y escalera que descendía empinada
envuelta en humo de maría
y rumor de besos en silencio,
de pasos escondidos en los reservados,
de hielo flotando en el ámbar,
de luces que confundían la silueta de su alma,
de cristales rayados
y pupilas dilatadas.
Ella dibujaba en la atmósfera cuando se sentaba ante el piano sin brillo, que sonaba bien de tanto tocarlo, expresando el grito del desamor con su voz herrumbrada por la humedad del desengaño,
que todo lo corroe
hasta transformar su alma en una extraña,
en una amiga traicionera
con la que ya no quería trato
y la expulsaba de entre sí
consciente de que: