El túnel

[Ana Muela Sopeña]

Excelente poema, Ramón:

Tu poesía crece. Este tema que has escogido es espinoso. Tú lo has tratado con maestría.

Has encontrado el tono justo para plasmar el desgarro y el romanticismo de la vida en los túneles o bajo los puentes o en solares sin edificar de muchos individuos sin techo.

Es un poema para reflexionar.

Aplausos
Un abrazo
Ana

[J. J. Martínez Ferreiro]

Una prosa poética que lleva el inconfundible sello de Ramón Carballal en esas poderosas y sugestivas imágenes.

Todo un placer de lectura, querido amigo.

Unha forte aperta.

[Ramón Carballal]

Ayer te comenté que me había gustado mucho tu poema basado en canciones de Moustaki, pero después de leer este ya me entran las dudas. Dudas, porque ambos son tan buenos que, ahora mismo, no sabría con cuál quedarme. Así que me quedo con los dos, los anteriores y los sucesivos.

Noraboa, tocayo. Galiza calidade sería un slogan que vendría al pelo para tu poesía.

Un fuerte abrazo.

Gracias por tu generosidad. Un abrazo, tocayo.

[Ramón Carballal]

El poema se sumerge a medida que avanza en la reflexión y la pausa. Me gustó mucho. Gracias por compartirlo.

Un abrazo

Gracias, Álex. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.

[E. R. Aristy]

Es de noche y hace frío, un frío de mordedura,
un frio blanco de nieve en la orilla de este túnel.

El frío me hace sentir que estoy en el orden de la vida,
veo como bajo la pantalla del farol los copos son amarillos,
caen sin pausa, igual que plumas de un pájaro
al que no le importa perder en el vuelo sus espigas suaves,
la siembra que arroja en el pozo de la noche.

Hoy han llegado cinco más, una mujer con greñas azules
a la que nunca antes vi por aquí, Marcial, como siempre ebrio,
Mariluz con sus gritos que nos impiden dormir, un joven escuálido
que quizá se escapó de casa y el viejo Martín que una y otra vez
anuncia su muerte con risas de sonámbulo.

Dormimos y yo sueño que colgamos de los techos como murciélagos,
el frío teclea en mi piel una canción de escarcha,
una brisa sucia se posa en la humedad,
de allí nace el olor a nausea que lentamente nos besa los pulmones
como una novia desesperada por sentir el aliento humano,
una podredumbre que no se volverá aroma de flores
en este cementerio sin cipreses.

¿Qué hago aquí?, es una elección libre, es un castigo, una penitencia… pudiera ser.
Tuve en mis manos el oro del triunfo, la devota fe de una familia,
todo lo que el dinero consigue sin que el alma lo apruebe,
pero renuncié como un Cristo muy pequeño, de juguete,
la pobreza es una flor antigua, la humildad un jardín interno
que solo el mismo jardinero que lo cuida logra ver; y yo soy ese jardinero
que desdeña los colores del mundo, que convive con el que está maldito,
con el despreciado, porque hay en ellos un silencio de palomas
que no han querido volar en un cielo de negro metal,
de ambición; en otros lugares se vive bajo un amanecer fingido,
no aquí donde la claridad más pura entra alegre
como una ola de calor fraternal, madre amante de las almas caídas.

Un poema excelso, Ramón. Su madurez poética le otorga la belleza de las grandes obras. Abrazos.