Los indecisos
Publicado: Dom, 10 Mar 2024 11:43
LOS INDECISOS
Nunca paseamos de la mano.
De la mano nunca.
Somos dos amigos (para ella),
un fracaso (para el Amor)
y un par de indecisos (para mí).
Todavía nuestros labios no se besan,
todavía nuestros cuerpos no se tocan,
todavía nuestras vidas no se juntan.
Pero estamos a una excusa
de que ocurra.
No ayuda el hecho de que hablemos
de cosas serías al caminar, por ejemplo,
yo de las estrellas y la luna, ella
del sol y de la mar
…o de que a los dos la soledad
nos parece hermosa (aunque, en esto,
yo solo le sigo la corriente).
De la mano nunca vamos.
Lo más parecido a ir de su mano
fue cuando agarró con fuerza mi muñeca
el día en que un niño en bicicleta
me pasó rozando la cintura.
La soltó al instante (la abandonó
como se abandona a un polizón en una isla).
Por eso, desde ese día, cuando paseamos,
voy buscando niños que van en bicicleta
y les brindo, como excusa, mi cadera;
y extiendo una mano,
la más cercana a ella,
para que la agarre y no la suelte
si me rozan.
Y ya, de su mano, entonces sí,
mientras la mantengo distraída hablando
de islas, polizones… y otras cosas
poco serias,
haré lo posible para que, a mi lado,
esa soledad de la que hablaba
ya no le parezca tan hermosa.
--oOo--
Nunca paseamos de la mano.
De la mano nunca.
Somos dos amigos (para ella),
un fracaso (para el Amor)
y un par de indecisos (para mí).
Todavía nuestros labios no se besan,
todavía nuestros cuerpos no se tocan,
todavía nuestras vidas no se juntan.
Pero estamos a una excusa
de que ocurra.
No ayuda el hecho de que hablemos
de cosas serías al caminar, por ejemplo,
yo de las estrellas y la luna, ella
del sol y de la mar
…o de que a los dos la soledad
nos parece hermosa (aunque, en esto,
yo solo le sigo la corriente).
De la mano nunca vamos.
Lo más parecido a ir de su mano
fue cuando agarró con fuerza mi muñeca
el día en que un niño en bicicleta
me pasó rozando la cintura.
La soltó al instante (la abandonó
como se abandona a un polizón en una isla).
Por eso, desde ese día, cuando paseamos,
voy buscando niños que van en bicicleta
y les brindo, como excusa, mi cadera;
y extiendo una mano,
la más cercana a ella,
para que la agarre y no la suelte
si me rozan.
Y ya, de su mano, entonces sí,
mientras la mantengo distraída hablando
de islas, polizones… y otras cosas
poco serias,
haré lo posible para que, a mi lado,
esa soledad de la que hablaba
ya no le parezca tan hermosa.
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