La fusión de la vida
Publicado: Jue, 14 Nov 2024 0:30
He traspasado el alma
adentrándome en las profundas minas de su interior,
la he llamado a gritos, sin palabras,
pero no ha habido respuesta,
más que la de un volcán en erupción.
Entre marchitas flores calcinadas,
he invocado a los espíritus dormidos,
al elenco de dioses sin creencias
que se pierden en las iglesias paganas,
para dormir la realidad de rodillas
ante imágenes sin más razón que las creencias heredadas,
más poder que el de las mentes atormentadas,
y más sufrimiento que el de las llagas del corazón.
Hay demasiada fe grabada en el dogma del cielo,
demasiada sangre derramada en el asfalto,
demasiada pobreza,
donde la amargura ya no se esconde en los suburbios,
se muestra en un banco carcomido,
en el lugar más recóndito de un jardín,
en el escalón de una entrada,
o en el ayuno obligado,
donde un platillo se alimenta de unos pocos céntimos,
el cuerpo de frío,
y el estómago, día a día,
de hambruna.
Y le pregunto al alma,
¿qué te sucede?
adentrándome en su interior,
en la profundidad de un dolor sin límite,
al que no le alivia
la vanidad, los rezos de un creyente hipócrita,
las imágenes de colores llamativos y pan de oro
que ornamentan los mausoleos religiosos,
donde la fe, el amor y el sentimiento,
se quedan fuera,
lejos de las puertas del rezo diario,
de los golpes en el corazón,
gritando su culpa,
de confesiones donde comprar la paz,
y de la comunión para alimentar su bienaventuranza.
Y le pregunto al corazón,
¿y qué hay de los indefensos, los indigentes, los parásitos de las calles?
No consigo respuesta,
no alivio la sed de su sufrimiento,
no venero a los dioses,
no ansío poder, ni acaso dinero,
tan solo la necesidad de un pañuelo
que seque las lágrimas de la vida,
el calor de un sol que brille para todos por igual,
un techo que cobije del frío y la lluvia a los desamparados,
un plato con una simple sopa caliente,
un trocito de pan y un vaso de agua.
Entonces me escuchará el alma,
se aliviará el corazón,
las flores florecerán de nuevo entre el barro,
despertarán los espíritus,
los rezos de rodillas tendrán sentido,
las imágenes serán símbolos de bien y de paz
y cicatrizarán las llagas del corazón.
Y será la vida, en toda su esencia,
la que me traspasará el alma
para llenarla de sosiego y amor.
Y todos seremos hermanos,
sin llantos, con razón,
con las manos tendidas al prójimo,
y un abrazo,
que selle la fusión del querer y el amar.
adentrándome en las profundas minas de su interior,
la he llamado a gritos, sin palabras,
pero no ha habido respuesta,
más que la de un volcán en erupción.
Entre marchitas flores calcinadas,
he invocado a los espíritus dormidos,
al elenco de dioses sin creencias
que se pierden en las iglesias paganas,
para dormir la realidad de rodillas
ante imágenes sin más razón que las creencias heredadas,
más poder que el de las mentes atormentadas,
y más sufrimiento que el de las llagas del corazón.
Hay demasiada fe grabada en el dogma del cielo,
demasiada sangre derramada en el asfalto,
demasiada pobreza,
donde la amargura ya no se esconde en los suburbios,
se muestra en un banco carcomido,
en el lugar más recóndito de un jardín,
en el escalón de una entrada,
o en el ayuno obligado,
donde un platillo se alimenta de unos pocos céntimos,
el cuerpo de frío,
y el estómago, día a día,
de hambruna.
Y le pregunto al alma,
¿qué te sucede?
adentrándome en su interior,
en la profundidad de un dolor sin límite,
al que no le alivia
la vanidad, los rezos de un creyente hipócrita,
las imágenes de colores llamativos y pan de oro
que ornamentan los mausoleos religiosos,
donde la fe, el amor y el sentimiento,
se quedan fuera,
lejos de las puertas del rezo diario,
de los golpes en el corazón,
gritando su culpa,
de confesiones donde comprar la paz,
y de la comunión para alimentar su bienaventuranza.
Y le pregunto al corazón,
¿y qué hay de los indefensos, los indigentes, los parásitos de las calles?
No consigo respuesta,
no alivio la sed de su sufrimiento,
no venero a los dioses,
no ansío poder, ni acaso dinero,
tan solo la necesidad de un pañuelo
que seque las lágrimas de la vida,
el calor de un sol que brille para todos por igual,
un techo que cobije del frío y la lluvia a los desamparados,
un plato con una simple sopa caliente,
un trocito de pan y un vaso de agua.
Entonces me escuchará el alma,
se aliviará el corazón,
las flores florecerán de nuevo entre el barro,
despertarán los espíritus,
los rezos de rodillas tendrán sentido,
las imágenes serán símbolos de bien y de paz
y cicatrizarán las llagas del corazón.
Y será la vida, en toda su esencia,
la que me traspasará el alma
para llenarla de sosiego y amor.
Y todos seremos hermanos,
sin llantos, con razón,
con las manos tendidas al prójimo,
y un abrazo,
que selle la fusión del querer y el amar.