Absortos los siete,
el agua bañada de harina giraba...
giraba...
.... giraba de boj la cuchara y el aceite a punto.
Se llueve la masa entre las burbujas,
cosquillas la risa:
... ese... ¡una nube y este, jo, mamá, qué feo...
se parece al niño que vive en el quinto!
Y así, mansamente,
la vasta cocina teñía de azúcar
buñuelos redondos,
con caras de chiste o ciempiés descalzos.
Uno de Noviembre,
menos de los muertos,
de Todos los Santos éramos amantes
y muy despacito,
entraba la crema dentro de la panza,
todavía hueca,
del tibio buñuelo...
... de viento el buñuelo,
una madre dulce
y siete batracios en las siete sillas,
rellenos de cielo.
¡Por Todos los Santos...!
¿Dónde están los sueños?
¿Dónde, abuelo Pablo?

(Pues eso, compañeros de la palabra, ni jalogüinis ni nada, buñuelos de viento que es lo nuestro. Siempre abrazos mediterráneos especiales para mis vecinos valencianos, Dios mío, qué horror)