Editorial Alaire

Francisco Lobo escribió: ↑Jue, 22 Ago 2024 16:25 Hombre solo

Aquel día no hubo paz ni luz
y le hervía en la sangre cal negra, oscuridad
en tanto caminaba en la playa
manchado de suicidio.
Era como tú, un hombre solo. Míralo
en la orilla del agua, hacia el acantilado,
igual que el viento
sobre la espuma de las olas altas:
naufrago hacia las piedras de la arena,
unido al mar, rendido a su destino.
Rotos los estandartes del crepúsculo,
lánguidamente miró un cielo negro
que parecía un buitre sonando
y a resonantes rizos de ondas de agua
con ojos lentos de una tristeza imposible.
Desgarraban las sombras con sus raíces poderosas
la playa y las rocas del acantilado,
donde él habría de ser gaviota, ala, sangre,
muerte y acabamiento.
El frío era peces de hielo clavados en sus carnes.
Quiso, pero llegó la hora y no estabas.
Mujer, te pareces a las olas en tu ímpetu de entrega,
pero no estabas,
pero no estabas sino perdida en su mar
oceánica
como un corcho a la deriva,
en las olas de la silente profundidad de su alma,
en el insondable mar
de su dolor infinito.

Francisco Lobo escribió: ↑Jue, 22 Ago 2024 16:25 Hombre solo

Aquel día no hubo paz ni luz
y le hervía en la sangre cal negra, oscuridad
en tanto caminaba en la playa
manchado de suicidio.
Era como tú, un hombre solo. Míralo
en la orilla del agua, hacia el acantilado,
igual que el viento
sobre la espuma de las olas altas:
naufrago hacia las piedras de la arena,
unido al mar, rendido a su destino.
Rotos los estandartes del crepúsculo,
lánguidamente miró un cielo negro
que parecía un buitre sonando
y a resonantes rizos de ondas de agua
con ojos lentos de una tristeza imposible.
Desgarraban las sombras con sus raíces poderosas
la playa y las rocas del acantilado,
donde él habría de ser gaviota, ala, sangre,
muerte y acabamiento.
El frío era peces de hielo clavados en sus carnes.
Quiso, pero llegó la hora y no estabas.
Mujer, te pareces a las olas en tu ímpetu de entrega,
pero no estabas,
pero no estabas sino perdida en su mar
oceánica
como un corcho a la deriva,
en las olas de la silente profundidad de su alma,
en el insondable mar
de su dolor infinito.