La Vida en un Vaso de Agua (dedicado a Ana Muela)
Publicado: Dom, 12 May 2024 12:57
Para ti, Ana, en agradecimiento a esos bellos poema que nos permites disfrutar.
La vida en un vaso de agua.
Nos ahogamos en una ducha. Platos sucios originando agua sucia. Aguas fecales. Me enjabono el cuerpo y me lavo la cara. Tengo las manos agrietadas por limpiar sin guantes y no hay crema para hidratarlas. El cepillo se adentra en el bosque de mis cabellos y una ropa me viste y un reloj me cuenta el tiempo.
Basura en un cubo, la prueba de mi existencia.
Bolas de papel, servilletas grasientas, periódicos viejos; cartones de leche, vino, huevos y tabaco; colillas, ceniza, nicotina en mis pulmones; mondas de naranja, de patata, cáscaras de huevo, nata, arena de gato…
SOBRAS. ¿Y si yo también sobrase?
No quiero pensar en ello, necesito tomar aire fresco. Estoy en la calle y aquí casi nunca refresca. En las alcantarillas, bajo mis pies, corretean las ratas y las cucarachas.
Recuerdo aquel día cuando llegué a casa y el pasillo estaba inundado por estos crujientes bichos y yo, acurrucada en la cama sin valor para matarlas.
¡Agh! Se apoderaron de mí.
Qué paisaje tan otoñal: calles levantadas, tuberías, plazas de hierro, contenedores malolientes, árboles casi muertos, coches y edificios de cemento y ladrillo.
Me siento enjaulada en el tiempo.
Sin suficiente aire ni espacio. Mis ojos solo ven estas calles carentes de luz y vida.
¡Si por lo menos intentaran engañarnos!
Me dan retortijones en el estómago. Escupo, cómo resbala mi saliva, tanto que ha mojado mi pañuelo.
Me pellizco, ¡Ay, no estoy soñando! ¿Y si regresara a casa?
No, no estoy animada y me embrutecería viendo la tele, pasearé un poco más.
Suenan mis pisadas, estoy pisando un suelo que me es ajeno, siento como el cemento se adhiere a mis suelas, me pesa la cabeza, me mareo.
Creo que tengo fiebre, voy a sentarme.
Pobre cabeza, atrapada por las ausencias.
Me duele el estómago, qué olor tan ácido, vómitos en el suelo.
¡Soy yo! Me siento liberada ante la evidencia y por fin logro sonreír.
Me levanto y grito:
¡Soy mierda! Qué gran placer para el espíritu.
Lo entiendo
entiendo el abrazo
el placer del abandono,
saberse maldita y sin salida,
taparle la boca a la esperanza
y escuchar solo el ácido dolor
que acaricia mi rostro
mientras me digo que esto no es vida,
porque en realidad no es vida,
no tengo sentido ni dirección,
no hay respuesta
ni mucho menos papeles con una solución,
no sé siquiera si realmente existe ese don.