La hoja de la esperanza
Publicado: Vie, 20 Sep 2024 12:41
Es indiferente volver a vivir después de la muerte,
porque las heridas ya no cicatrizan,
ni las lágrimas pueden cristalizar con la sequedad del polvo del fin,
ya no existe cielo azul,
ni los árboles son capaces de tintar hojas brillantes y verdes.
La aurora se parte ante amaneceres sin luz,
ya no hay tregua que aplaque la erosión destructiva del silencio,
que, con su estruendo, sella la separación,
cualquier mañana pasajera, con lentitud, con depresión,
mientras, lentamente los sentimientos se diluyen, se evaporan,
y el fulgurante calor del corazón
agota sin pasión la llama que en el pasado alimentaba el alma.
Todo es oscuridad,
todo ensombrece con su roce la maleza que allá se esconde,
una tenue luz moribunda aún no enseña camino alguno,
y en la lejanía de los días tan solo se vislumbra uno,
¡quién sabe hacia dónde!
Y mirando al cielo,
observamos perdidas rosas de negra muerte,
bajo un respirar negado, ahogado en vida,
silencioso, lleno de angustia y homicida.
Pero allá,
aún existe un mundo abrazado por un poeta malherido,
verdes praderas inmunizadas al olvido de los libros,
espuma blanca y brillante, batida por la fuerza de los mares,
océanos encadenados a una lucha constate
por mantener su salvaje brillo azulado,
arenas que funden bajo un sol de ardientes espadas,
que a fuego las ha dormido,
cascadas milenarias,
cristal arcoíris entre melenas de agua fresca y guerrera,
caudales de perfume de tomillo,
cortezas agrietadas de savia y vida,
la naturaleza envuelta en tinta
floreciendo versos en la hoja de la esperanza,
con la sensibilidad de un escrito,
donde la ceniza se convierte en brasa,
la brasa en llama, lo oscuro en brillante,
y un mundo denostado,
en el más maravilloso mundo,
que la simple firma de un poeta ha creado.
porque las heridas ya no cicatrizan,
ni las lágrimas pueden cristalizar con la sequedad del polvo del fin,
ya no existe cielo azul,
ni los árboles son capaces de tintar hojas brillantes y verdes.
La aurora se parte ante amaneceres sin luz,
ya no hay tregua que aplaque la erosión destructiva del silencio,
que, con su estruendo, sella la separación,
cualquier mañana pasajera, con lentitud, con depresión,
mientras, lentamente los sentimientos se diluyen, se evaporan,
y el fulgurante calor del corazón
agota sin pasión la llama que en el pasado alimentaba el alma.
Todo es oscuridad,
todo ensombrece con su roce la maleza que allá se esconde,
una tenue luz moribunda aún no enseña camino alguno,
y en la lejanía de los días tan solo se vislumbra uno,
¡quién sabe hacia dónde!
Y mirando al cielo,
observamos perdidas rosas de negra muerte,
bajo un respirar negado, ahogado en vida,
silencioso, lleno de angustia y homicida.
Pero allá,
aún existe un mundo abrazado por un poeta malherido,
verdes praderas inmunizadas al olvido de los libros,
espuma blanca y brillante, batida por la fuerza de los mares,
océanos encadenados a una lucha constate
por mantener su salvaje brillo azulado,
arenas que funden bajo un sol de ardientes espadas,
que a fuego las ha dormido,
cascadas milenarias,
cristal arcoíris entre melenas de agua fresca y guerrera,
caudales de perfume de tomillo,
cortezas agrietadas de savia y vida,
la naturaleza envuelta en tinta
floreciendo versos en la hoja de la esperanza,
con la sensibilidad de un escrito,
donde la ceniza se convierte en brasa,
la brasa en llama, lo oscuro en brillante,
y un mundo denostado,
en el más maravilloso mundo,
que la simple firma de un poeta ha creado.