Luna, mi luna
Publicado: Jue, 18 Abr 2024 10:43
Anoche volví a leer tus cartas,
no tienen polvo, ni tan siquiera están dañadas,
las cubro con el destello de los luceros,
con el guiño de mi Luna enamorada,
las protejo con el sentimiento
y las abrigo con las rosas que florecen del corazón.
¡Cómo siente el alma tu distancia!
Riego a diario la escarcha
para que florezca como a ti te gusta en primavera,
barro el portal,
recorto las ramas del roble,
-están tristes desde aquella tarde-,
ya no florecen sin tus cuidados,
vigilo la siembra y anochezco con las dudas del atardecer.
Miro hacia el infinito y te veo.
Te veo saltar,
revolcarte en el trigo,
mirarme con los reflejos del sol en tus pupilas,
con el frescor de tu sonrisa,
y esos labios rosados reclamando los míos,
con la inocencia de la juventud,
la dulzura de la semilla del amor,
y la delicadeza de una brisa acariciando el mar.
Y se me desmorona la vida.
Todo se cae,
sin apenas hacer ruido,
el crepúsculo me invade,
me invade la tristeza, y con ella,
la noche se hace fuerte,
el frío se apodera del paisaje,
el roble llora,
lo siento,
y hasta la vieja silla chirría
como si de un lamento se tratara.
Aquí estoy de nuevo.
Tus cartas entre las manos,
los luceros alineándose con sus destellos,
la Luna, mi Luna,
iluminando tus letras,
el tímido aire esparciendo mis lágrimas,
por donde la primavera dibujará
el jardín que tanto te gustaba.
Yo…
Soñando entre las letras de tus cartas,
uniendo tus labios a los míos,
agarrando tu diminuta cintura,
rodeando tu cuerpo con los brazos del deseo,
sintiendo tus latidos,
golpeando con los míos,
bailando bajo los focos de la felicidad.
Pero,
las nubes,
llenan de oscuridad las tinieblas de la noche,
mis ojos se afligen,
el corazón se lamenta,
el alma se envenena.
Luna, mi luna,
hierve su luz en mi boca,
el jugo de sus labios
refrescando los míos,
su rostro, su cuerpo,
su imagen.
Bésame en la inmensidad,
riégame con tu primavera,
encandílame con tu mirada,
ámame con pasión,
quiéreme en la madrugada.
¡Cómo siente el alma tu distancia!
El sol,
despierta el dolor,
la vieja sombra de un roble,
y la escarcha sin primavera.
no tienen polvo, ni tan siquiera están dañadas,
las cubro con el destello de los luceros,
con el guiño de mi Luna enamorada,
las protejo con el sentimiento
y las abrigo con las rosas que florecen del corazón.
¡Cómo siente el alma tu distancia!
Riego a diario la escarcha
para que florezca como a ti te gusta en primavera,
barro el portal,
recorto las ramas del roble,
-están tristes desde aquella tarde-,
ya no florecen sin tus cuidados,
vigilo la siembra y anochezco con las dudas del atardecer.
Miro hacia el infinito y te veo.
Te veo saltar,
revolcarte en el trigo,
mirarme con los reflejos del sol en tus pupilas,
con el frescor de tu sonrisa,
y esos labios rosados reclamando los míos,
con la inocencia de la juventud,
la dulzura de la semilla del amor,
y la delicadeza de una brisa acariciando el mar.
Y se me desmorona la vida.
Todo se cae,
sin apenas hacer ruido,
el crepúsculo me invade,
me invade la tristeza, y con ella,
la noche se hace fuerte,
el frío se apodera del paisaje,
el roble llora,
lo siento,
y hasta la vieja silla chirría
como si de un lamento se tratara.
Aquí estoy de nuevo.
Tus cartas entre las manos,
los luceros alineándose con sus destellos,
la Luna, mi Luna,
iluminando tus letras,
el tímido aire esparciendo mis lágrimas,
por donde la primavera dibujará
el jardín que tanto te gustaba.
Yo…
Soñando entre las letras de tus cartas,
uniendo tus labios a los míos,
agarrando tu diminuta cintura,
rodeando tu cuerpo con los brazos del deseo,
sintiendo tus latidos,
golpeando con los míos,
bailando bajo los focos de la felicidad.
Pero,
las nubes,
llenan de oscuridad las tinieblas de la noche,
mis ojos se afligen,
el corazón se lamenta,
el alma se envenena.
Luna, mi luna,
hierve su luz en mi boca,
el jugo de sus labios
refrescando los míos,
su rostro, su cuerpo,
su imagen.
Bésame en la inmensidad,
riégame con tu primavera,
encandílame con tu mirada,
ámame con pasión,
quiéreme en la madrugada.
¡Cómo siente el alma tu distancia!
El sol,
despierta el dolor,
la vieja sombra de un roble,
y la escarcha sin primavera.