El baño de la luna
Publicado: Jue, 16 Nov 2023 12:25
Estos días me parecen agotadores.
No se alinean los astros,
ni es capaz la mente de sudar sus enigmas.
Más allá de las oscuras tormentas de otoño,
trato de manejar los huecos desterrados de un papel,
que naufraga en un océano maltratado y en cautela.
Pero, como un labriego temeroso y excitado,
trato de entender el origen de una lluvia sin nubes,
el color de un viento oscuro y nómada
y ese fresco vestido de frac, cuando te abraza.
Allá, en donde los desiertos siguen llorando arena,
navegan en constante naufragio los versos incontrolados,
suplicando un rescate que se antoja tan necesario como estéril.
Siempre quise mojarme en los abismos salados,
crecí con las puertas del mar cerradas,
con las brisas esclavizadas y sin llave,
y ahora, como dormido en un sueño intemporal,
descanso recostado con la mirada perdida en un horizonte rojo,
mientras siento el cosquilleo de unas algas adormecidas
y el masaje lánguido y cálido de un mar defenestrado,
aún, cuando la luna,
baña en él su amor, noche tras noche.
Todo, se me antoja como una red de locura,
la mente pace y se despierta,
se despierta y pace,
esperando encontrar algún sendero por el que caminar,
una transición que determine esos pasos indomables,
esa luz encerrada en las oscuridades,
encadenada a los rituales a los que no encuentro solución,
a esos momentos de lucidez
que se ahogan en los mares de arena.
Y decido sentarme, agotado, impávido,
observando el alrededor del escenario.
Veo soledad,
oigo un tic-tac que astilla a golpes el silencio,
el sillón está desgastado,
como si deseara moverse al ritmo de mis días,
una mesa inválida, desencolada,
-le cuesta mantenerse firme-
unos cuantos papeles, un bolígrafo,
-sin apenas tinta-
un cenicero, adornado de nicotina,
una caja, con unas pocas cerillas
y un paquete de cigarrillos
que espera pacientemente descargar sus cenizas.
Quizás, una copa, sería necesaria,
probablemente, menos inteligente,
pero humedecería ese paladar moribundo
que perece lentamente en la boca.
Ahora, comienzo a sudar,
distraigo mis instantes,
flotando con el humo del tabaco,
escribiendo con las ruinas de un bolígrafo aburrido,
y destripando esos enigmas,
que la mente, tan lejana y longeva,
obliga a deslizar sobre un papel huérfano
y en constante disputa con el océano de mi locura.
Y quiero escribir, lo necesito.
Quiero escribir y soñar,
quiero escribir palabras de azúcar,
que el calor de la pasión
las convierta en caramelo,
para que endulce el azul del mar,
encuentre la llave de su puerta
y me deje besar el frescor de su brisa,
mientras disfrute, noche a noche,
del brillante baño de amor de la luna
y el bello reflejo de sus luceros y estrellas.
Mientras la locura me lo permita…
No se alinean los astros,
ni es capaz la mente de sudar sus enigmas.
Más allá de las oscuras tormentas de otoño,
trato de manejar los huecos desterrados de un papel,
que naufraga en un océano maltratado y en cautela.
Pero, como un labriego temeroso y excitado,
trato de entender el origen de una lluvia sin nubes,
el color de un viento oscuro y nómada
y ese fresco vestido de frac, cuando te abraza.
Allá, en donde los desiertos siguen llorando arena,
navegan en constante naufragio los versos incontrolados,
suplicando un rescate que se antoja tan necesario como estéril.
Siempre quise mojarme en los abismos salados,
crecí con las puertas del mar cerradas,
con las brisas esclavizadas y sin llave,
y ahora, como dormido en un sueño intemporal,
descanso recostado con la mirada perdida en un horizonte rojo,
mientras siento el cosquilleo de unas algas adormecidas
y el masaje lánguido y cálido de un mar defenestrado,
aún, cuando la luna,
baña en él su amor, noche tras noche.
Todo, se me antoja como una red de locura,
la mente pace y se despierta,
se despierta y pace,
esperando encontrar algún sendero por el que caminar,
una transición que determine esos pasos indomables,
esa luz encerrada en las oscuridades,
encadenada a los rituales a los que no encuentro solución,
a esos momentos de lucidez
que se ahogan en los mares de arena.
Y decido sentarme, agotado, impávido,
observando el alrededor del escenario.
Veo soledad,
oigo un tic-tac que astilla a golpes el silencio,
el sillón está desgastado,
como si deseara moverse al ritmo de mis días,
una mesa inválida, desencolada,
-le cuesta mantenerse firme-
unos cuantos papeles, un bolígrafo,
-sin apenas tinta-
un cenicero, adornado de nicotina,
una caja, con unas pocas cerillas
y un paquete de cigarrillos
que espera pacientemente descargar sus cenizas.
Quizás, una copa, sería necesaria,
probablemente, menos inteligente,
pero humedecería ese paladar moribundo
que perece lentamente en la boca.
Ahora, comienzo a sudar,
distraigo mis instantes,
flotando con el humo del tabaco,
escribiendo con las ruinas de un bolígrafo aburrido,
y destripando esos enigmas,
que la mente, tan lejana y longeva,
obliga a deslizar sobre un papel huérfano
y en constante disputa con el océano de mi locura.
Y quiero escribir, lo necesito.
Quiero escribir y soñar,
quiero escribir palabras de azúcar,
que el calor de la pasión
las convierta en caramelo,
para que endulce el azul del mar,
encuentre la llave de su puerta
y me deje besar el frescor de su brisa,
mientras disfrute, noche a noche,
del brillante baño de amor de la luna
y el bello reflejo de sus luceros y estrellas.
Mientras la locura me lo permita…