Editorial Alaire

Mayo y sus cuchillos amarillos,
primavera decapitada,
sol carbonáceo que arrastra el cadáver de la lluvia,
todas las espinas florecieron dentro.

El metal desquiciado del iris nocturno
no atraviesa la habitación,
no cabe mas que un temor y tres vacíos,
libros que cuelgan como arañas,
una bandada de desvelos
se posan en los alambres de la mirada.

Vi el cristal de esos ojos
tan lejos como una galaxia,
pálida tierra que me habita,
las estaciones que me queman,
los jilgueros pasados
vienen y devoran mi semilla,
la que había guardado.

Estoy desalojado de tus contornos,
comprando hojas celestes
para llenar con mi vacío,
Pagando con versos de ceniza,
así es,

escribí,

escribí de ti y de como incendiar
los 40 mil poemas que llevan tus secretos,
de Caminar descalzo por el río
y clavarme los desprecios,
de sacudirme la ira de tanto odiarnos,
de amanecer sin más que con un tordo
enjaulado en el pecho,
de dejarte ahí siempre,
en esa noche,
la primera vez que nos tomamos de la mano.

Escribiste de ella, sí.

Me da la ligera impresión que hay mucho amor en tus letras, a pesar de sentirlas como algo doloroso que ni el tiempo ha sido capaz de limar.

Pero me queda ese regusto a amor, que un día existió y que aún queda alguna brasa entre las cenizas.

Me ha gustado.

Un abrazo.

Salud, paz y felicidad.

Un poema de desamor intenso y doloroso. Escribes muy bien, Antonio:

Un placer recorrer toda esta gama de emociones de pérdida contigo.

Felicidades
Un beso
Ana

sol carbonáceo que arrastra el cadáver de la lluvia,
todas las espinas florecieron dentro.


Esas imágenes me han desanudado por dentro. Hermoso! más que un desamor, yo veo la impaciencia de no poder arreglarlo, de estar tan cerca y de ser tan intenso, pero no poder.

Me ha gustado mucho.

Un abrazo.