El señor de los tristes

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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F. Enrique
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El señor de los tristes

Mensaje sin leer por F. Enrique »

A Alejandro Costa, poeta...


Leonard Cohen empezó muy tarde en esto del mundo de la música, tenía unos 34 años, cuando los monstruos asustados que, aún hoy, nos siguen nos siguen arrastrando con sus miedos, lo habían hecho apenas superada la veintena. “Las canciones de Leonard Cohen” es un álbum mítico que le aseguró para siempre el respeto, quizás no la comprensión, entre críticos, músicos y poetas. Pero vivió profundas decepciones a lo largo de su carrera.

Pienso que sus mejores creaciones, cuando ya se veía amenazado por el tiempo y temblaba con la misma intensidad cuando miraba el pasado y no encontraba el futuro, son una crítica poética y amarga de ese mundo al que ya no podía ver distinto a los otros, a los que veía precipitarse sobre las ruinas de los sueños que habían sido cubiertas con el manto de la vulgaridad en la que iban cayendo los nuevos medios de comunicación. Los versos más afortunados y terribles de la segunda parte, se dice que nunca fueron buenas, de su primer resurgimiento se los reserva para los asuntos que le eran más queridos; el dolor por el paso del tiempo, el alejamiento, sin que se perciba apenas, de los amigos y la muerte de un gran amor, porque son los que siempre acaban en ruptura; es difícil recuperar cada día la resurrección de los primeros momentos. Es imposible que los seguidores del poeta olvidemos a Marianne Ihlen.
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Me emocionó, también a mí se me escapaba alguna lágrima, sobre todo cuando evocaba al músico español que le enseñó a tocar la guitarra española y cuando brillaban sus ojos taciturnos mientras pronunciaba con morosidad y temblando el nombre de su poeta. Estos versos que te dejo es muy posible que nunca los hubiera escrito si no fuera por Cohen. Lo tengo a él y a Saint-Exupéry como los maestros que me enseñaron a perder el miedo a volar al adentrarme en una alegoría. No creo que tenga sitio en la Torre de la canción, pero nadie puede impedir que escriba lo que veo cuando estoy mirando el mundo desde lo alto de ella.


Dejas en las arenas el rastro de un recuerdo
que vibra acompasado
en la huella del alma plena que no se pierde,
en revistas que llegan vestidas de fracaso,
ilusiones sin voz que gritan en el muro
donde esperas que vuelva mi nombre entre las piedras.


Creo que le cogí el pulso a Cohen hace unos meses después de años intentándolo, incluso empecé a escribir un poemario; "According to Leonard Cohen" que se quedó en un puñadito de poemas de escaso mérito. Si quieres te busco alguno de ellos para que veas que no miento. Fue visitar Hydra, milagros de la Red, y todo empezó a ir mejor, fue comprender su delicadísima situación con respecto al estado de Israel, su pasión por las mujeres que le alejó de Marianne, su sincero rechazo del star-system, su relación con la poesía como algo necesario para aferrarse a la vida cuando todo se ha perdido y el miedo escénico que le invadía cada vez que tenía que cantar en público y que provocó que durante dos horas suspendiera un concierto en su patria espiritual, lo venció en el camerino, se duchó y volvió a afeitarse...

(2018)
Última edición por F. Enrique el Vie, 15 Dic 2023 19:37, editado 1 vez en total.
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cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó
las pulsaciones nerviosas de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
(Playa de la Almadraba - Fragmento)
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