A mi querido amigo Miguel en nuestro encuentro en el lugar para juntar la (madera para hacer) el arco, conocido hoy como Manhattan.

Quis sicut Deus
Si bien recuerdo, aquel patricio se levantó de su silla de ruedas y como quien cruza un río convulso y envuelto en plumas, extendió su brazo hacia mi dirección con un obulo de semillas de girasol y maiz y míseros cacahuetes.
Se sentía un latido en unísono pulseando un gentil soplido a medida que nos íbamos arremolinando entre alas y suaves suspiros. Habíamos los de más cerca, los que se acercaban más y más, los que a unos pasos eran testigos de la alegría que daba aquel espectáculo improvisado al frente de la Catedral antigua. No obstante no importaba distancia alguna, tarde o temprano el piso, estremeciendose, nos descascaria y en el centrifugo núcleo, mudamente, nos haría palomas en la ciudad.
Renunciando a la ración del tiempo, nos dimos alas sobre las alas del lisiado malabarista que nos preparó la tierra con su mineral aroma y nos lanzó al cielo infinito.

E.R.Aristy