"El arte como suele decirse, es una cosa seria. Es por lo menos tan seria como la moral o la política. Pero si tenemos el deber de aproximarnos a estas últimas con esa modestia que es búsqueda de claridad, claridad con los demás y dureza con nosotros mismos-, no sé con qué derecho ante una página escrita olvidamos que somos hombres y que un hombre nos habla.
(Cesare Pavese)
Creo que aquí podría residir mucho de lo que buscamos en nosotros mismos, aquello que nos mantiene en la lucha contra un mundo hostil al que no podemos vencer porque al hacerlo nos inmolaríamos nosotros mismos, de tal forma pertenecemos a él, aunque haya sacralizado el perfil más intrascendente del hombre. Aunque seamos conscientes de este destino, vivimos con el convencimiento de que escribir es un compromiso y que nuestra derrota puede ser algún día el triunfo de otros porque siendo realistas nos sustentamos en la idea, antigua pero siempre renovadora en sus fundamentos, que podamos transmitir a los demás.
No hay una línea definida entre el éxito y el fracaso; Pavese no sintió que su vida estuviera realizada con la consecución del premio más prestigioso de la narrativa en italiano, en cambio hubiera dado un mundo por una historia de amor.
2
Pienso que eres un humanista, Juan Carlos, no importa lo que hayas estudiado en las aulas, siendo esto muy importante lo es más lo que estás buscando por ti mismo. Tú has comprendido que hay un tiempo de formación y otro de expansión permanente, no ha habido una época como ésta para facilitarla, pero, como decía Ortega, esa red se escapa como el agua por una canastilla hasta el punto de que pienso, haciendo campaña como siempre, que hay demasiados universitarios que pareciera que se han encontrado el título en una esquina.
Entiendo, más de lo que me gustaría, la personalidad de Pavese. Era un hombre interminablemente triste, todas sus historias de amor, desde la leyenda de la bailarina que no apareció mientras la esperaba bajo la lluvia hasta su última relación, la tierna Pierina con quien compartió por carta algunas confidencias y a la que incluso llegó a decirle que la amaba, fueron un sueño abortado, habría que hablar como si lo hiciéramos de Annie Hall, pero sin compartir una sola noche junto a alguna de ellas y, casi con toda seguridad, sin ningún contacto carnal. Algunos afirman que hubo un tiempo en que le pedía matrimonio a cualquier mujer con la que llegara a tomar un café.
Pavese era taciturno, sombrío, hasta el punto de que resulta extraño verle sonreír en una fotografía junto a Constance Dowling, la muchacha americana de quien se piensa que fue la receptora de sus últimos y aclamados poemas.
y una leve sonrisa aparece en mi rostro
para recomponer este gesto severo
que no sabe mentir y me acompaña siempre.
Es posible que la escritora Natalia Ginzburg hubiera estado enamorada de él, sin duda se sentía abrumada por su talento y su calidad humana, pero el marido era compañero de ambos en la editorial Einaudi. Si fuera así es más que probable que ella nunca le dijera nada, además Pavese no era ese tipo de hombres que engaña a un amigo. Pero no hubo ninguna, o así es cómo queremos verlo los seguidores del poeta piamontés, como la mujer de la voz dulce y ronca, al final lo que queda es la leyenda, aunque también entre de lleno en ella el rostro de primavera.
“Ninguna mujer contrae matrimonio por conveniencia: todas tienen la sagacidad, antes de casarse con un millonario, de enamorarse de él.”
(Cesare Pavese - El oficio de vivir).
(Hoy casi tenemos la obligación de considerar esta cita fuera de lugar, ejemplo de misoginia rancia y militante.
Pavese El oficio de vivir - Traducción - José Agustín Goytisolo)
Pero la dijo un hombre que sufrió por las mujeres y, sin embargo, mostró delicadeza y comprensión hacia ellas en sus novelas. Pavese se muestra, eso sí apoyándonos con cierta malicia en la supuesta privacidad de su diario, transparente incluso en sus contradicciones. De haber firmado esta cita Groucho Marx la tendríamos como una de las cumbres de la miseria de su ingenio, nadie acabaría tomándosela ni en broma ni en serio ahuyentado por la inteligencia nada orientadora de su iconoclastia.
Hace poco me sorprendía a mí mismo cuando afirmaba, como si fuera una persona que hubiera reflexionado largamente sobre el asunto, que Pavese no tenía sentido del humor, ¿Podía carecer una de las personas más deslumbrantes que haya dado Europa del rasgo distintivo más común entre las personas inteligentes? Es una cita que hay que evitar o una conclusión amarga sobre la trivialidad interesada de mujeres y hombres, debemos convenir que encaja perfectamente cuando cambiamos el sexo del interés.
Creo que la obra de Pavese más querida hoy por los estudiosos puede llevarnos a confusión, estamos de acuerdo en que “El oficio de vivir” es un diario y que Pavese era un hombre solemne y grave hasta el punto de que se hace difícil imaginarlo haciendo comentarios pícaros que busquen la sonrisa, pero no cuadra del todo que no se llevará con él ese diálogo intenso consigo mismo si no esperara que fuera algún día divulgado, ni tampoco podemos afirmar que sea más fidedigno con el pensamiento del autor que una novela que busca con respeto y complicidad el alma de la mujer, un poema que se cita con el olvido o una carta de amor cuya respuesta nunca llega.
Supongo que en una apreciación cuestionable he llegado a considerar a Pavese un misógino sentimental incapaz de hacerle daño a nadie excepto a él mismo. No llegó a relacionarse con facilidad ni con hombres ni con mujeres. Pero en materia amorosa eran estas últimas las que le interesaban, el desengaño eterno que vivió hizo que mostrara, en los duros momentos, un desdén hacia ellas que solo reflejaba la frustración por sentir siempre lejos lo que más anhelaba.
las cartas sin remite que nunca me enviaste,
y caricias que tendrían otro destino
A veces es preciso juzgar a un poeta sabiendo lo que pretendía. Hay poetas que tienen una pretensión distinta en cada poema o carecen volitivamente de ella, y otros que escriben a lo que surja. Todo ello es respetable y hay poemas antológicos en cada uno de los casos. Pavese se tomaba la poesía demasiado en serio y se permitió una licencia, impropia de él, cuando decía que su "Trabajar cansa" tenía alguno de los mejores poemas que se estaban escribiendo en Italia en aquellos días, tenía que defender su propuesta contra el hermetismo, hermoso a veces pero poco apegado a la realidad, que practicaban algunos colegas y el triunfalismo grandilocuente en honor del Duce que ejercían otros. Un hombre con un léxico inabarcable elige hablar en una lengua casi de todos los días y, como si estuviera falto de recursos, repite con frecuencia las palabra y expresiones que sostienen el argumento principal de cada poema e, incluso, las utiliza en distintos poemas.
La vida se venga – y está bien - si uno le roba el oficio. No es nada la preocupación de componer el famoso tormento frente a la de haber creado algo y no saber luego qué hacer."
(Cesare Pavese)