A vueltas con el Significado y la Semántica
Publicado: Jue, 23 May 2024 12:50
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El lenguaje no fue inventado por los seres humanos para comunicarnos. Sorprendentemente, hay personas que piensan que sí.
Esta idea es igual de absurda que pensar que los seres humanos inventamos los ojos para ver, o los oídos para oír.
Precisamente porque tenemos ojos podemos ver, y precisamente podemos comunicarnos porque disponemos del lenguaje.
Otra cosa es «la lengua», la codificación y articulación del lenguaje. Lo que sí hemos inventado, no se sabe cómo, son los significados. Mediante el lenguaje asignamos significados a los signos, ya sean estos verbales, escritos, gestuales… visuales.
Posiblemente, uno de los aspectos más complejos de tratar dentro de la lingüística es el Significado. Tal es el caso que no hay nadie que pueda definir qué es y cómo se produce exactamente el significado. Para intentar aclarar este enredo, disponemos de dos ramas de la lingüística empeñadas en ese cometido, la Semántica y la Pragmática. En ayuda de la lingüística, para intentar una aproximación teórica consensuada, han acudido la filosofía y la sicología, sin por ello concluir en una teoría unificada que dé respuesta a qué es, cómo, cuándo y dónde se produce el significado. En el lenguaje están involucrados tres términos fundamentales para dar sentido a lo dicho, para encontrar significados, ya que el significado es el nudo principal del lenguaje.
El Significante «perro», un signo arbitrario determinado en algún momento de forma convencional, aplicado al Referente «sujeto perro» existente en la realidad (dejémoslo ahora solo en la realidad para no complicar más las cosas), nos devuelve el Significado «animal perro». Esta linealidad inductiva parece que nos deja claras las cosas. Del mismo modo podemos deducir que la acción «ladrar» es algo que hace el «perro» y la percibimos como un sonido. Cada cosa por separado nos da un significado, aunque no sabemos cómo se ha establecido; pero las cosas cambian cuando construimos sintácticamente, ordenadamente, algo como:
«el perro está ladrando». Conocemos los significados individuales de «perro» y «ladrar», pero qué hemos querido decir con el sintagma «el perro está ladrando» ya es otro asunto. Al anteponer «el» a «perro», ya estamos hablando de un perro en concreto. ¿Qué significa eso que hemos dicho? Hay un perro que ladra a lo lejos, mi perro está ladrando por algo que le inquieta, está ladrando el perro de Juan y le estoy indicando que lo haga callar porque me molesta… Como podemos intuir, el asunto se complica.
Para ayudarnos, acudimos a la Semántica y a la Pragmática. La diferencia sustancial entre ambas disciplinas, y de forma resumida, es que, la Semántica se ocupa de los aspectos del significado referidos a la convencionalidad del código que emplea una lengua, como es el caso de un diccionario en el que se recogen signos y significados. Buscamos «perro» y encontramos un significado descodificado, una definición, pero sin tener en cuenta el contexto. La Pragmática trata igualmente los aspectos del significado, pero aquellos que son propios del contexto; esto es, del emisor, del receptor, del momento, de la situación en la que se emite el significante. Por lo tanto, para hacernos entender es clave cómo dar con el significado pragmático de aquello que queremos transmitir. Estoy leyendo en silencio y digo «el perro está ladrando». Automáticamente escucho decir a Juan: «calla, Boby». Juan no ha entendido que hay un perro ladrando en la lejanía, sino que debe hacer callar a Boby. Este es el campo de la Pragmática, el del estudio del significado más allá de los convencionalismos del código que pueda establecer una lengua.
Sin contexto no hay entendimiento. Con demasiada frecuencia se suele decir referido a un escrito, a un poema, cosas como
«el campo semántico de este poema… este poema es muy rico en matices semánticos», o cosas similares. No todo es semántico. Igual que hay matices semánticos hay matices pragmáticos. Los matices semánticos quedan reducidos (generalmente) a la sinonimia y a las referencias inevitablemente circulares de cualquier diccionario, a lo simbólico… a lo metafórico.
Un campo semántico no es otra cosa que un mapa mental de palabras que de forma cohesionada comparten alguna característica: agua, río, fuente, grifo, mar… lluvia, piscina. Semánticamente, si digo «grifo», raramente me estaré refiriendo al «mar», salvo si tengo en cuenta la Pragmática y analizo el asunto teniendo en cuenta las particularidades de lo dicho. La interpretación más rica podrá ser dada por el contexto, las situación y relaciones; ya sea la interpretación que ha querido proponer el autor, o la consecuente por la interacción del contexto del autor con nuestro contexto cultural, social… emocional.
Si leemos un poema, podremos o no encontrar un significado o significados según seamos capaces de traspasar el código de la lengua y aplicarnos al contexto de la situación que propone el poeta, además de emplear nuestra capacidad de aplicar a nuestro contexto y situación aquello que el poeta dice; esto es, la capacidad de ser pragmáticos tanto el poeta como el lector. Si confundimos los ladridos del perro de Juan con los ladridos del perro del hortelano, poco podremos entender aun conociendo el significado de perro y de ladrar. Por consiguiente, mal podremos juzgar un poema, y aprehender la poética subyacente, si todo lo dejamos abierto, sin razonamiento crítico contextual, a lo que buenamente bajo el paraguas de la semántica convertida en ambigüedad se nos venga en gana; y, por lo tanto, poca sustancia poética podremos deducir más allá del diccionario.
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El lenguaje no fue inventado por los seres humanos para comunicarnos. Sorprendentemente, hay personas que piensan que sí.
Esta idea es igual de absurda que pensar que los seres humanos inventamos los ojos para ver, o los oídos para oír.
Precisamente porque tenemos ojos podemos ver, y precisamente podemos comunicarnos porque disponemos del lenguaje.
Otra cosa es «la lengua», la codificación y articulación del lenguaje. Lo que sí hemos inventado, no se sabe cómo, son los significados. Mediante el lenguaje asignamos significados a los signos, ya sean estos verbales, escritos, gestuales… visuales.
Posiblemente, uno de los aspectos más complejos de tratar dentro de la lingüística es el Significado. Tal es el caso que no hay nadie que pueda definir qué es y cómo se produce exactamente el significado. Para intentar aclarar este enredo, disponemos de dos ramas de la lingüística empeñadas en ese cometido, la Semántica y la Pragmática. En ayuda de la lingüística, para intentar una aproximación teórica consensuada, han acudido la filosofía y la sicología, sin por ello concluir en una teoría unificada que dé respuesta a qué es, cómo, cuándo y dónde se produce el significado. En el lenguaje están involucrados tres términos fundamentales para dar sentido a lo dicho, para encontrar significados, ya que el significado es el nudo principal del lenguaje.
El Significante «perro», un signo arbitrario determinado en algún momento de forma convencional, aplicado al Referente «sujeto perro» existente en la realidad (dejémoslo ahora solo en la realidad para no complicar más las cosas), nos devuelve el Significado «animal perro». Esta linealidad inductiva parece que nos deja claras las cosas. Del mismo modo podemos deducir que la acción «ladrar» es algo que hace el «perro» y la percibimos como un sonido. Cada cosa por separado nos da un significado, aunque no sabemos cómo se ha establecido; pero las cosas cambian cuando construimos sintácticamente, ordenadamente, algo como:
«el perro está ladrando». Conocemos los significados individuales de «perro» y «ladrar», pero qué hemos querido decir con el sintagma «el perro está ladrando» ya es otro asunto. Al anteponer «el» a «perro», ya estamos hablando de un perro en concreto. ¿Qué significa eso que hemos dicho? Hay un perro que ladra a lo lejos, mi perro está ladrando por algo que le inquieta, está ladrando el perro de Juan y le estoy indicando que lo haga callar porque me molesta… Como podemos intuir, el asunto se complica.
Para ayudarnos, acudimos a la Semántica y a la Pragmática. La diferencia sustancial entre ambas disciplinas, y de forma resumida, es que, la Semántica se ocupa de los aspectos del significado referidos a la convencionalidad del código que emplea una lengua, como es el caso de un diccionario en el que se recogen signos y significados. Buscamos «perro» y encontramos un significado descodificado, una definición, pero sin tener en cuenta el contexto. La Pragmática trata igualmente los aspectos del significado, pero aquellos que son propios del contexto; esto es, del emisor, del receptor, del momento, de la situación en la que se emite el significante. Por lo tanto, para hacernos entender es clave cómo dar con el significado pragmático de aquello que queremos transmitir. Estoy leyendo en silencio y digo «el perro está ladrando». Automáticamente escucho decir a Juan: «calla, Boby». Juan no ha entendido que hay un perro ladrando en la lejanía, sino que debe hacer callar a Boby. Este es el campo de la Pragmática, el del estudio del significado más allá de los convencionalismos del código que pueda establecer una lengua.
Sin contexto no hay entendimiento. Con demasiada frecuencia se suele decir referido a un escrito, a un poema, cosas como
«el campo semántico de este poema… este poema es muy rico en matices semánticos», o cosas similares. No todo es semántico. Igual que hay matices semánticos hay matices pragmáticos. Los matices semánticos quedan reducidos (generalmente) a la sinonimia y a las referencias inevitablemente circulares de cualquier diccionario, a lo simbólico… a lo metafórico.
Un campo semántico no es otra cosa que un mapa mental de palabras que de forma cohesionada comparten alguna característica: agua, río, fuente, grifo, mar… lluvia, piscina. Semánticamente, si digo «grifo», raramente me estaré refiriendo al «mar», salvo si tengo en cuenta la Pragmática y analizo el asunto teniendo en cuenta las particularidades de lo dicho. La interpretación más rica podrá ser dada por el contexto, las situación y relaciones; ya sea la interpretación que ha querido proponer el autor, o la consecuente por la interacción del contexto del autor con nuestro contexto cultural, social… emocional.
Si leemos un poema, podremos o no encontrar un significado o significados según seamos capaces de traspasar el código de la lengua y aplicarnos al contexto de la situación que propone el poeta, además de emplear nuestra capacidad de aplicar a nuestro contexto y situación aquello que el poeta dice; esto es, la capacidad de ser pragmáticos tanto el poeta como el lector. Si confundimos los ladridos del perro de Juan con los ladridos del perro del hortelano, poco podremos entender aun conociendo el significado de perro y de ladrar. Por consiguiente, mal podremos juzgar un poema, y aprehender la poética subyacente, si todo lo dejamos abierto, sin razonamiento crítico contextual, a lo que buenamente bajo el paraguas de la semántica convertida en ambigüedad se nos venga en gana; y, por lo tanto, poca sustancia poética podremos deducir más allá del diccionario.
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