Decía
Publicado: Jue, 09 Nov 2023 17:29
Decía…
Decía que le hablaban las piedras
y las iba guardando entre sus cosas;
a su edad todavía jugaba al escondite
con su vida y sus recuerdos.
Las tenía blancas, amarillas, azules, ocres, verdes;
las había veteadas, lisas, cuarteadas
y hasta guardaba una negra de hulla,
recuerdo de una mina de carbón a cielo abierto.
Decía que le hablaban las piedras…
y todos nos mirábamos como esbozando
una mueca entre compasiva y complaciente
al tiempo que seguíamos pensando: ¡pobre abuelo¡
Un día le dije que me hablara de sus piedras
y después de una pausa de las suyas, casi eternas,
me llevó hasta el armario
donde guardaba camisas que ya nunca se ponía.
Esta piedrecita oscura, dijo, es lágrima del Kilauea.
Me la traje de un lahar y dicen
que la diosa Pele nunca ve con buenos ojos
que alguien se lleve un trocito de su querido Hawái;
así que estoy en deuda con ella, con las islas.
Esta otra la traje de la finca de un amigo.
Es suave, dulce, blanca, ligera, sin aristas,
como el alma sincera de ese hombre
que va por la vida sin pliegues o reproches.
Aquel guijarro de enfrente…
Y se le nubló la vista.
Le dije que no siguiera, que la guerra estaba lejos,
que guardara sus secretos y que me diera un abrazo,
que la roca era él.
Él… con todos sus recuerdos.
Víctor F. Mallada
Decía que le hablaban las piedras
y las iba guardando entre sus cosas;
a su edad todavía jugaba al escondite
con su vida y sus recuerdos.
Las tenía blancas, amarillas, azules, ocres, verdes;
las había veteadas, lisas, cuarteadas
y hasta guardaba una negra de hulla,
recuerdo de una mina de carbón a cielo abierto.
Decía que le hablaban las piedras…
y todos nos mirábamos como esbozando
una mueca entre compasiva y complaciente
al tiempo que seguíamos pensando: ¡pobre abuelo¡
Un día le dije que me hablara de sus piedras
y después de una pausa de las suyas, casi eternas,
me llevó hasta el armario
donde guardaba camisas que ya nunca se ponía.
Esta piedrecita oscura, dijo, es lágrima del Kilauea.
Me la traje de un lahar y dicen
que la diosa Pele nunca ve con buenos ojos
que alguien se lleve un trocito de su querido Hawái;
así que estoy en deuda con ella, con las islas.
Esta otra la traje de la finca de un amigo.
Es suave, dulce, blanca, ligera, sin aristas,
como el alma sincera de ese hombre
que va por la vida sin pliegues o reproches.
Aquel guijarro de enfrente…
Y se le nubló la vista.
Le dije que no siguiera, que la guerra estaba lejos,
que guardara sus secretos y que me diera un abrazo,
que la roca era él.
Él… con todos sus recuerdos.
Víctor F. Mallada