Editorial Alaire

Pilar Morte escribió: ↑Mar, 23 Jul 2024 7:38 Nos dejas enigmática y bien escrita prosa poética que le he dado varias interpretaciones. Atrapa este trabajo que resuelves con un final sensacional.
Un placer leerte.
Abrazos y felicidad

Alejandro Costa escribió: ↑Mar, 23 Jul 2024 17:07 Es una ilógica lógica escrita por alguien con un cerebro convertido en terremotos.

Tiene un no sé qué, que me ha gustado.

Pero después de leerlo tres veces, lo único que puedo decir es, que me vuelves loco.

Y encima, me ha gustado.

Un beso desde mi locura.

Salud, paz y felicidad.

Ana Muela Sopeña escribió: ↑Mar, 23 Jul 2024 23:16 Una prosa poética que me ha encantado, Ana:

Capto su significado cien por cien. A veces no queda otro remedio que disociarse para que esa gelatina pegajosa no nos produzca una especie de abducción.

Me ha encantado leerte y comprobar que estás en plena forma poética.

Felicitaciones
Un beso enorme
Ana

Ana García escribió: ↑Lun, 22 Jul 2024 20:10

Entró en la sala tanteando el ambiente.

Pensó en un gigantesco trozo de gelatina o en la espuma aislante que se inyectaba y crecía como un tumor en las cámaras de las paredes. Con esa idea todos ustedes tendrán una imagen bastante aproximada de lo que A. ve cuando siente hostilidad en cualquier habitación del mundo.

Por eso le cuesta tanto penetrar ese fluido, particular y asfixiante, que contiene un ambiente con olor a humanidad.
Pero no tiene más remedio que desenfundar el afilado machete del valor y abrirse paso a través de la gelatina, aromática y pegajosa, como si de una incursión en la maraña de una selva tropical se tratara.

Deseó disociarse, separar los diversos componentes de la sustancia A., pero de forma gradual: primero deshacerse de su enorme olfato y, después, una vez que su propia esencia se hallara lejos del habitáculo de la enfermedad, iniciar un proceso de disociación del resto de los sentidos, evitando que sus compañeros se percaten de tan anormal circunstancia. Cosa harto difícil puesto que tiene que hablar, continuamente, con unos y con otros.

Necesitaba ser como esos espejismos que se nos escapan de las manos en medio del desierto.

Ya estaba en el umbral de la habitación, observando sin ojos su propio cuerpo.

A., se sintió aliviada, como cuando uno vomita, por fin, todas las miserias de una gran borrachera nocturna. Me pregunto si otros son capaces de despojarse de sus cuerpos con la maestría y limpieza como ella lo hace.

Pero el objeto de tal disociación no era el mero hecho de descomponerse en sus múltiples partes, en todo este proceso subyace una intención de mayor alcance: la fuga de la sala, eso sí, con absoluta discreción.

La gelatina había vibrado excesivamente transmitiendo a todos y cada uno de los puntos de la sala información sobre lo que en ella acababa de suceder. Pero nadie se había percatado.

A., se sintió satisfecha, la operación había concluido con éxito, todos sus sentidos se encontraban en el umbral de la sala y unos momentos de intensa concentración bastaría para repararlos.

Después, la reunión, la integración, la asociación de esencia y cuerpo, y el abandono definitivo de la pieza.

Y volver al deseo, al olor del deseo.
Con mil trozos de soledad en un solo cuerpo.

E. R. Aristy escribió: ↑Mié, 31 Jul 2024 15:25

Ana García escribió: ↑Lun, 22 Jul 2024 20:10




Es una operación subliminal que en ficción le das un trato muy efectivo. Ana. Le das control a una función del psique y esa es la forma de poder hablar de estas cosas. Es darle autoridad al yo interno de manejar la mente propia con derecho a cambiar lo que haya que cambiar. Los episodios de disociación ocurren bajo grandes presiones y es un acto de supervivencia tan real como asumir otra vida sin recordar lo que quede atrás. Creo que desarrollas muy bien la forma personalizada de entrar y salir de algo profundamente mental y somático. Creo que es una incursión literaria para la que demuestras gran madurez y habilidad. Te felicito y te mando un abrazo con olor de la rosa del principito.

Has captado absolutamente la idea. La disociación se relaciona íntimamente con la supervivencia. Era un tema que me apetecía tratar desde hace tiempo. El detonante en muchos casos es el trauma vivido, la presión de situaciones tremendas.
Parece que es algo innato, que se nace con ello, pero desgraciadamente es algo que se aprende. Y he tomado como ejemplo el olfato que siempre me ha saturado, exceso de olor humano, y del que he de evadirme como sea.
Gracias por tu atenta lectura que redondea mi texto.
Un fuerte abrazo y, por supuesto, cuidaré de esa rosa.

Francisco Lobo escribió: ↑Mié, 31 Jul 2024 15:48 Interesante trabajo a través del cual se vislumbra que sabes escribir muy bien, pero que muy bien. Me gustó bastante. Has de corregir oraciones como esta: "A., se sintió aliviada,", en la que has de quitar la coma, toda vez que entre el grupo de sujeto y el sintagma verbal no ha de ponerse. Un saludo.

Julio Arroba escribió: ↑Mié, 31 Jul 2024 22:11 La gelatina que aquí describes me lleva inevitablemente a pensar en una especie de imagen de realidad aumentada como perspectiva imposible, en el sentido de total. Todo se ve más o menos pequeño desde ese aislamiento que los estados de perplejidad o de dolor ocasionan tan a menudo.

Los últimos versos me han recordado a uno de mis poetas predilectos: Rainer Maria Rilke. No es uno fácil, pero me permito sugerirte su lectura (especialmente la de sus Elegías de Duino); creo que sabrías sacarle partido; revela abismos y abre caminos.

¡Saludos!

Ana García escribió: ↑Lun, 22 Jul 2024 20:10

Entró en la sala tanteando el ambiente.

Pensó en un gigantesco trozo de gelatina o en la espuma aislante que se inyectaba y crecía como un tumor en las cámaras de las paredes. Con esa idea todos ustedes tendrán una imagen bastante aproximada de lo que A. ve cuando siente hostilidad en cualquier habitación del mundo.

Por eso le cuesta tanto penetrar ese fluido, particular y asfixiante, que contiene un ambiente con olor a humanidad.
Pero no tiene más remedio que desenfundar el afilado machete del valor y abrirse paso a través de la gelatina, aromática y pegajosa, como si de una incursión en la maraña de una selva tropical se tratara.

Deseó disociarse, separar los diversos componentes de la sustancia A. pero de forma gradual: primero deshacerse de su enorme olfato y, después, una vez que su propia esencia se hallara lejos del habitáculo de la enfermedad, iniciar un proceso de disociación del resto de los sentidos, evitando que sus compañeros se percaten de tan anormal circunstancia. Cosa harto difícil puesto que tiene que hablar, continuamente, con unos y con otros.

Necesitaba ser como esos espejismos que se nos escapan de las manos en medio del desierto.

Ya estaba en el umbral de la habitación, observando sin ojos su propio cuerpo.

A. se sintió aliviada, como cuando uno vomita, por fin, todas las miserias de una gran borrachera nocturna. Me pregunto si otros son capaces de despojarse de sus cuerpos con la maestría y limpieza como ella lo hace.

Pero el objeto de tal disociación no era el mero hecho de descomponerse en sus múltiples partes, en todo este proceso subyace una intención de mayor alcance: la fuga de la sala, eso sí, con absoluta discreción.

La gelatina había vibrado excesivamente transmitiendo a todos y cada uno de los puntos de la sala información sobre lo que en ella acababa de suceder. Pero nadie se había percatado.

A. se sintió satisfecha, la operación había concluido con éxito, todos sus sentidos se encontraban en el umbral de la sala y unos momentos de intensa concentración bastaría para repararlos.

Después, la reunión, la integración, la asociación de esencia y cuerpo, y el abandono definitivo de la pieza.

Y volver al deseo, al olor del deseo.
Con mil trozos de soledad en un solo cuerpo.