Las tres edades
Publicado: Vie, 21 Jun 2024 12:33
Del imberbe proyecto,
insumiso cuerpo atribulado
recién salido de una cáscara de huevo,
se olvidaron las revoluciones
y también las mujeres.
A la deriva, sin saber si el día
era antes que la noche,
viajó en nubes de 40 grados
a través de los misterios de la soledad,
entonando tristes cánticos
y humedeciendo lechos
mientras montaba amazonas de humo.
Las bocas con dientes de neón,
eructando música de los 80,
fueron su noctámbula caja de Pandora.
Mas, de súbito, un silbo,
el sortilegio de una mirada,
una palabra que enciende
y todo lo que le rodeaba
comenzó en él a palpitar.
Estar vivo poco le pareció
y, desnudo de batallas y heridas,
se lanzó a saciar su sed de todas las bellezas
viviendo felizmente en un suave regazo
que, entre sus manos, fluía como las olas del mar.
Pero el invierno llegó
nevándole la cabeza y el corazón
y, como la tristeza de un cuerpo
deshecho de noche -¡qué silencio!-,
el espejo le mostró el dibujo
de un mapa cartográfico
que no supo interpretar perdiéndose
en su propio rostro hasta que, sin saber
si el día era antes que la noche,
el tiempo murió entre sus brazos.
insumiso cuerpo atribulado
recién salido de una cáscara de huevo,
se olvidaron las revoluciones
y también las mujeres.
A la deriva, sin saber si el día
era antes que la noche,
viajó en nubes de 40 grados
a través de los misterios de la soledad,
entonando tristes cánticos
y humedeciendo lechos
mientras montaba amazonas de humo.
Las bocas con dientes de neón,
eructando música de los 80,
fueron su noctámbula caja de Pandora.
Mas, de súbito, un silbo,
el sortilegio de una mirada,
una palabra que enciende
y todo lo que le rodeaba
comenzó en él a palpitar.
Estar vivo poco le pareció
y, desnudo de batallas y heridas,
se lanzó a saciar su sed de todas las bellezas
viviendo felizmente en un suave regazo
que, entre sus manos, fluía como las olas del mar.
Pero el invierno llegó
nevándole la cabeza y el corazón
y, como la tristeza de un cuerpo
deshecho de noche -¡qué silencio!-,
el espejo le mostró el dibujo
de un mapa cartográfico
que no supo interpretar perdiéndose
en su propio rostro hasta que, sin saber
si el día era antes que la noche,
el tiempo murió entre sus brazos.