.

Aciertas de lleno cuando apuntas lo del aroma a pueblo de época. He tratado, en pocas líneas, de evocar la vida en las calles de la Roma de principios del siglo XVII.

El pintor sostenía que la belleza podía hallarse hasta en las realidades más cotidianas, o sobre todo en ellas. De ahí que eligiera a la gitana para su vendetta particular: componer un cuadro como jamás se había pintado.

Juntos animarían uno de los capítulos más brillantes (y polémicos) de la historia del arte italiano.

Gracias por tu hermoso comentario.

Un abrazo de vuelta.