El largo y tortuoso camino hacia el Infierno de un actor genial

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F. Enrique
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El largo y tortuoso camino hacia el Infierno de un actor genial

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El largo camino hacia el Purgatorio de un actor genial
11 de junio de 2023 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estarás conmigo sin que nos preocupe el tiempo,
los adioses serán una pertenencia de los otros,
prepararé mi bosque, mi paz y mis senderos
para que tú los pises
como en aquel día lejano que yo pisé tu huella
para que me mostraras
tu felicidad.
(A Jaume Gimbert - In memoriam)


Aquí mi boca tibia,
mis versos más amargos
se funden con la gente que escapa de su casa
como la niña inquieta de un sueño inacabado,
la mujer que resiste tenaz en tus cuarteles
y el poeta lejano
que no encuentra su sitio
en un vuelo disperso que ahogaste en tus lazos,
que inmolaste con rabia
entre las flores mustias que cuidaran tus manos.

Esta ciudad perdió de la verdad el rumbo,
ni mirando de frente se cumple lo pactado
en sus torpes entrañas,
en sus bloques cansados,
el cine está vacío, apenas tres asientos,
nadie interrumpe
los sorbos de un ardor febril y enajenado,
y no importa el cartel, ni los actores,
ni las manchas de sombra que persisten
en la oscura butaca, en el fondo apagado
que vuelve a tu camisa destrozada
en el tenue recuerdo que disipa mi imagen
y el amor que enterraste con el último tango.

No importa la Celosa cuando no te requiere
y la dejas vagando
por la sierra perversa,
buscando a un amante atormentado
cuyo dolor se expande y aprisiona sus miembros
a la litera fría que pregona las nubes
y el espíritu amargo
de un romance extinguido
en la arista más bruna de un fuego masacrado.

Amabas la ciudad de las luces heridas
y la Casa de Campo,
el ruido que enloquece la razón de los cuerdos
que tú representabas en tu perfil humano,
los árboles que ocultan
las horas del placer y las caricias,
la danza de los cuerpos en la senda vibrando,
el humo proceloso que hiere tu palabra
y no desaparece de los ojos nublados.

Declaraste la guerra con hechos consumidos,
tu Pearl Harbor resiste con firmeza
en mi memoria aciaga, en mi rostro angustiado
me asalta y me castiga con su furia implacable;
aún me sobrecoge el fragor de las hélices,
las alas que marchitan la faz de lo dañado,
la sangre en las miradas,
tu voluntad constante de querer lo perdido
por encima del mar y los quebrantos,
de despreciar la túnica morada de un profeta
confuso que se enfrenta al trastorno vesánico
del mundo y sus escombros,
y guarda en la memoria un sueño amortajado.

No tengo ni un recuerdo malo de Jaume, ni poniéndome severo. Quizás me molestaba su persistencia en acompañarme en los últimos días del calvario porque yo vivía un melodrama particular que me había robado la sonrisa. No sé qué hizo en los veinte años que lo llevaron a la muerte, no puedo pronunciarme sobre su conducta ni imaginar una posible deriva vitalista. El familiar suyo que se puso en contacto conmigo me agradeció con emoción mi sentido de la persistencia de la amistad en el recuerdo pero no me dijo nada de su actitud ante la vida y la muerte. No me atreví a preguntarle cómo fue esta última, supongo que me lo habría dicho en esos correos que compartió conmigo.

Quise reflejar, reconozco que en un momento de pesimismo, el terrible paralelismo que puede haber entre el amor y la guerra.

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Reconozco, Armilo, que el poema es raro; el solo de trompeta de Montgomery Clift es el más melancólico y amargo de la historia de cine, planea en él la figura menuda de La voz. El actor, antes del accidente que lo limitó dramáticamente hasta para expresarse con los ojos (Tartamudeaba, y no de emoción o nerviosismo incontrolable, como James Stewart), aprendía todo aquello que le exigía el guion.

Durante mucho tiempo los periodistas decían que el lento y tortuoso suicidio de Monty se debía a un sentimiento de culpa lacerante por ser homosexual. Las últimas indagaciones sobre ello han aclarado que vivía su homosexualidad con gozo y naturalidad. Era un intelectual exquisito. Su amiga íntima, Liz Taylor, fue la que le salvó la vida tras el terrible accidente, metiéndole decididamente la mano en la graganta para que no se asfixiara.

Lo del volatinero de los ojos tristes y la Kerr sobre la arena, entre las olas murientes es, sencillamente, antológico, devastador en su belleza destrozada.

Pearl Harbor es el principio del final de la expansión de los regímenes totalitarios.
FEnrique
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Centauros del desierto (1956) Estados Unidos
8,0 32.886
John Ford
John Wayne, Natalie Wood, Jeffrey Hunter, Ward Bond, Vera Miles, John Qualen, Olive Carey, Henry Brandon, Ken Curtis, Harry Carey Jr.
10Ford
***
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó
las pulsaciones nerviosas de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
(Playa de la Almadraba - Fragmento)
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