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Jiddu Krishnamurti

Publicado: Mié, 01 Nov 2023 13:34
por Raul Muñoz
Sin la meditación el corazón se vuelve un desierto...

El sol ascendía en un cielo claro, uno no podía verlo porque se interponían muchas chimeneas, pero su resplandor llenaba el cielo; las flores en la pequeña terraza parecían cobrar vida y su color se volvió más brillante e intenso. Era una hermosa mañana, llena de luz, y el cielo se volvía de un azul maravilloso. La meditación incluía ese azul y esas flores, formaban parte de ella, se movían con ella, no eran una distracción. De hecho, no hay distracción porque la meditación no es concentración, la cual es exclusión, interrumpe, se resiste y, por tanto, genera conflicto. Una mente meditativa puede concentrarse, pero entonces no es una exclusión, una resistencia; sin embargo, una mente concentrada no puede meditar. Es curioso cuán importante se vuelve la meditación; no tiene principio ni fin, es como una gota de lluvia; en esa gota están todos los arroyos, los grandes ríos, los mares y las cascadas; esa gota alimenta la Tierra y al hombre; sin ella, la Tierra sería un desierto. Sin la meditación el corazón se vuelve un desierto, una tierra desolada. La meditación tiene su propio movimiento, uno no puede dirigirla, moldearla o forzarla, si uno lo hace deja de ser meditación. Este movimiento de la meditación cesa si uno es un mero observador, si uno es el que experimenta. La meditación es el movimiento que destruye al observador y al experimentador, es un movimiento que está más allá de todo símbolo, pensamiento y sentimiento; su rapidez no puede medirse.


París, 7 de septiembre de 1961. Diario I, pág. 102