Maldición Bíblica

[Carmen Moro Frías]

Maldición Bíblica

Son tan oscuras las guerras
que la noche se apodera del día
y el llanto inunda la risa.

Una eclipsa a la anterior
y corre a la inmediata posterior,
así ha sido desde el comienzo del tiempo.

Sanguijuela gigante nutriéndose
de dolor, hambre, desesperanza y muerte.
Debilidad adquirida por seres humanos.
Especialmente por gente vulnerable,
acepta cualquiera que aparezca.

La velocidad de la luz,
parece más y más rápida,
vuela con fin de alcanzar una oscuridad
y, ya percibimos su gusto por la demora.

El sol anaranjado, reflejo de claridad,
aparece acuchillado por una nube cortante,
gestando un río sanguinolento.

¿Lograremos algún día
conjurar la maldición?

[Pilar Morte]

Sí, esto de las guerras es como una maldición, tal como dices bien en tu poema. Ha sido un placer leerte.
Un abrazo y felicidad

[Carmela Viñas]

Toda esta realidad de la guerra nos encoge el alma, Carmen. Odios, fanatismos, venganzas parecen no tener fin en esta Tierra.
Tus versos profundizan ese castigo divino ante tanta falta de amor como hermanos.
Un gusto leer tu obra.
Abrazos.

[Carmen Moro Frías]

Hola Pilar
Gracias pir tu comentario. Espero animarme algo.
Un abrazo.

[Carmen Moro Frías]

Hola Carmela
En estos momentos de tanto odio, (aunque son recurrentes. Los fanatismos solo engendran dolor y venganza.
Gracias por tu comentario y un abrazo

[Marisa Peral]

Ojalá acabe pronto esta Maldición, es como una profecía que se va cumpliendo y avanzando sin que acaben las anteriores.
Explícito y crudo tu poema, muy bien traído.
Me ha gustado leerte.

Un abrazo, Carmen.

[E. R. Aristy]

Maldición Bíblica

Son tan oscuras las guerras
que la noche se apodera del día
y el llanto inunda la risa.

Una eclipsa a la anterior
y corre a la inmediata posterior,
así ha sido desde el comienzo del tiempo.

Sanguijuela gigante nutriéndose
de dolor, hambre, desesperanza y muerte.
Debilidad adquirida por seres humanos.
Especialmente por gente vulnerable,
acepta cualquiera que aparezca.

La velocidad de la luz,
parece más y más rápida,
vuela con fin de alcanzar una oscuridad
y, ya percibimos su gusto por la demora.

El sol anaranjado, reflejo de claridad,
aparece acuchillado por una nube cortante,
gestando un río sanguinolento.

¿Lograremos algún día
conjurar la maldición?

7 minutos de lectura

El primer paso para comprender la compatibilidad entre la soberanía de Dios y la voluntad humana es reconocer que no son mutuamente excluyentes, y las Escrituras lo dejan absolutamente claro. En el diseño de Dios, la responsabilidad humana claramente no queda eliminada por el control soberano de Dios sobre Su creación. Eso es cierto a pesar de que el mal estaba incluido en Su gran diseño para el universo incluso antes del comienzo de los tiempos, y Él usa el pecado de Sus criaturas para propósitos que siempre (y sólo) son buenos. De hecho, en su infinita sabiduría, Él puede usar todas las cosas para bien (Romanos 8:28).
Considere la declaración inicial del Señor en Isaías 10:5: “¡Ay de Asiria, vara de mi ira!”. A primera vista esto no tiene sentido. Si Asiria está funcionando como instrumento del juicio de Dios, ¿por qué Él pronuncia condenación sobre los asirios? “Ay” es una palabra onomatopéyica (lo que significa que la palabra suena como lo que significa; en este caso, un grito de agonía) que advierte sobre una calamidad o un juicio masivo por venir. Pero, ¿cómo puede un pueblo quedar bajo la denuncia y el juicio divino y al mismo tiempo funcionar como vara de la ira de Dios? El resto del versículo dice: “el bastón en cuya mano está mi indignación”. Asiria, esta nación pagana, impía e idólatra, es el instrumento del juicio divino contra el propio pueblo rebelde de Dios. De hecho, el siguiente versículo dice: “Lo envío contra una nación impía [Judá, la parte sur del reino] y lo encargo contra el pueblo de mi ira” (v. 6). Por tanto, los judíos son designados como el pueblo de la furia de Dios. Dios responsabiliza plenamente a Israel por su incredulidad; totalmente responsable de su idolatría; totalmente responsables de su rebelión y su rechazo a Él, Su Palabra y Su adoración. Entonces Él encarga a los asirios que vengan contra ellos. Observe el versículo 6: “Para tomar botín, apoderarse del botín y hollarlo como barro en las calles”. Ése es un lenguaje fuerte y decisivo. Ahora aquí tienes un decreto divino en acción. Dios agarra a Asiria por la nuca de su cuello nacional y la asigna para ser el instrumento de Su furia contra el pueblo impío de Judá que lo ha rechazado y rebelado contra Él. Y luego dice en el versículo 7: “Sin embargo [Asiria] no tiene esa intención, ni lo piensa así en su corazón”. Asiria es el instrumento del juicio de Dios, y los propios asirios no tienen ni idea de ello. Nunca fue el propósito, motivo o intención de Asiria servir a Dios. No tenían ningún interés en el Dios de las Escrituras; ni siquiera creían en Él. Más bien, Asiria planeó en su propio corazón aislar a muchas naciones. Esta fue solo otra oportunidad para que el poder asirio derrotara a otra nación vecina, como ya lo habían hecho con Calno, Carquemis, Hamat, Arpad, Samaria y Damasco (v. 9). Los versículos 10 y 11 describen la confianza de Asiria en su capacidad para conquistar a Judá: “Como llegó mi mano al reino de los ídolos, cuyas imágenes talladas eran mayores que las de Jerusalén y Samaria, ¿no haré con Jerusalén y sus imágenes lo mismo que hice con ellas? ¿Qué le has hecho a Samaria y a sus ídolos? Lo único que Asiria sabe es que ha destruido otras naciones que, a su juicio, tenían mayor protección y mayores dioses que el Dios de la Biblia. Los asirios simplemente tenían la intención de hacerle a Judá lo que le habían hecho al resto de las naciones. Pensaron que estaban actuando con total independencia. No tenían idea de que Dios los estaba usando como agentes para impartir Su juicio. Pero, ¿el hecho de ser instrumentos de la ira divina los exonera de alguna manera de la responsabilidad por el mal inherente a sus políticas militares? Si este irresistible decreto divino los trae a Israel, ¿qué culpabilidad tienen por sus acciones? Y, sin embargo, las Escrituras son claras en cuanto a que tendrán que rendir cuentas. El versículo 12 dice que cuando Dios haya terminado de usar a Asiria como instrumento de Su furia, “Y cuando el Señor haya terminado toda Su obra en el monte Sión y en Jerusalén, dirá: 'Castigaré el fruto del corazón arrogante del rey de Asiria y la pompa de su altivez'”. El Señor ya ha decretado que una vez que termine de usar a Asiria, la castigará por sus pecados. El mismo acto que los asirios llevaron a cabo bajo decreto divino fue un acto de maldad, tan malvado que Dios se volverá contra ellos y traerá destrucción sobre ellos. A los ojos de Dios, ellos tienen plena culpa por cada parte de su malvada matanza y destrucción, aunque estén cumpliendo Su decreto divino.
Dios no solo pronunció juicio sobre Asiria por sus malas acciones sino también por los motivos detrás de esas acciones. “Castigaré el fruto del corazón arrogante del rey de Asiria y la pompa de su altivez. Porque él ha dicho: “Con el poder de mi mano y con mi sabiduría hice esto” (vv. 12-13). Dios castigará a los asirios por sus motivos y por no reconocer su gloria al atribuirse el mérito de lo que habían hecho. Pensaron que lo habían hecho con el poder de sus manos y la sabiduría de su propio diseño.
Isaías registra las jactancias arrogantes del rey de Asiria:

Con el poder de mi mano y con mi sabiduría hice esto,
Porque tengo entendimiento;
Y quité las fronteras de los pueblos
Y saquearon sus tesoros,
Y como un valiente derribé a sus habitantes,
Y mi mano alcanzó las riquezas de los pueblos como
un nido,
Y como se recogen los huevos abandonados, yo recogí toda la tierra;
Y no hubo ninguno que batiera las alas ni abriera el pico ni gorjeara. (vv. 13-14)

Ese orgullo rebelde es lo que invita a la ira divina. Los motivos y la arrogancia de los asirios los pusieron en el camino del juicio de Dios. Isaías describe vívidamente la ignorancia y la necedad de su actitud altiva.

¿Se gloriará el hacha sobre el que con ella corta?
¿Debe la sierra ensalzarse sobre quien la empuña?
Eso sería como un garrote empuñando a quienes lo levantan,
O como vara que levanta al que no es madera. (v.15)
Dios es Aquel que empuñó a Asiria como un hacha para talar a Judá y a Jerusalén, y sin embargo Él justamente responsabiliza el hacha (vv. 15-18).

Este es el punto: aunque Dios controla por decreto divino y poder soberano todo lo que sucede en el mundo de acuerdo con Sus propios propósitos, eso no elimina ni un ápice de culpabilidad de aquellos que hacen el mal. Los malhechores hacen el mal no porque se vean obligados a hacerlo, sino por sus propias malas intenciones. Entonces Dios los juzgará tanto por el acto como por el motivo, así como por no darle gloria y adorarlo.
E Isaías nunca intenta resolver o explicar lo que muchos considerarían una paradoja judicial. Las Escrituras no dan ninguna indicación de que la ira de Dios contra Asiria fuera otra cosa que justa, razonable y apropiada. La Biblia simplemente no se preocupa por conciliar el juicio divino con ninguna suposición humana sobre la justicia o la equidad. Las Escrituras simplemente explican lo que Dios hizo, y debemos entender que fue justo porque Él lo hizo.

Vemos la misma tensión entre la soberanía divina y la responsabilidad humana en un relieve audaz en Hechos 2. Durante el sermón de Pedro el día de Pentecostés, dijo: “Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús el Nazareno, varón atestiguado por vosotros por Dios con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este Hombre, entregado por el plan predeterminado y la presciencia de Dios, lo clavasteis en la cruz por manos de impíos y lo pusisteis en la cruz. hasta la muerte” (vv. 22-23).

Cristo murió bajo la autoridad de Dios, en Su tiempo y según Su plan. Y, sin embargo, Israel era culpable, tanto por su participación colectiva en Su muerte como por no creer en Él como Mesías.

Pero la culpa del asesinato de Cristo no se limitó sólo a Israel. En Hechos 4:27, hay otra acusación: “Porque verdaderamente en esta ciudad se reunieron contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste, Herodes y Poncio Pilato, junto con los gentiles y el pueblo de Israel”. El punto es claro: la muerte de Cristo fue un acto colectivo de la humanidad pecadora alineada contra Dios. Todos son culpables.
Pero la oración del versículo 27 continúa en el versículo 28, diciendo que todas estas almas culpables conspiraron juntas “para hacer todo lo que Tu mano y Tu propósito predestinaron que sucediera”. Isaías 53:10 está de acuerdo, identificando al Señor como el responsable de la muerte del Hijo: “El Señor tuvo a bien aplastarlo y afligirlo”. Esto de ninguna manera exonera a quienes llevaron a cabo la ejecución de Cristo. Las intenciones de los perpetradores eran completamente rebeldes y asesinas, y para ellos, fue un acto de pura maldad.
Teniendo esto en cuenta, la muerte de Cristo es, por lo tanto, el mayor cumplimiento de la verdad plasmada en las perspicaces palabras de José a sus hermanos en Génesis 50:20: “Vosotros lo pensasteis para mal contra mí, pero Dios lo encaminó a bien”. .” El cumplimiento del plan redentor de Dios en la muerte de Cristo de ninguna manera mitiga la culpa de sus asesinos. Si bien el Señor ordenó y orquestó cada evento para lograr los fines deseados, las manos humanas malvadas que realizaron la obra no son menos culpables por el papel pecaminoso que desempeñaron.
Vemos esas verdades aparentemente contrastantes de la soberanía divina y la responsabilidad humana repetidamente, en cada parte de la Palabra de Dios. Pero las Escrituras nunca intentan aliviar la aparente tensión. No existe una explicación inspirada que explique en detalle su compleja relación. Por lo tanto, debemos tener cuidado al intentar adaptar los decretos divinos de Dios a nuestro débil sentido de justicia. Necesitamos recordar que no es nuestro trabajo exigir a Dios que cumpla con los estándares que nuestras mentes débiles puedan sugerir. Él mismo es el estándar de la verdadera justicia y nunca actúa de una manera que contradiga Su rectitud o justicia.

Este extracto está tomado de Ninguno otro: Descubriendo al Dios de la Biblia por John MacArthur.

[Ramón Castro Méndez]

Crudo y muy real poema. En las guerras no gana nadie, solo ganan los que las provocan por intereses espurios.
Un poema bien tramado y con mucha fuerza, un placer de lectura.

Un abrazo.

[Raul Muñoz]

Buen poema. Sorprendente la imagen que adopta la " maldición" como la nube que a cuchilla al sol. También la idea del poema como conjuro.

En este asunto de la biblia, " dios" y " las religiones" me inclino a pensar que nada tienen que ver el castigo o la maldición con una realidad sagrada que todo lo sostiene, indescriptible para la mente, más allá de las palabras, al no ser que se trate del " dios" creado por los hombres por sus propios intereses y para ejercer el poder y el control. Pienso que la fe y la devoción nada tienen que ver con estas sombras del inconsciente colectivo.

Mi enhorabuena, Carmen, por tu auspiciado poema. Gracias por compartir.

Un abrazo.

[Carmen Moro Frías]

Hola Marisa
Gracias por tu comentario. Esta maldición igual acaba pronto, no se, pero seguro que las guerras no acabaran. Habrá otras.
Un abrazo

[Carmen Moro Frías]

Hola ERA
He leído con atención tu comentario que me ha parecido muy enriquecedor.
Mi formación teológica solo pasa por una asignatura del grado de Filosofia.
De todas formas algunas premisas darían para un gran y largo debate.
En el tema de la fé, siempre digo que me da mucha envidia la gente creyente. No es mi caso.
Un fuerte abrazo y me parece importante que podamos debatir con respeto y libertad.

[Ana Muela Sopeña]

Hola, Carmen:

El ser humano es capaz de lo más excelso y de lo más abyecto. Las guerras pertenecen a lo segundo. Los poderosos las organizan para manipular los mercados, crear terror, causar inflación, organizar crisis económicas, contribuir a la despoblación, infundir miedo en la población.

Ahora en las televisiones solo hablan de Israel y Palestina, pero sigue el conflicto entre Ucrania y Rusia.

Yo no sé si esto es una maldición bíblica o que la organización jerárquica de los seres humanos no da para más o que estamos gobernados por psicópatas y sociópatas, o que los ciudadanos de a pie somos demasiado pasivos cuando estallan las guerras. Yo no lo sé. Hay un entramado de causas y consecuencias que no es nada lineal. Lo que sí sé es que esto no tiene pinta de acabar. Cuando se acaba un conflicto (o se suaviza) comienzan otros.

Tu poema es muy bueno. Al mismo tiempo es triste y desolador.

Gracias por compartir
Un fuerte abrazo
Ana

[Carmen Moro Frías]

Hola Ramón,
Muchísimas gracias por tu comentario.
Es verdad que es crudo y real, pero es la dureza en la que se desenvuelven todas las guerras, y lo peor es que parece que existe una cola de conflictos y guerras y cuando una se suaviza (como dice Ana) surge la siguiente.
Un abrazo.

[Carmen Moro Frías]

Hola Raúl,
Primero, gracias por comentar el poema y segundo, decirte que estoy de acuerdo contigo, todo tiene que ver con el poder que ya por definición es control.
Igual he hablado muy rápido de "bíblica".
Para mi las guerras todas, son maldiciones, y como son tan antiguas como la humanidad, lo he asociado a la antigüedad y por extensión al primer documento que ha guiado al hombre;
No quería, crear tanto debate, pero me gusta mucho y me interesa el tema.
Un abrazo

[Carmen Moro Frías]

Hola Ana,
Gracias por tu comentario.
Cuando digo que una guerra será olvidada por otra posterior, precisamente estaba pensando que con el conflicto de Oriente Medio, nos hemos olvidado de otro, Ucrania-Rusia. Probablemente ya se estarán creando las condiciones que desembocarán en otro que a su vez irá borrando el último.
Es desolador, efectivamente.
Un abrazo