Ahora, aún llueve
Publicado: Jue, 16 May 2024 18:26
Ahora cae la lluvia,
mis ojos se condenan al sufrimiento.
Oigo olas tropezar contra rocas imaginarias,
al mar erizarse,
como piel que envuelve el dolor de los sentimientos.
Miro hacia el adiós que esconde la línea
indistinguible del bien y del mal,
los ojos reclaman su libertad,
aquella perdida entre la espuma
que el viento de poniente esparce en mi ayer.
El cielo,
condena al brillo lunar,
los astros se visten de oscuridad
y las estrellas voltean su estela de luto.
La noche oscurece bajo el alquitrán
derramado por cortinas trashumantes,
alineadas en una techumbre de plumas de cormorán.
Aún llueve,
la brisa hace sonar su lánguida melodía.
Un lamento se percibe a lo lejos,
su voz desgarrada,
rota en los acantilados penitentes,
mientras relámpagos guerreros rasgan nubes atormentadas,
y las lágrimas,
mis lágrimas, se ahogan en la orilla de su silencio.
Me marcho.
No hay pisadas en la arena,
no dejan huella,
no existe rastro que dibujar.
La espuma del olvido
muere en la orilla junto a su recuerdo,
ligada a la humedad del silencio
que derrumba el sudor de este corazón,
exhausto por el sufrimiento de un amor
perdido entre la niebla una noche de lluvia,
en busca del fulgor de una luna ausente.
Ahora,
aún sigue lloviznando,
los ojos la llevan en su condena.
En la orilla, la espuma es mi aliada.
mis ojos se condenan al sufrimiento.
Oigo olas tropezar contra rocas imaginarias,
al mar erizarse,
como piel que envuelve el dolor de los sentimientos.
Miro hacia el adiós que esconde la línea
indistinguible del bien y del mal,
los ojos reclaman su libertad,
aquella perdida entre la espuma
que el viento de poniente esparce en mi ayer.
El cielo,
condena al brillo lunar,
los astros se visten de oscuridad
y las estrellas voltean su estela de luto.
La noche oscurece bajo el alquitrán
derramado por cortinas trashumantes,
alineadas en una techumbre de plumas de cormorán.
Aún llueve,
la brisa hace sonar su lánguida melodía.
Un lamento se percibe a lo lejos,
su voz desgarrada,
rota en los acantilados penitentes,
mientras relámpagos guerreros rasgan nubes atormentadas,
y las lágrimas,
mis lágrimas, se ahogan en la orilla de su silencio.
Me marcho.
No hay pisadas en la arena,
no dejan huella,
no existe rastro que dibujar.
La espuma del olvido
muere en la orilla junto a su recuerdo,
ligada a la humedad del silencio
que derrumba el sudor de este corazón,
exhausto por el sufrimiento de un amor
perdido entre la niebla una noche de lluvia,
en busca del fulgor de una luna ausente.
Ahora,
aún sigue lloviznando,
los ojos la llevan en su condena.
En la orilla, la espuma es mi aliada.