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Marcelino y su carretilla

Publicado: Mar, 11 Nov 2008 22:41
por Julio Gonzalez Alonso
Marcelino y su carretilla

Entre tantos como fueron en aquella década de infancia de los 50, me viene a la memoria la imagen de Marcelino y su carretilla. Era un hombre joven, con una chepa no demasiado prominente, moreno y de estatura mediana, que no gozó de muchas luces ni, en ocasiones, de demasiadas buenas intenciones cuando hacía alguna de las suyas entre la ropa tendida a la orilla del río o cualquier otra barrabasada.

Aunque no llegó a aprender a leer ni escribir, lo de ser maestro para mandar y tener a los guajes quietos debió de gustarle bastante, así que era frecuente que los niños y niñas más pequeños del pueblo pasaran por su particular escuela organizada al aire libre. Cuando conseguía reunir a media docena de rapaces, los hacía sentar en el suelo y hacer que escribieran o hicieran como que escribían en un trozo de teja, en el suelo o en una pizarra, usando para escribir un trozo de yeso. En fin, que aquella parodia duraba lo que duraba la paciencia de los improvisados alumnos hasta que salían corriendo cada uno en una dirección y Marcelino en la de todos y en la de ninguno, con lo que se daba por finalizada la clase.

La chavalería tampoco se cortaba un pelo a la hora de cizañar, así que era frecuente oir gritar desde una esquina, ¡Marcelino, pan y vino!, haciendo alusión a la famosa película de igual título, pero que al susodicho Marcelino maldita la gracia que le hacía. De ahí, tal vez también, la inquina que cogió a cuanta gente menuda se le ponía a tiro.

Otra costumbre de Marcelino era la de llevar una carretilla por el medio del pueblo. No sé si acarreaba algo alguna vez, tal vez sí, pero la mayoría de las veces se paseaba con su carretilla vacía, así que para darle algún uso que cuadrara con sus aviesas intenciones, acostumbraba a invitar a subir a cuanto guaje se topaba en su recorrido. Cuando tenía la carretilla llena, comenzaba una frenética carrera que llegaba hasta el puente, a la orilla del río por la parte del Arenal; allí paraba en seco y volcaba la carretilla echando toda su carga terraplén abajo hacia el río.

Los usuarios del transporte, que ya se temían el final, se negaban a subirse teniendo que pagar el viaje con el revolcón, pero casi siempre acababa convenciendo a alguno para participar en la experiencia, con la promesa de que esa vez el paseo acabaría de manera bien diferente. Y, naturalmente, nunca cumplía su palabra. Hubo, en fin, intentos de apearse en marcha, la estrategia de agarrarse a la carretilla de Marcelino cuando hacía de volquete y otras triquiñuelas que nunca daban resultado. Lo más seguro era no subirse, pero ya sabemos lo que para un guaje resulta ser el desafío de librarse de acabar en el río y, además, darse un paseo en carretilla.

Parece ser que usaba dos tipos de carretilla, la clásica y típica de las obras, con su caja, y otra para transportar otra clase de bultos, plana, en la que cabían más víctimas. Usaba ambas con igual maestría.

Re: Marcelino y su carretilla.

Publicado: Vie, 02 Ene 2009 12:51
por Blanca Sandino
Eres un 'cuentista' nato, Julio. Da igual qué, lo haces de tal forma que es posible vivirlo en primera persona. Aplausos.


Blanca

Re: Marcelino y su carretilla.

Publicado: Lun, 05 Ene 2009 12:44
por Julio Gonzalez Alonso
Blanca Sandino escribió:Eres un 'cuentista' nato, Julio. Da igual qué, lo haces de tal forma que es posible vivirlo en primera persona. Aplausos.


Blanca



Gracias, Blanca; lo de "cuentista" me lo tomaré por la acepción del que cuenta cuentos... sin intención de engañar (je,je,je...) Gracias por detenerte en esta lectura y esos aplausos.
Salud.

Re: Marcelino y su carretilla.

Publicado: Dom, 08 Sep 2013 8:39
por Hallie Hernández Alfaro
Julio González Alonso escribió:Marcelino y su carretilla.

Entre tantos como fueron en aquella década de infancia de los 50, me viene a la memoria la imagen de Marcelino y su carretilla. Era un hombre joven, con una chepa no demasiado prominente, moreno y de estatura mediana, que no gozó de muchas luces ni, en ocasiones, de demasiadas buenas intenciones cuando hacía alguna de las suyas entre la ropa tendida a la orilla del río o cualquier otra barrabasada.

Aunque no llegó a aprender a leer ni escribir, lo de ser maestro para mandar y tener a los guajes quietos debió de gustarle bastante, así que era frecuente que los niños y niñas más pequeños del pueblo pasaran por su particular escuela organizada al aire libre. Cuando conseguía reunir a media docena de rapaces, los hacía sentar en el suelo y hacer que escribieran o hicieran como que escribían en un trozo de teja, en el suelo o en una pizarra, usando para escribir un trozo de yeso. En fin, que aquella parodia duraba lo que duraba la paciencia de los improvisados alumnos hasta que salían corriendo cada uno en una dirección y Marcelino en la de todos y en la de ninguno, con lo que se daba por finalizada la clase.

La chavalería tampoco se cortaba un pelo a la hora de cizañar, así que era frecuente oir gritar desde una esquina, ¡Marcelino, pan y vino!, haciendo alusión a la famosa película de igual título, pero que al susodicho Marcelino maldita la gracia que le hacía. De ahí, tal vez también, la inquina que cogió a cuanta gente menuda se le ponía a tiro.

Otra costumbre de Marcelino era la de llevar una carretilla por el medio del pueblo. No sé si acarreaba algo alguna vez, tal vez sí, pero la mayoría de las veces se paseaba con su carretilla vacía, así que para darle algún uso que cuadrara con sus aviesas intenciones, acostumbraba a invitar a subir a cuanto guaje se topaba en su recorrido. Cuando tenía la carretilla llena, comenzaba una frenética carrera que llegaba hasta el puente, a la orilla del río por la parte del Arenal; allí paraba en seco y volcaba la carretilla echando toda su carga terraplén abajo hacia el río.

Los usuarios del transporte, que ya se temían el final, se negaban a subirse teniendo que pagar el viaje con el revolcón, pero casi siempre acababa convenciendo a alguno para participar en la experiencia, con la promesa de que esa vez el paseo acabaría de manera bien diferente. Y, naturalmente, nunca cumplía su palabra. Hubo, en fin, intentos de apearse en marcha, la estrategia de agarrarse a la carretilla de Marcelino cuando hacía de volquete y otras triquiñuelas que nunca daban resultado. Lo más seguro era no subirse, pero ya sabemos lo que para un guaje resulta ser el desafío de librarse de acabar en el río y, además, darse un paseo en carretilla.

Parece ser que usaba dos tipos de carretilla, la clásica y típica de las obras, con su caja, y otra para transportar otra clase de bultos, plana, en la que cabían más víctimas. Usaba ambas con igual maestría.


Qué hermosura, Julio. Todo un disfrute que enseña e inunda de ternura.

Arriba con la excelencia.

re: Marcelino y su carretilla

Publicado: Dom, 08 Sep 2013 12:17
por Julio Gonzalez Alonso
Frecuento poco este foro. Me sorprendió tu comentario, que te agradezco, y ya de paso me entretuve leyendo algunas entregas más. Gracias, Hallie. Con un abrazo.
Salud.

Re: re: Marcelino y su carretilla

Publicado: Dom, 08 Sep 2013 12:29
por Hallie Hernández Alfaro
Julio González Alonso escribió:Frecuento poco este foro. Me sorprendió tu comentario, que te agradezco, y ya de paso me entretuve leyendo algunas entregas más. Gracias, Hallie. Con un abrazo.
Salud.

Buenos días, Julio. Rafel me ha pedido que modere este subforo de prosa. Tiene material valiosísimo. No es muy frecuentado, pero cuenta con textos magníficos y narrativa corta muy interesante.

Marcelino es hermoso; lleva ternura en la carretilla y en el espíritu del personaje.

Felices horas y un gran abrazo.

Re: re: Marcelino y su carretilla

Publicado: Dom, 08 Sep 2013 22:58
por Julio Gonzalez Alonso
Hallie Hernández Alfaro escribió:
Julio González Alonso escribió:Frecuento poco este foro. Me sorprendió tu comentario, que te agradezco, y ya de paso me entretuve leyendo algunas entregas más. Gracias, Hallie. Con un abrazo.
Salud.



Buenos días, Julio. Rafel me ha pedido que modere este subforo de prosa. Tiene material valiosísimo. No es muy frecuentado, pero cuenta con textos magníficos y narrativa corta muy interesante.

Marcelino es hermoso; lleva ternura en la carretilla y en el espíritu del personaje.

Felices horas y un gran abrazo.


Pues me alegro de que estés al cargo de este foro, Hallie; esto me anima a entrar más a menudo, cosa que haré a mi vuelta de Argentina y Chile a donde parto para tres meses el próximo 17. Con un abrazo.
Salud.

Publicado: Jue, 26 Sep 2013 20:05
por Macedonio Tracel
Julio me alegro que te animes a llegar hasta estos lares. el cuento me encanta. son tan amables de seguir estas historias. ha sido un gusto

Publicado: Mar, 25 Feb 2014 23:31
por Julio Gonzalez Alonso
Macedonio Tracel escribió:Julio me alegro que te animes a llegar hasta estos lares. el cuento me encanta. son tan amables de seguir estas historias. ha sido un gusto



Agradecido, Macedonio. No creía haber visto este comentario y me alegra de que te haya gustado.
Salud.

re: Marcelino y su carretilla

Publicado: Dom, 19 Abr 2015 0:10
por Óscar Distéfano
Me ha encantado este relato tuyo, Julio. Veo una vertiente hermosa del realismo puro, aquel que nos convence de que tal cosa contada en verdad ha sucedido tal cual está escrita. Me he sumergido en ese mundo infantil, donde la vida es emoción pura y donde la muerte no existe. Gracias, amigo, por la magia de tu pluma.

Un abrazo.
Óscar

Publicado: Dom, 19 Abr 2015 14:19
por Armilo Brotón
Un gusto haber conocido a ese personaje tan pintoresco. Gratos recuerdos que hoy nos hacen sonreír y disfrutar.

Un cordial saludo.

Re: re: Marcelino y su carretilla

Publicado: Lun, 11 May 2015 9:22
por Julio Gonzalez Alonso
Óscar Distéfano escribió:Me ha encantado este relato tuyo, Julio. Veo una vertiente hermosa del realismo puro, aquel que nos convence de que tal cosa contada en verdad ha sucedido tal cual está escrita. Me he sumergido en ese mundo infantil, donde la vida es emoción pura y donde la muerte no existe. Gracias, amigo, por la magia de tu pluma.

Un abrazo.
Óscar

Me alegra tu comentario, Óscar. Éste y otros pequeños textos nacieron al calor de los recuerdos de infancia y el pueblo; ahora formarán, casi todos ellos, parte de un libro que se publicará el próximo agosto.
Con un abrazo. Salud.

Publicado: Lun, 11 May 2015 9:25
por Julio Gonzalez Alonso
Armilo Bretón escribió:Un gusto haber conocido a ese personaje tan pintoresco. Gratos recuerdos que hoy nos hacen sonreír y disfrutar.

Un cordial saludo.

Un placer, Armilo. Lo has descrito bien, trata el texto de formar parte de esos recuerdos que creíamos desaparecidos para siempre, pero que -en cuanto los ahaces aflorar- ves cómo relucen en las miradas de quienes los vivieron y en la comprensión de quienes, sin haber conocido a sus protagonistas, los leen, como es el caso.
Con un abrazo. Salud.

Publicado: Mar, 12 May 2015 0:21
por Raul Muñoz
Un precioso relato realista, que se disfruta Julio. Diría que tragicómico, como suele ser la vida. Me recordaba autores como Delibes, por ese ambiente de pueblo que describes y la aparición de palabras muy hermosas del castellano, que ya casi no se utilizan.

Un placer conocer este registro tuyo, amigo.

Un fuerte abrazo.

Re: re: Marcelino y su carretilla

Publicado: Dom, 19 Jul 2015 16:14
por Julio Gonzalez Alonso
Óscar Distéfano escribió:Me ha encantado este relato tuyo, Julio. Veo una vertiente hermosa del realismo puro, aquel que nos convence de que tal cosa contada en verdad ha sucedido tal cual está escrita. Me he sumergido en ese mundo infantil, donde la vida es emoción pura y donde la muerte no existe. Gracias, amigo, por la magia de tu pluma.

Un abrazo.
Óscar

Son pequeños textos destinados al recuerdo de quienes compartimos experiencias infantiles en un pueblecito de la montaña leonesa y que formarán parte, la mayoría de ellos (unos 21) de un libro de fotografías que con el título Miradas del Ayer.- La Pola de Gordón, se presentará en esta localidad el próximo 24 de este mes de julio. Pero, evidentemente, espero que las historias sirvan para cualquier lugar del mundo, pues las experiencias infantiles y los sueños, son universales.

Gracias por detenerte a leer, amigo Óscar.
Salud.