Por la casa que enmudece
Publicado: Sab, 25 Nov 2023 10:33
Siento un desgarro de campana ahogada
y de rabia y de lágrima
por la casa que enmudece,
otra más, invadida por inviernos
de hierros cargados de injurias,
cuando unas manos
llenas de ira borraron su color.
Como un largo lamento
y echando espanto a borbotones
la casa, sin suelo ni caminos,
tiene un tejado manchado de rojo
con huellas de un pie terrible.
Dentro, se oyen murmullos
de sangre sumergida
y gemidos de ropa agonizando.
En la casa, donde todo es noche sin duda
y nacen tumbas de llaves y relojes,
algo se quiebra perpetuamente
porque tú, mujer de precio sobrehumano,
asida estás junto a las otras flores rotas
a mi corazón inoculado de desconsuelos.
Una vez más, el gran dedo afilado
ha exigido tu silencio a perpetuidad
cuando en vida estuviste a merced del ladrón
que te arrebató la voz,
del rayo de ira que convirtió tu carne
en tierra calcinada, en sollozo de un niño;
y aunque jamás conseguirá quebrar
la esperanza del grito unánime
que el aire empuña
por cada casa que enmudece,
¿cuántos minutos de silencio
se precisan todavía para enterrar
los horribles pulmones del patriarca,
su aliento de piedra,
el azul cruento de sus venas,
su puño feroz…?
¿Y cuántos más necesitan aún
las mujeres intimidadas
con los ojos violáceos, inermes
en la soledad del laberinto
aguardando el ataque final del minotauro?,
¿o las noches sin luna de las mujeres?,
¿o las casas que son tumbas de mujer?
¿Cuándo se acabarán todos los minutos de silencio?
y de rabia y de lágrima
por la casa que enmudece,
otra más, invadida por inviernos
de hierros cargados de injurias,
cuando unas manos
llenas de ira borraron su color.
Como un largo lamento
y echando espanto a borbotones
la casa, sin suelo ni caminos,
tiene un tejado manchado de rojo
con huellas de un pie terrible.
Dentro, se oyen murmullos
de sangre sumergida
y gemidos de ropa agonizando.
En la casa, donde todo es noche sin duda
y nacen tumbas de llaves y relojes,
algo se quiebra perpetuamente
porque tú, mujer de precio sobrehumano,
asida estás junto a las otras flores rotas
a mi corazón inoculado de desconsuelos.
Una vez más, el gran dedo afilado
ha exigido tu silencio a perpetuidad
cuando en vida estuviste a merced del ladrón
que te arrebató la voz,
del rayo de ira que convirtió tu carne
en tierra calcinada, en sollozo de un niño;
y aunque jamás conseguirá quebrar
la esperanza del grito unánime
que el aire empuña
por cada casa que enmudece,
¿cuántos minutos de silencio
se precisan todavía para enterrar
los horribles pulmones del patriarca,
su aliento de piedra,
el azul cruento de sus venas,
su puño feroz…?
¿Y cuántos más necesitan aún
las mujeres intimidadas
con los ojos violáceos, inermes
en la soledad del laberinto
aguardando el ataque final del minotauro?,
¿o las noches sin luna de las mujeres?,
¿o las casas que son tumbas de mujer?
¿Cuándo se acabarán todos los minutos de silencio?